12. Clases

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—Ok —comenzó el cuando estuvo ubicado en su lado de la cama, su brazo rozaba el mío—. Primero este, es más sencillo —dijo más para el que para mí —. Permíteme —susurró y me tomó de la muñeca presta a comenzar con nuestras clases de Braille.

La corriente eléctrica dijo presente y luché por no temblar, haría el ridículo.

Con mis dedos entre los suyos hizo que los deslizara sobre una pequeña superficie de la hoja. Todo en su conjunto era muy rugoso, como si las páginas hubieran sido punteadas con un tenedor.

—¿Qué sientes? —me preguntó y me limité a responder lo que el quería saber, ignorando el centenar de sensaciones anexas que me invadían.

—No estoy seguro —acepté —. Parecen puntos.

—Exacto —me alentó—. ¿Cuántos puntos sientes aquí? —y detuvo mi dedo sobre un centímetro de página.

Presté un poco más de atención.

—Uno —contesté acariciando aquella única elevación del papel.

—Sí. Lo que debes saber diferenciar es la ubicación y la cantidad de puntos, nada más —con el hasta parecía sencillo —. A ver… prueba aquí —dijo y movió mi mano hacia la derecha, sólo un poco.

—Son… tres puntos, dos arriba: uno al lado del otro, y uno solo abajo.

—Así es —coincidió el —. La letra que sentiste primero es una ‘A’, está de aquí es una ‘M’. Notas la diferencia, ¿cierto? —asentí con la cabeza, rozando el resto de los puntos que se continuaban a la ‘M’.

—¿Qué dice? —quise saber.

—Dice: “Amor, que todo lo puedes, permíteme ser dueño de su corazón” —susurró el, demasiado cerca de mí.
Ignoré el retorcijón que había dado mi estómago al escuchar esas palabras de sus labios.

Me hubiera gustado mirarlo a los ojos, leerlos y saber qué pensaba acerca de ese intrincado tema. Pero una vez más me decepcioné al recordar que no podía hacerlo.

— Bien —comenzó el otra vez volviéndome a la tierra—, continuemos.

Louis siguió mostrándome las sutiles diferencias entre cada letra. Los números quedarían para otra clase, pero según mi maestro, era un tema sencillo y sólo variaban en un par de puntos delante de las letras que ya estaba empezando a distinguir.

El me alentaba con frases sencillas que siempre lograban que mi desconocido corazón se acelerara por razones que me negaba a encontrar. Me pregunté porqué era enfermero cuando la profesión de profesor le sentaba tan bien.

—Y puedes hacer lo mismo con el rostro de las personas —musitó en medio de una de nuestras clases. Siempre en mi cuarto.

—¿Cómo?

—Sólo haz de cuenta que las personas son como las letras —me aleccionó y me tomó de la muñeca, la levantó en el aire y la posó en algo suave y cálido.

Aquella estática que sentía cada vez que el y yo estábamos muy cerca volvió a aparecer cuando supe que era su rostro.

¡Su rostro estaba bajo mi mano! Casi olvidé hasta mi nombre.

—Presta atención a las formas —me dijo, como si pudiera prestar atención a algo —. No soy narizon, ¿te das cuenta? —deslicé mis dedos por aquella piel suave.

Recorrí sus mejillas redondeadas, casi me las podía imaginar como las había pintado en mi cabeza una tarde, hacía ya un buen tiempo.

Seguí con su nariz, precisamente, era pequeña, ligeramente respingada.

LUZ DE MEDIANOCHE [Larry Stylinson] {Adaptación} TERMINADAWhere stories live. Discover now