Capítulo 28

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Estimado Dos Pares:

Le mando el informe de la batalla tal como usted pidió. Sigo pensando que recibirá las noticias antes por otros medios, pero como insistió en que quería una misiva de mi puño y letra... Y sí, siguiendo sus indicaciones, la estoy haciendo con rapidez después de los acontecimientos. El polvo de la lucha aún no se ha posado del todo mientras escribo.

El plan, como recordará, era sencillo. Una fuerza de choque, compuesta por ambas ramas de los guerreros de las Dueñas, rompería las líneas del enemigo. El Regimiento Fantasma, llamado así porque son tan veloces que nunca se sabe donde están y aparecen de repente en cualquier lugar, y el resto de las tropas más raudas, pasarían por la brecha, dando luego la vuelta para atacar por la retaguardia. Los orcos serían enclavados por las falanges de las Provincias de los Tres Ríos, para que no pudieran maniobrar. La caballería pesada de Mercia, la guardia personal de Duque del Gran Caudal y sus mesnadas montadas más lentas, como los fardachos de los Montes Negros, cubrirían los flacos de la brecha y de las falanges; ya que no iban a ser empeñados en el primer choque, como sería usual, al disponer de los brazos militares de Las Damas.

Se contaba que los orcos fueran muy superiores en número, por eso se descartó una simple maniobra de flanqueo o intentar desbandar uno de los flancos. Las líneas del enemigo serían mucho más largas que las nuestras, pero se confiaba en la superioridad de disciplina y técnica de nuestras tropas.

Tal como se dijo en la conferencia de comandantes, era la táctica del yunque y el martillo. Las falanges serían el yunque y la caballería, junto con las del Cráneo y los del Roble, serían el martillo.

Pero ningún plan de batalla sobrevive intacto al primer contacto con el enemigo.

De todas maneras, no adelantemos acontecimientos. Su humilde servidora vio la batalla al lado de los oficiales de retaguardia, cuyo cometido era coordinar las tropas y mandar las reservas desde la cima de la única colina que se veía en varias millas. El resto se encontraba al frente de sus hombres, incluido el Duque, así que no pude observar su famosa valía como estratega, al estar supeditado a otros y a la defensa de los flancos. Quise estar con las falanges, para insuflarles ánimos con las viejas canciones, pero un oficial del Gran Caudal me indicó que tenía instrucciones, tanto del Duque como vuestras, para que permaneciera a salvo.

El despliegue orco fue el que siempre utilizan, unas gruesas filas de guerreros sin mucho orden, con las tropas montadas a los flancos. En vez de caballos, usan unas grandes aves carnívoras. Su peso y sus pequeñas alas les impiden volar, pero son raudas y feroces. No son muy dados a grandes maniobras, acostumbrando siempre a cargar todos al mismo tiempo. El terreno llano parecía favorecer sus intereses, sin accidentes geográficos para proteger nuestros extremos, no dándoles ningún motivo para hacerles cambiar de tácticas.

Pero esta vez venían acompañados de grandes lagartos, bestias que no se veían fuera de sus montañas desde hacía más de una cincuentena de años. Las dispusieron en el centro, todas juntas. La verdad que imponían respeto. Incluso desde mi posición se distinguían perfectamente, hasta los apéndices por donde lanzan peligrosos rayos eléctricos. Sabíamos por varios informes que disponían de nuevo de ellos, pero nunca se sospechó que fuera en tal cantidad, contándose en varios cientos. Cada uno portaba en su lomo una veintena de colmilludos, seguramente los menos preocupados por su seguridad.

A pesar de ello, se siguió el plan original. Las del Cráneo y los del Roble se lanzaron al choque contra la masa de infantería que se encontraba entre las aves del flanco izquierdo y los reptiles del centro.

Los servidores de la Muerte #WritingAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora