Capitulo XXVII

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(Pongan multimedia mis bellas)

—¡Quiero el Divorcio! ¡Quiero el Divorcio!

Eran las palabras que resonaban una y otra vez en la cabeza del acaudalado y atractivo empresario, se quedó completamente inmóvil tras escucharle decir esa pequeña pero devastadora frase, estaba tan desconcertado, que ni siquiera pudo reaccionar cuando notó que Sophia salía de la habitación llorando, mientras él, se quedaba con los pies pegados al suelo. Fueron pocos minutos los que transcurrieron cuando por fin volvió en sí y salió a buscarla, sin embargo, ella ya había abandonado la mansión. Sintiendo un dolor agudo en el pecho, se sentó al pie de las escaleras de la entrada, tratando de asimilar lo que, de una manera tan sorpresivamente rápida, sucedió.

La había perdido.

Se llevó ambas manos a la cabeza en señal de frustración, sus ojos azules se tornaron rojos, tristes y apagados. Con los pies casi a rastras, se dirigió a su estudio, se encerró y destruyó todo lo que vio a su paso.

—MALDITA SEA—ladró con vos gangosa y con unas lágrimas corriendo por sus mejillas.

Sophia salió desecha conduciendo su antiguo coche, no quería absolutamente nada de Edrick Paltrow, iba destrozada, afligida, camino a su departamento, las lágrimas fluían y fluían de sus ojos sin cesar. Llegó al edificio, entró al elevador mareada y en cuanto puso un pie dentro del apartamento, las piernas le fallaron, no obstante, Jane fue lo suficientemente rápida y la socorrió evitando que cayera al suelo. De inmediato y guiada por los nervios y el susto, llamó al médico de la familia para asegurarse de que su hermana estuviera bien. Con mucha dificultad, se las ingenió para llevarla al sillón y recostarla, impregnó de alcohol un algodón y se lo pasó por la nariz, Sophia bastante adormilada y muy débil, recobró la conciencia.

—Sophy? ¿Sophy? ¿Me escuchas? —inquirió Jane asustada.

—Jane... ¿qué sucedió? ¿Qué me pasó? —preguntó la castaña desorientada.

—No lo sé, es lo que quiero saber, entraste llorando y te desmayaste ¿cómo te sientes?

—Me siento un poco mareada, tengo náuseas y me duele mucho la cabeza.

—El doctor viene en camino, debe estar por llegar—susurró Jane tomándole la mano.

Repentinamente Sophia se desarmó en llanto.

—Sophy, me preocupas, por favor, ¡dime qué está pasando! —Suplicó la rubia también llorando y se desesperó más, cuando su hermana no mencionó ni una sola palabra.

El médico llegó cuando Sophia estaba más controlada, le tomó la presión y le extrajo una muestra de sangre mientras ella le relataba los recientes malestares. El Doctor en base a esa poca información, comenzaba a tener una ligera sospecha de lo que podía estarle pasando, le mandó unos tranquilizantes para que descansara, se relajara y se retiró.

Jane estuvo al pendiente de ella en todo momento, gracias a los calmantes, logró dormitar varias horas y reponerse, hasta que avanzada la noche despertó.

—¿Te sientes mejor hermanita? —Quiso saber Jane en lo que se sentaba a su lado.

—Sí, me siento un poco mejor, al menos ya no me duele la cabeza— murmuró con los ojos acuosos, las lágrimas amenazaban con desbordarse de nuevo.

—Qué te sucedió, Sophy? —Dime qué es lo que te tiene tan mal e hizo que llegaras en estas condiciones, ¿discutiste con tu esposo?

—Le pedí el divorcio.

Jane palideció.

—¿Qué? —pero, si hace tan solo unos días hablamos y me dijiste que eras la mujer más feliz del mundo.

UNIDOS POR CONTRATOWhere stories live. Discover now