Capítulo 12: Travesuras y demás menjunjes

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Ese día Priscila no iba a tener un día muy pesado, la hora del brunch no era de temer, aunque debía de dejar algunas cosas listas para irse antes del almuerzo

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Ese día Priscila no iba a tener un día muy pesado, la hora del brunch no era de temer, aunque debía de dejar algunas cosas listas para irse antes del almuerzo. Estuvo un rato ayudando a Kate a hacer el mise & place de su área, cuando sorpresivamente Adriano la llamó a un lado. Kate se alarmó, siguiendo el patrón de toda la vida, Adriano la iba a llevar con él y le iba a enseñar a hacer alguna cosa especial del restaurante, y si lo hacía mal pobre de ella.

—No empieces —le dijo ella en voz baja—. Adriano, Priscila está ocupada, tenemos mucho que hacer acá.

—No te preocupes, Kate, no le quitará mucho tiempo. Y si vi a estar dentro de mi brigada necesita aprender cosas esenciales, ¿no crees?

—Si acaso haces algo que la perjudique... —decía ella casi como una amenaza.

—Kate, ¿por quién me tomas? ¿Acaso soy el abominable monstruo de la gastronomía? Solo quiero enseñarle a hacer la mantequilla del maître. ¿Tienes algún problema?

—Hablas como si no te conociera.

—Está bien, Kate —dijo Priss, prácticamente habían estado discutiendo en sus narices—. Yo voy, no demoraré. —Priss miró a Adriano y sonrió recordando la conversación que tuvieron por la noche, él tampoco pudo evitar sonreír. Sabía perfectamente que eso de la mantequilla del maître era solo una excusa para estar a su lado un rato, ese encargo se lo pudo haber dado a Kate y no habría problema. Kate los miró extrañada, ambos se llevaban bien aunque aparentemente no se conocían.

El área donde trabajaba Adriano estaba un poco alejada de todas las demás. Solo tenía un par de chef como asistentes, eso incluía a Kate. Pero en ese momento ambos iban a estar solos y cualquier cosa que hablara nadie la iba a escuchar, un astuto plan del chef Hartmann.

—Vamos a hacer la mantequilla del maître, acá simplemente la llamamos mantequilla de Cameron —le explicaba—. Aunque es una leyenda urbana de los viejos tiempos eso que los maîtres se ponen histéricos cuando no sale la mantequilla como quieren, en parte tienen razón porque son los encargados del comedor. Y bueno, ver enojado a Cameron es como ver pasar a un cometa. Pero imagina que un día venga a quejarse diciendo que uno de los clientes dijo que "la mantequilla no sabía igual".

—¿Se pone histérico?

—Es capaz de destrozar la cocina.

—¿En serio?

—No, el histérico soy yo —admitió y ambos contuvieron la risa—. Bueno, eso ya te lo enseñaron en la escuela, pero acá le agregamos un toque personal. Hace un rato vino Cameron diciendo que necesitaba al menos un kilo más. Así que según tus estudios superiores, ¿cuánto necesitaremos?

—Emmm... ochocientos gramos de mantequilla sin sal, unas cinco cucharadas de perejil picado, dos cucharadas de zumo de limón, sal, ¿está bien?

—Si, ahora te daré el truco. Acá usamos pimienta en grano, molida por nosotros mismos. Además mezclamos primero todos los ingredientes antes de echarlos a la mantequilla y antes de servirla. Y para terminar una pisca de sal especial. Sobre la sal especial no diré mucho, casi nadie sabe cuál usamos.

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