Gracias por...

130 17 9
                                    

You're running after something

That you'll never kill.

If this is what you want

Then fire at will.



Nunca creyó que llegaría a tomar la iniciativa alguna vez en toda su existencia. Pero cuando uno se encuentra con el tiempo suficiente como para dar la vuelta a la Tierra una notable cantidad de veces, hasta las cosas más extraordinarias se vuelven cotidianas. Quién le iba a decir hace un año o dos. que acabaría dando vueltas por el apartamento con la mirada centrada en mil palabras al unísono; cien hojas en mano, apuntando y tachando con un permanente, leyendo y escudriñando hasta la última palabra que es capaz de encontrar, tratando de fabricar las piezas de un puzle que ni siquiera está completo. Cada vez que su mirada se desvía por una milésima hacia el espejo de vinilo, tarda en reconocer su propio reflejo. No sabe si eso le agrada o no.

―Veamos, creo que si nos plantamos en el local en el que se gasta su suelo jugando al mahjong, será bastante fácil seguirle la pista hasta un sitio apartado... ―Entonces sus ojos se plantan en el otro folio que sostiene―. Aunque por otro lado, quizá si vamos a su pastelería favorita, quizá podamos montar un espectáculo para llevarlo hasta una trampa... ¿Qué opinas tú?

Pero la segunda cabeza pensante de la habitación no emite ni el más mínimo reproche de ayuda. Frank levanta la vista de todo el papeleo, para encontrar al otro tumbado sobre la cama, con las manos debajo de la cabeza y las piernas colgando al borde del colchón. Por suerte, no parece tener los ojos cerrados, así que al menos ha tenido la decencia de no quedarse dormido durante la preparación del plan. El demonio rueda los ojos con tal diámetro que siente como casi se le desencajan, plantándose dentro de su campo de visión en cero coma.

― ¡Tierra llamando a idiota! ―recita mientras sacude con fuerza los muelles del colchón para sacarlo de su ensoñación.

Gerard responde a la llamada con una pequeña convulsión, volviendo a la realidad como si le hubieran echado un cubo de agua fría: ―Lo siento, estaba distraído...

―No hace falta que lo jures... ―protesta el otro, con suma desaprobación en el semblante―. Vamos, Gee. Tú eres el cerebro del dúo. Sé que este tío no es precisamente estimulante, pero antes no te solía importar lo hijo de puta que fuera. Te necesito concentrado en todo momento. Tenemos que dar unos últimos pasos de lo más cuidadosos...

Gerard se frota la raíz del cabello, tratando de llamar a las ideas: ―Lo sé, lo siento... Es que estaba...

―Pensando en lo de Bert ―refunfuña el demonio, cruzándose de brazos―. Menuda sorpresa.

―No puedo dejar de darle vueltas ―añade el chico, sentándose sobre el colchón con un amplio movimiento―. Es probablemente el más jodido de todos, porque me conocía demasiado a fondo. Y además, segura que recuerda lo de la última vez, lo que pasó con Jeph. ¡Puede que hasta te recuerde a ti! ¿Cómo coño se supone que vamos a pillarle por sorpresa, cómo vamos a evitar a todos sus...?

―Ya, eso está genial, pero para otro momento ―le corta Frank, agitando las hojas ante sus ojos―. De nada nos va a servir lo de Bert si no estás a lo que estás. Él no es más que otro nombre en la lista, y deberías tratarlo como tal. No menosprecies lo que nos queda, porque no va a ser fácil.

Gerard suspira, asintiendo con pesar. Últimamente todo le parece más complicado de lo que solía ser al principio, cada día resulta más costoso que el anterior. Puede que simplemente esté quemado por tanta bala desgastada, pero no puede evitar sentirse atraído hacia un agujero de lobreguez del que no puede nadar a contracorriente. Por eso no puede esperar ni un segundo más para romper todas las cadenas que lo retienen en el mismo sitio. Antes de que sus propias ideas lo empujen hacia el abismo.

Tres Hurras por la Dulce VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora