Capítulo 15

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Entre el veneno y el líquido quema grasas de Garrote, Tria se encontraba casi en los huesos. Solamente salía de su habitación para cepillara Pira y cenar en el camarote de la capitana. La abadesa les había dado un poco de leche de matrona de Cherm, para acelerar la recuperación. Como no la soportaba desde el Rito del Cambio Zhersem, se la daba cuando estaba casi dormida, ya que si no la escupía.

El otro sacerdote se dedicaba a estudiar el libro encontrado a los cismáticos, con lo cual también se le veía poco. Tuvo que pedir un permiso especial por escrito para llevarlo, no fuera que le acusaran de herejía.

Lo poco que había sacado en claro era que mezclaba las magias divinas de laVida y de la Muerte, con la de los magos de la tercera luna y la necromántica, de un modo que necesitaba mucha sangre y sacrificios para que funcionara.

Lo único positivo que trajo estar tanto tiempo en la ciudad fue que la Doncella de Bronce, hastiada ya de Puerto Acuerdo, se decidió a seguir viaje en el Ballenato Rojo. Las cenas eran mucho más entretenidas con ella presente. Siempre tenía una anécdota o una historia que contar, incluso una canción que cantar. Y tomaba buena nota de cualquier relato épico que no conociera.

Se hizo gran amiga de Garrote, ya que ella también poseía una amplia erudición. Incluso le ayudó con alguna sutileza sobre los significados de alguna palabra de los dialectos del norte. Una noche,estando a solas, acabaron con tres botellas de la reserva de la capitana; ella cantando viejas canciones de las Provincias de los Tres Ríos y él declamando romances en métrica caballeresca.

Atardecerse entretenía con sus estudios de sanadora, atendiendo a los marineros y pasajeros de diversas dolencias. El resto de su tiempo lo pasaba con la paniquesa, a la que intentaba enseñar algún truco. La provisión de huevos del barco se terminó pronto.

El viaje transcurrió sin incidentes durante poco más de una semana.Todo era rutina y tranquilidad. Ni se avistaban barcos, ni había tormentas. Tampoco se veía ningún animal marino más grande que un atún. Pero al noveno día, unos minutos antes del amanecer, el repiqueteo de una campana tocando arrebato despertó a todos los que no estaban de guardia.

El primer oficial era el encargado del turno, por lo cual, casi toda la tripulación y los viajeros más resueltos se reunieron alrededor de él. Informó de que se habían avistado dos bajeles con bandera negra, raudos gracias a sacrificar capacidad de carga.

Miria pareció en un camisón bordado y, tras escuchar las nuevas, empezó a dar órdenes.

—¡Todos a sus puestos, nos atacan! ¡Poneos las armaduras! ¡Vigía!¿Distingues alguna otra bandera?

—¡Sí,capitana! —contestó desde su puesto, en lo alto del mástil—. ¡Es parecida a la de otra vez, pero esta es con ocho estrellas!

—¡Venga,largad trapo! —gritó después de pensárselo unos instantes—. ¡Cuanto más tarden en alcanzarnos, más tiempo tendremos para prepararnos!

—Capitana—dijo la pelirroja en posición de firmes—, permiso para izar la bandera de las Paladinas del Cráneo.

—No creo que funcione otra vez. Seguro que los manda su amigo el pulpero.

—Ya lo sé, capitana. Pero mejor luchar también bajo esa bandera.

—Hágalo si le place, Devota.

—Voy a por ella, de paso aprovecharé y me pondré la armadura.

—Capitana,¿qué quiere que hagamos nosotros? —inquirió Zhersem.

—Tenemos pocas armas a distancia, así que si podéis freírlos desde la segunda línea, tanto mejor. Y la novicia que se prepare para curar a los heridos, va a haber un montón. ¡Venga, chicos! —continuó con las disposiciones—. ¡No olvidéis las armas! ¡Poned unos sacos de parapeto alrededor del timón!

Los servidores de la Muerte #WritingAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora