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— ¡Tenía un enorme...! —extendí mis brazos lo más que pude y abrí los ojos como platos cuando sentí mi brazo derecho chocar con algo.
— Auch —escuché un quejido y volví mi vista a donde venía.
Uno de los niños nuevos se encontraba a mi lado, quejandose de dolor mientras se sobaba el cuello.
Por primera vez en los dos meses que iban del ciclo escolar, me permití observarlo bien. Su cabello castaño tenía un ridículo corte de hongo, estaba lleno de lunares y sus ojos miel se veían hermosos reflejados por la luz del medio día.
— ¡Oye! Yo te he visto. Estás en mi salón —él niño asintió. No parecía muy conversador—. ¿Eres Darren? No, espera no, ¿David?
— Es Dylan, estúpida —masculló una de las niñas a mi lado.
— Ohh, bueno, yo soy Felicity —agite mi mano con entusiasmo.
— Hola —sonrió de lado.
— Bueno, Dylan, ahora serás mi amigo, me caes bien —sonreí tanto que mis ojo se hicieron chiquitos.
Tomé la mano de Dylan y tiré de él hacia mi para atraerlo en un abrazo.
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