Capítulo 25

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La Doncella de Bronce ya estaba totalmente recuperada del envenenamiento cuando llegaron a Ciudad de las Torres. Remachador lo hizo antes, alcanzando pronto a Mordedor en la cantidad de jarras bebidas en las tabernas del camino. El que parecía haber empeorado de salud era Dos Pares. Después de la cena se quedaba retraído, tomando una copa de vino, a sorbos muy pequeños, casi sin hablar. Repasaba mentalmente una y otra vez lo aprendido en el libro rescatado de manos del hereje.

La última vez que habló largamente fue al pedirle a ella que le acompañara en este nuevo viaje. Mucho tuvo que insistir, ya que la ciudad le traía demasiados recuerdos de su hermana. Con un problema añadido, el mago no quería dar detalles sobre cuál sería su cometido hasta llegar a su destino. La convenció a base de halagos, de llamadas a la moral y con promesas como la de concederle el mismo privilegio conseguido en la biblioteca de Puerto en el Río en muchas del burgo favorito de los magos.

El artesano mágico pensó que la mejor manera de que pasaran desapercibidos era no intentar esconderse, actuando la doncella en algún lugar ya que a nadie le parecería anómalo. Así, él podría investigar los asuntos que les habían traído a la ciudad. Aunque no tenía un aspecto tan memorable como ella, sí que era conocido entre sus compañeros de las artes sortílegas. Los guardaespaldas difundieron que su amo estaba allí en busca de exóticos materiales para un artefacto redescubierto en un libro de la biblioteca de Puerto en el Río.

La bardo era recordada, para su asombro, no solo por el accidente. La forma de resolver el problema de la sensibilidad táctil, sumado al nuevo sonido de las cuerdas, le había dado merecida fama entre la comunidad artística. En las torres, a pesar de ser construcciones de hechiceros, la palabra arte no solo era utilizada para referirse a la magia. Pronto tuvo más invitaciones de las que podía atender.

Algo más de una luna tardó Dos Pares en acabar sus investigaciones. La ciudad había cambiado mucho desde que fue escrito el libro. Los nombres y trazados de las calles ya no eran los mismos, habiendo desaparecido la mayoría de los edificios de la época. Una noche, cuando la rapsoda se retiraba a dormir tarde, se encontró con que dentro de la habitación la estaba esperando el mago con sus dos escoltas.

—Esta noche la necesito —fue toda la información cedida por parte del brujo una vez recuperada del susto.

Seguidamente la obligó a ponerse una capa con capucha, unos guantes y un pañuelo al cuello, tapándole toda la piel que no estuviera ya debajo del vestido. Salieron por la puerta de servicio, moviéndose por los callejones secundarios. A pesar de todo el sigilo, no se dirigieron hacia ningún lugar apartado, ni a los barrios bajos, ni siquiera a alguna de las torres más viejas y medio abandonadas. Fueron al barrio central, al administrativo, donde las construcciones no se elevaban a los cielos y se encontraban el ayuntamiento y los templos. Entraron en el monasterio de la Diosa de las Alas Fuertes y fueron directamente detrás de un altar que ocultaba una puerta, ignorando a los iniciados y monjas allí presentes.

—Buenas noches, Sacerdote —saludó Dos Pares, tras abrirla y cruzarla, al hombre que allí les estaba esperando.

—Buenas noches, Artesano —respondió—. Esta es la Monja Recuerdos. —Señaló a una mujer que salió desde las sombras— Es la encargada de la biblioteca.

—Buenas noches, Artesano —dijo también la susodicha—. ¿Quiénes son lo que le acompañan?

—Ella es la reputada bardo Doncella de Bronce y estos dos son mis escoltas, Mordedor y Remachador.

—Todos no podrán bajar —explicó la religiosa sin que nadie le hubiera preguntado—, ya sabe que ese edificio es anterior a la llegada de la Fe de Las Diosas y aunque lo hemos conservado, no creemos que sea prudente que lo visite cualquiera.

Los servidores de la Muerte #WritingAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora