Especial dos: Cómo sobrevivir a sus hormonas alborotadas.

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Eran las tres de la tarde de un día sábado común y corriente, habían almorzado hace una hora y, luego de haber jugado un rato con Manteca, decidieron ir a terminar sus trabajos correspondientes para tener el resto del fin de semana libre.

Sehun estaba tranquilamente leyendo luego de haber terminado de crear una coreografía, ajeno al pequeño castaño que lo miraba con ojos hambrientos y se esforzaba por terminar la última parte de su informe.

Toda la semana había estado en las tardes junto a Sehun simplemente pasando el rato cómo novios, sin pasar más allá de los besos. Entendía que el mayor estaba agotado por toda la práctica de esas nuevas coreografías que había estado creando, sin embargo, sus hormonas no lo hacían y aquello sólo le complicaba.

Se sentía la mayor parte del tiempo con ganas de verle, tirarse encima de él y que le hiciera lo que quisiese, su cuerpo ardiendo cada vez que Sehun llevaba esas camisetas ajustadas, cada vez que las venas de sus brazos sobresalían y cuando lo abrazaba por detrás mientras cocinaba y podía sentir ese fuerte y duro pecho contra su espalda.

No sabía qué le pasaba y se estaba desesperando.

—¿Bebé?

El alto lo descubrió mirándolo perdidamente y Luhan quiso hacer un agujero en el suelo y esconderse para siempre.

—A-ah, s-sí.

Sehun también había estado notando ese comportamiento extraño en su pequeño, más cuando se le acercaba y éste se tensaba notablemente.

Dejó el libro de lado y se movió hasta quedar junto a Luhan, alejando el ya terminado informe y tomando las manos ajenas entre las suyas.

—¿Qué pasa, bebé?

El menor se sonrojó.

—N-nada, senpai.

Frunció los labios y lo miró enojado.

—Odio que hagas eso.

Luhan lo miró confundido.

—¿El qué?

—Que te guardes las cosas, que no tengas la confianza para decirme que tanto ronda por tu cabeza y hagas como que todo está bien.

—No es eso...

—¿Entonces qué, Luhan?

Su corazón se oprimió. Sehun lo llamaba de esa manera cuando ya estaba más que enojado.

—Es que, cuando te veo, me pongo caliente...

—¿Qué?

Las orejas del castaño enrojecieron y lo fulminó con la mirada.

—¡Que me siento caliente cada vez que estás a mi lado y no sé por qué me pasa ahora!

El pelinegro lo miró en silencio, luciendo un poco sorprendido, pero inmediatamente adoptó su expresión de siempre, aunque con una sonrisa divertida dibujada en los labios.

—Estás pasando por el periodo de las hormonas alborotadas, mi amor —Luhan jadeó con ese último apodo—. Cuando estaba a punto de cumplir diecisiete pasé por lo mismo y, al contrario de ti, yo hice lo que mis impulsos me decían.

Luhan frunció el ceño.

—Y te enrollaste con chicas rubias con mucho labial y locas-asesina-cactus.

Soltó una fuerte carcajada y abrazó la cintura del menor, tirándolo hacia su regazo y acurrucándolo como un auténtico bebé.

—Hasta que me tropecé contigo y te encargaste de soportar mis hormonas.

Luhan escondió el rostro en su cuello y suspiró, mandándole escalofríos al mayor.

—¿Es normal querer todo el tiempo tus manos sobre mí?

—Sip.

—¿Querer que me manosees?

Sehun comenzó a acalorarse.

—Sí, bebé.

—¿Querer estar contigo en una cama todo un día?

El autocontrol del pelinegro se estaba esfumando.

—Ah, Lu, no seas así.

Se alejó del pecho contrario y parpadeó curioso hacia él.

—¿Eh?

—Me estás excitando, bebé.

El pequeño comenzó a reír escandalosamente, incluso Manteca llegó animado a la sala de estar y comenzó a mordisquear las manos del incómodo pelinegro.

—Creo que tu etapa de hormonas alborotadas aún no pasa del todo, senpai~.

Sehun gruñó y se levantó con él en brazos, llevándolo como una princesa escaleras arriba.

—¿Qué te parece lo de estar en la cama todo el fin de semana? —preguntó, haciendo sonreír a Luhan.

—Me parece perfecto, cariño.

Aquello logró encender al alto por completo, ansioso por encargarse del problema de su pequeño.




Que tengan un buen comienzo de semana, lindas♥.

Cómo sobrevivir a Luhan y no morir en el intento » hunhan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora