Sombra 33

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- ¡Christian! ¡Vamos, levántate que vas a llegar tarde!

¿Tarde? Pero, ¿no me habían expulsado? Grace habrá vuelto a mover sus hilos para que el director vuelva a readmitirme. ¡Mierda! Me tapo la cabeza con la almohada y me acurruco bajo las sábanas. En la intimidad de mi habitación es prácticamente el único sitio en el que puedo expresarme como quiero, como necesito. En el que, si quiero, puedo incluso llorar.

- ¡Christian! ¡No me hagas ir a buscarte!

Seco mis lágrimas con los puños del pijama y me levanto. Lo último que me apetece es una pelea con Grace, no soporto hacerle daño.

- ¡Vooooy!

- Así me gusta, hijo. ¡Mía! ¡Date prisa tú también!

- ¡Vooooy! –responde Mía, imitando mi tono. Aún le divierte hacerme burla.

Grace hace todo el camino hasta la escuela conduciendo en silencio. De vez en cuando me lanza una mirada a través del espejo retrovisor, como si quisiera decirme algo. Pero no lo hace. Es igual, sé lo que quiere decirme. Que no me meta en más líos, que me comporte, que procure ser amable, que me relacione… Oh, siempre lo mismo. Todos los doctores, todos los profesores, todos los asistentes sociales… y Grace. Cuando llegamos aparca y sale del coche con nosotros, y nunca lo hace. Cargo la mochila sobre el hombro y echo a andar diciendo un hasta luego entre los dientes.

- Christian, espera. Voy contigo.

- ¿Por qué?

- Espera, he dicho –le arregla los cuellos de la chaqueta a Mía y le da un beso en la mejilla. – Hasta luego cariño, pásalo bien en la escuela.

- Gracias mamá – Mía se aleja saltando con sus compañeros.

- Christian, tenemos que hablar. Esto no puede seguir así, y lo sabes. Esta vez ha sido la última de verdad. No sabes lo que he tenido que luchar para que el señor Hettifield te admitiera de nuevo en la escuela –Grace suena seria de verdad.

- Ya claro, pero como soy muy listo, me deja volver, ¿no es eso? –me burlo.

- No Christian, ya no. Has llegado demasiado lejos. Esta vez te han dejado volver porque les he prometido que, bajo mi responsabilidad, a partir de ahora te comportarás bien –a la vergüenza de ser el hazmerreír de la escuela tengo que sumar ahora que todos me vean sentado con mi madre en un banco en la puerta del despacho del director. Fantástico.

- Vale. ¿Me puedo ir ya? –intento escabullirme pero me agarra fuerte por la muñeca.

- No, esta vez no. Christian sabes que has agotado muchas paciencias y que yo sigo confiando en ti. Sabes que siempre he querido ayudarte, y aún quiero hacerlo. Yo sé que dentro de ti hay un muchacho estupendo, bueno y generoso – me revuelve el pelo mientras lo dice, y yo, aún más incómodo, vuelvo a intentar inútilmente librarme de ella.- Amanda le ha contado al director lo que pasó ayer en el patio. Le ha dicho que no fue tu culpa, que sólo querías defenderla. Yo sé que dentro de ti eres muy bueno, y que nada hay del egoísta que han visto en ti los otros niños. Pero tienes que dejarlo salir Christian, tienes que dejar que todos lo vean como lo veo yo.

- Vale. ¿Me puedo ir ya?

- No. El señor Hettifield nos está esperando dentro, creo que vas a tener que decirle tú personalmente que no volverás a causar más problemas en su escuela. Y yo respondo por ti. Así que no me decepciones, te lo pido por favor. Y deberías darle las gracias a Amanda, ha sido muy valiente.

- Está bien, Grace. No te decpecionaré. Lo prometo – y esta vez lo digo en serio.

Grace tiene razón, no hay mucha gente que siga confiando en que hay algo bueno dentro de mí. De hecho, no hay mucha gente que trate conmigo. La única fórmula de relacionarme que he encontrado ha sido el silencio: sumirme en un mundo en el que no cabe nadie más que yo. Dejar que los demás vivan su vida, si yo no intento entrar en la suya, ellos no tendrán necesidad de hacerlo en la mía. Y así me ha ido bien. Hasta ahora. Así me fue bien con el cabrón que pegaba a mamá, así me fue bien con mamá cuando sólo quería tumbarse y dormir. Así me fue bien en la casa de acogida cuando Jack me golpeaba y me insultaba. Pero supongo que todos los que dejaban que me apartara del mundo eran todos aquellos a los que en realidad nunca les he importado. Grace quiere estar ahí, siempre. Y Amanda. Pero, ¿por qué?

El origen de GreyWhere stories live. Discover now