Bonus: Historia de un tropiezo.

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Nota: Este capítulo hubiera ido en el segundo libro que al final no escribí, pero ya que has llegado hasta aquí, querido lector, lo añado esperando que te guste el conocer algo más del pasado de uno de mis personajes favoritos ^^

Andremonia se encontraba de un humor extraño y melancólico. Mintri intentaba evitarla todo lo posible; su intuición le avisaba que podría ser peligroso para él, mucho más que cuando ella se encontraba en esa alegre manía homicida. La necromante, después de los sacrificios necesarios para prolongar su vida, se quedaba meditativa y silenciosa, sin ánimo de continuar las lecciones. Incluso una vez la observó como se detuvo con el corazón recién arrancado a medio devorar; y estuvo media hora inmóvil, de pie y la mirada perdida antes de terminarlo con desgana. Ni por volver a tener todos sus órganos originales el miriópodo se atrevería a preguntarle cual era la causa. Temblaba con solo imaginar qué oscuros pensamientos podían poner a su ama en tal estado.

Al final se atrevió a preguntarle a Cuerva, obteniendo una respuesta lacónica:

—Siempre se pone así por estas fechas, cuando la tercera luna eclipsa a sus hermanas. Se le pasará pronto. Mejor no indagues.

Mintrino replicó y se fue a estudiar unos pergaminos que su ama le había recomendado.


Andremonia intentaba repasar una de las múltiples invocaciones que conocía,aquella no la había usado en más de cuarenta años. Odiaba a esos neófitos de la necromancia que se creían preparados solo por poder leer los hechizos de carrerilla. El verdadero poder venía al tener una amplia gama memorizados, nunca se sabe cuando puede ser útil uno en particular. Tenía el libro abierto pero sin leerlo. Aunque miraba a las hojas, su mente se encontraba en otro lugar...


***


Andreley era feliz, muy feliz. Por fin había aprobado el examen degrado rojo. En esos momentos mostraba a su novio con orgullo el broche carmesí, con tres lunas grabadas, que anunciaba su nuevo rango.

—¿Ves, Raposo, como sí que estaba bien preparada para el examen? —le restregaba con una sonrisa. Estaba tan alegre que se olvidó de no levantar labios al hacerlo y enseñó las encías. En cuanto se dio cuenta se tapó avergonzada la boca. Odiaba ese gesto inconsciente.

—¡Claro que sí! Yo solamente te lo decía para que estudiaras más.¡Felicidades de nuevo! —Aprovechó el momento para abrazarla y darle un sonoro beso—. Ahora me tengo que ir a trabajar.

—¿Otra vez vas a actuar como El Graznido? —inquirió señalando una máscara de urraca que colgaba del laúd que él portaba al hombro.

—Sí, últimamente solo hay trabajo de bufón, no de bardo. Y tengo que pagar al maestro Curandero, ya le debo dos lunas. El pobre hombre tiene mucha paciencia conmigo y eso que necesita el dinero para uno de sus viajes de investigación. Y hablando de investigaciones, dice que cuando yo apruebe el grado naranja podré pagarle trabajando como ayudante suyo.

—¿Todavía sigue con lo de unir la música con la magia?

—Claro, y qué mejor para ello que un bardo tan bueno como yo...

—Ojalá fueras tan bueno con los rituales como con el laúd, ya serías grado purpura.

—Sí, ojalá. Lo siento, querida mía, pero no puedo llegar tarde. —Se despidió dándole otro beso, esta vez en los labios.


Andreley llegó a casa y se preparó un baño relajante, aprovechando de que sus piedras mágicas calentadoras aún funcionaban. Sumergida hasta el cuello y con los ojos cerrados compuso mentalmente una carta para mandarla a su familia, informando de la buena noticia. Llevaba mucho tiempo sin verla y la echaba de menos, pues sus estudios la retenían en Ciudad de la Torre, llamada así por el edificio que contenía la mayor y mejor biblioteca mágica en cientos de millas.La hechicera recordaba con nostalgia las viejas historias, cuando la magia era mucho más sencilla y hubiera podido aprenderla sin salir de su pueblo. Ahora los rituales duraban horas y no siempre se lograba el efecto deseado, teniendo que ser estudiados durante años.Las organizaciones de hechiceros se habían transformado en una hermandad cerrada, y solo en Ciudad de la Torre se tenían un buen número de profesores y conocimientos a mano.

Los servidores de la Muerte #WritingAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora