Capítulo veintisiete

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Se encontraba en aquel apartamento de la sexta avenida, en los suburbios de Gotham y exhalo el aire de forma pesada, ciñendo mas las bolsas de la compra antes de entrar a la casa. Dejó las llaves a un lado, y recibió un disparo que al impactar hizo un ruido sordo. 

Genial, hoy le había tirado una tasa. Miró los trozos de la porcelana y a la culpable antes de ir a la cocina, dejar las bolsas y volver a recoger los dichosos trozos. Uno de los varios mininos de aquella casa, la recibió encantado de su presencia, y ella se limitó a acariciarlo con el pie.

Comenzó a preparar la comida. Hoy haría algo simple como un estofado. Miro la receta en ese libro-manual que se vio forzada a comprar. Escucho ruido desde la sala, y tras dejarlo todo puesto, y a los gatos alimentados, salió a ver que era lo que su molesta... ,– no, no era nada suyo, rectificó– , la molesta mujer hacía

La encontró delante del televisor, gritando a la pantalla y solo hizo su característica muletilla. 

– ¿Qué cojones haces Kyle?– dijo, haciendo notar su presencia. 

– nada que sea de tu incumbencia. – la menor la miro con ese gesto tan característico. 

"Otro ataque" pensó, tendría que darle la medicina para que no fuese a mas.

– espero que te comportes esta vez. – fue por el dichoso asunto, que solo le traía problemas con aquella mujer, que estaba empeñada en abandonarse. 

Tras una batalla con el Sombrerero, la gata de Gotham estaba muy tocada, psicológicamente hablando. Pero, ¿Quién iba a pensar que tras cortar con Bruce se aliaría con él? Nadie. Y allí estaban las consecuencias: una Selina Kyle, un tanto trastornada, hundida y sin el apoyo de la familia que ganó junto a los justicieros. Temporalmente, se recordó, ya haría algo para solucionar aquello. O el mayordomo lo haría. Le importaba mas bien poco mientras aquello acabase.

Cogió y agitó un pequeño frasco con una solución dentro, para meterlo en una jeringa; giró hacía donde había dejado a la mujer, si es que se podía seguir llamando a ese manojo de hormonas y lágrimas así. La hallo subida al estante, como un gato mas. 

Trono la lengua a sabiendas de que tendría que darle la medicina a las malas. Dejo la jeringa a un lado, cerca de ella, antes de tirar de la pierna de la gata, que le intentó dar una patada; volcó el estante, para hacerla bajar, y durante el salto de huida de la otra, la cogió para arrojarlas al suelo. Forcejeo con ella en la alfombra, entre tanto libro disperso, y alcanzó la jeringa con dificultad. 

La gata la mordió en la muñeca, y ella le clavó el objeto en la pierna, administrándole el tan necesario líquido. Selina se relajo, de apoco fue soltando el agarre sobre ella, y pudo ponerse de pie, para cargar a la morena y arrojarla al sofá. Puso el canal de música en la tele, apartando las noticias de sufrágil mente, y recogió el desastre, bajo su atenta mirada.

– no entiendo tus motivos. – la oyó. 

– no espero que lo hagas. –

– me recoges de la calle, bañas, curas y me preparas la cena. Para rematar, vienes todos los días a medicarme y hacerme compañía. Incluso, escuchas mis problemas sobre Bruce. – hizo un pausa sumida en sus propios pensamientos. – Bruce me hablo de ti. Su descripción no te hace justicia. –

– la justicia es un concepto relativo. – respondió, a lo que la otra río de forma cansada.

– eso te habrá traído problemas con el. Os parecéis mucho, ya sabes, tienes un aire...eres como una copia. Supongo que tu madre así lo quiso. – solo percibió como la menor se encogía de hombros sin saber que decir. – por eso, no entiendo tus razones para cuidarme tan fielmente. –

Sus Ojos (Damian Wayne)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora