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Toqué el timbre del departamento de Shawn como loca hasta que por fin abrió la puerta.
Mi novio -o probablemente ex novio- se encontraba frente a mi, claramente sin ánimos y menos de verme.
— Tenemos que hablar —afirmé, haciéndome paso adentro del departamento.
— ¿Hablar sobre qué? —preguntó indiferente.
— ¿Qué mierda es esto Shawn? ¿Y qué mierda es lo de Instagram? —exigí saber mientras le mostraba el mensaje que me había dejado hace media hora.
Shawn suspiró.
— Fel, yo te amo, con todo mi corazón, pero... —sus ojos comenzaron a ponerse rojos y cristalinos—. Tú no lo haces y es momento de que ambos lo aceptemos.
— Yo si te a... —
— ¿Recuerdas la fiesta de Carrie? —asentí—. Cuando estabas borracha yo te llevé a casa, tú me dijiste que me quedara y estaba a punto de hacerlo, hasta que dijiste "quédate, Dylan" —una lágrima rodó por la mejilla de Shawn y me sentí la peor persona del mundo—. Eso fue lo que hizo que dejará de mentirme a mi mismo.
— Estaba borracha, Shawn. Eso no significa nada —negué enseguida, intentando acercarme a él.
— Entonces dilo —fruncí el ceño—. Mirame a los ojos y dime que me amas más de lo que lo amas a él.
— Yo... —cuando mire sus ojos y sus mejillas llenos de lágrimas no pude.
Yo no lo amaba, sólo le estaba haciendo daño. Le había hecho daño y él todo lo que hizo fue amarme.
— Yo te quiero, Shawn —dije en un suspiro.
Shawn medió sonrió de lado.
— Me quieres, pero no me amas y mucho menos como lo amas a él —afirmó.
Dios, tenía tanta razón.
— L-Lo siento mucho, Shawn. Lo q-que menos quería era hacerte daño, yo...
— Está bien, Fel —me cortó—. Fue culpa de ambos, yo muy en el fondo lo sabía desde el principio y no lo quise aceptar.
El castaño se acercó a mi y me rodeó con sus brazos mientras yo escondía mi rostro en su pecho y comenzaba a llorar.
— Mierda, ¿qué se supone que haga ahora? —mascullé.
— Creo que deberías decirle —susurró mi ex novio.
— ¿Shawn? —hablé mientras me separaba de él y lo miraba a los ojos.
— ¿Sí?
— ¿Podemos seguir siendo amigos? —pregunté secando las lágrimas de mis mejillas.
— Por supuesto que sí —sonrió de lado y volvió a abrazarme.
Lo quiero, lo quiero mucho, pero a Dylan lo amo, por más miedo que de aceptarlo.
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