Capítulo 7: Ayuda

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—¡Por favor! Es bueno para ti

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—¡Por favor! Es bueno para ti. Hazlo, ¿si? —le pedía una de las mucamas a Camila. El tema era el siguiente, ella quería irse a una cita y ya estaba tarde, pero aún le faltaba limpiar una de las suites ejecutivas. Y como Camila era la única disponible de momento, pues las demás estaban ocupadas y ella ya había acabado con su ronda, ese sería el gran favor.

—Si la gobernanta se entera se molestaría. No, prefiero no provocarla.

—No se molestará. Además no tiene por qué enterarse. Yo te cubro, el tipo ni cuenta se da quien entra y quien sale, ahora no está y seguro que demora.

—No lo sé, es que estoy acostumbrada a limpiar habitaciones más pequeñas y siempre me andan vigilando. No estoy segura de cumplir con el tiempo en la suite esa.

—Claro que puedes, además no todo debe estar sucio. Mira, solo encárgate de la habitación principal y el baño. Pones en su sitio lo demás y ya yo mañana hago la limpieza completa, si hay inspección pues yo seré la culpable, tú no. ¿Te parece? ¡Di que sí!

—Está bien. Pero si pasa algo...

—Yo soy la responsable. No te preocupes.

Aún un poco dudosa, Camila tomó su carretilla y se fue por el ascensor de servicio hasta llegar al piso donde se encontraba la Suite Ejecutiva número cinco. Había escuchado de boca de la misma Olivia que el tipo que se alojaba en esa habitación acudía siempre sin falta cada dos o tres semanas, por lo que lo tenían bien a gusto y le complacían en todo. Si ella hacía mal la limpieza temía que este pudiera quejarse y sabía que de una forma u otra Olivia acabaría descubriendo que fue ella la que limpió la habitación y no la verdadera encargada.

Como era costumbre, tocó las tres veces reglamentarias y al no obtener respuesta simplemente entró. Una vez más sus ojos se maravillaron ante el lujo de las suites del Hotel Plaza. Sabía que debía ser rápida, así que pasó directo a la habitación pues la sala de estar parecía intacta. Fue al entrar a la habitación que se dio cuenta de que no estaba sola.

—Disculpe, señorita —dijo al entrar y encontrar una mujer semidesnuda y cubierta por las sábanas. Parecía muy tranquila y dormitaba en la cama, apenas se había percatado de la presencia de Camila—. Pensé que no había nadie.

—No te preocupes —contestó somnolienta—, estaba durmiendo y además ya es hora de que me levante. —La joven, que por cierto se veía muy hermosa, se paró y cubrió su desnudez con una bata—. Puedes limpiar si quieres, yo me quedaré acá un rato más —se acercó a la bandeja de frutas que habían colocado el día anterior cuando el huésped llegó. La joven buscó algo que comer y encontró una jugosa manzana que comenzó a devorar, se notaba estaba muerta de hambre.

Camila trató de no prestarle mucha atención y siguió con su trabajo. Para empezar, a cambiar esas sábanas que por la condición en que estaba era obvio que esa chica había tenido mucha actividad. Bien, al menos eso estaba listo y la chica que encontró seguía comiendo de las frutas. Se acercó su carretilla y quiso sacar el plumero, pero este se le resbaló y cayó debajo de la cama. Cuando se agachó para recogerlo se encontró con la prueba irrefutable de que la noche la había pasado muy bien. Le pareció asqueroso en un principio ver tres condones usados debajo de la cama, era la primera vez que le pasaba algo así. Pero tomó su escoba y los sacó de ahí de inmediato. Tenía que acostumbrarse, ya le habían advertido que encontraría cosas peores en las habitaciones y solo era cuestión de mucho cuidado.

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