9

1.7K 80 13
                                    

Querido Daniel,

Esta es la novena y última carta. Ya es hora de decir adiós, no hasta luego, ni hasta pronto, adiós. Esto me hace pensar en la famosa frase de Peter Pan "Nunca digas adiós, porque adiós significa no volver... y no volver significa olvidar." Y aquí estoy yo, diciéndote adiós, con todo lo que ello implica.
Me ha costado mucho asimilarlo, demasiado tal vez, pero escribir cartas al olvido me ha sido de gran ayuda. No quiero olvidarte, eso nunca, pero tampoco quiero que ocupes mis pensamientos continuamente.
Sé que no volverás, soy consciente de eso, pero no puedo culparte. Es inútil buscar un culpable, de todos modos no se podría volver atrás y evitar que todo sucediera.

En estas situaciones muchos se consuelan a sí mismos pensando que en la vida todo ocurre por algún motivo, que desde que nacemos nuestro destino ya está decidido. Yo no lo creo. Tú siempre has sido alguien valiente, fuerte, luchador y con muchas ganas de vivir, tu destino no podía ser perder la vida en un estúpido accidente causado por un conductor ebrio.
Incluso en esas circunstancias has mantenido tu espíritu luchador, batallando cada segundo por seguir con vida, pero desgraciadamente no has podido salir victorioso de tu última batalla.

Esto puede sonar confuso, ya que hasta ahora había contado una versión completamente diferente de la historia. No estaba preparada para hablar de tu muerte, no quería enfrentarme a la cruel realidad, y pensar que aún seguías vivo y no me recordabas me parecía menos doloroso.
Cada mañana me despertaba con la esperanza de que todo haya sido una horrible pesadilla, pero al abrir los ojos me daba cuenta que la auténtica pesadilla era la que me tocaba vivir diariamente. 
Aún sigo teniendo ese gran deseo de despertarme y verte durmiendo plácidamente a mi lado, con el brazo derecho extendido encima de los ojos para tapar la luz proveniente de la ventana, quiero ver tus ojos una vez más.

Si al menos me pudiera haber despedido de ti... pero no pude, todo fue tan repentino. Ni siquiera pude contarte la gran noticia. En tan sólo unas pocas horas perdí a las dos personas más importantes de mi vida, a una la conocía desde hacía ocho años y a la otra la conocería en ocho meses. Sí, estaba embarazada. Ese mismo día te lo iba a contar de una forma muy especial, lo tenía todo preparado. Pero mis planes se torcieron, nada salió según lo planeado.

Querido Daniel, estoy infinitamente agradecida por haberte conocido, si pudiera volver atrás al momento en que nos conocimos no cambiaría nada en absoluto. Es verdad que tu pérdida y la de nuestro bebé me ha provocado un dolor incomparable con cualquier otro dolor, pero los días que he podido pasar a tu lado me han causado una enorme felicidad que guardo hasta el día de hoy. Nunca olvidaré el primer día que hablamos, cuando me dijiste por primera vez las dos palabras mágicas "te quiero", las locuras que hicimos juntos o la manera tan original en la que me pediste matrimonio. Todos aquellos momentos mágicos que vivimos juntos ocupan casi por completo mi corazón, dejando poco espacio para la tristeza.

Me he dado cuenta que el mejor antídoto contra la depresión es recordar los buenos momentos. Es verdad que forman parte del pasado y nunca volverán, pero he tenido el privilegio de vivirlos una vez y puedo recordar una y otra vez como me sentí. Y soy feliz al volver a sentir lo mismo. Y soy feliz al saber que siempre vivirás en mi memoria y en mi corazón.

Siempre tuya
Nerea

Cartas al olvidoWhere stories live. Discover now