13. ¡Maldita sea Harry!

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Louis estaba muy concentrado en su trabajo de quitarme el yeso de las partes de mi cuerpo, y yo muy concentrado en el perfume que desprendía su persona. Si el agua me quemaba, no me había dado cuenta.

Algo me decía que debía comenzar a preocuparme por las reacciones que el producía en mi, pero acalle ese ‘algo’ con el mismo aroma tropical que casi me sabia de memoria.

Al final y cuando el comenzaba a hablarme de nuevo, sentí el roce de las tijeras cuando el yeso estuvo lo suficientemente reducido a gasas tanto en la pierna como en el brazo.

-¡Vaya! Se siente bien- exclame, mientras movía mis extremidades entumecidas.

Me había sentado en el borde de la tina, con el frente de mi y mi pierna en su regazo. No quise pensar muco en esa escena.

-¿Verdad que si? ¿Quieres intentar ponerte de pie?

-Lo voy a intentar

No fue difícil, ni que volviera a caminar después de años de parálisis, igualmente me sentí como el niño que da sus primeros pasos. Louis se mantuvo cerca, con sus manos en mis hombros, listo para atraparme en caso de que perdiera el equilibrio, pero no hizo falta.

-¡Vaya! se siente genial -dije maravillado cuando estuve de pie—. Mañana mismo tienes que llevarme a dar un paseo como la gente —medio amenacé al chico frente a mí. Se me daba tan fácil hacer bromas ahora.

El rió. —Ok. Ahora deberías bañarte, ya puedes hacerlo solo, como querías desde el principio.

—Es verdad. Al fin voy a dejar de sentirme violado con la mirada —bromeé, o intenté hacerlo.

Por alguna razón, no estaba tan emocionado como debería. Es decir, comenzar a hacer las cosas por mi propio medio era lo que quería desde el comienzo, sin embargo tal emoción no llegaba nunca.

—¡Oye! —me retó el dándome un golpe en el hombro. Exageré con una mueca de dolor —. ¡Tú eres el culpable!

—¿Yo? —pregunté inocentemente.

—Sí, tú. Tal vez si no tuvieras un cuerpo tan… —se calló de repente.

—Tan ¿qué? —quise saber enarcando una ceja.

Era verdad que antes me pasaba mis buenas horas en el gimnasio ejercitando mis músculos, pero todo era pura vanidad y no pensaba que hubiera logrado tan buenos resultados, si es que era a eso a lo que se refería.

—Nada, Harry. Ya estoy diciendo estupideces—susurró—. ¡Báñate! —me ordenó.

—Ok, mamá —reprendí e imité un saludo militar.

—Ja-ja —rió sarcástico —. Estaré afuera si necesitas algo.

—No creo que el patito de goma quiera asesinarme, no te preocupes.

Y el volvió a reír mientras salía.

Me quité las prendas en cuanto estuve seguro que no estaba Louis y me decidí por usar la ducha en lugar de la tina, que aún debería de estar llena de los restos de yeso.

Era indescriptible la sensación de libertad que experimentaba ahora que me había liberado y que podía hacer más cosas solo.

Podía leer, podía darme un baño. Casi ya no necesitaba de ayuda, casi no necesitaba de Louis.

Por poco, el jabón se me escapa de mis manos al considerarlo desde ese punto.

¿Cuánto tiempo más podría contar con el? Pronto debía marchar, otros pacientes lo necesitaban.

Mi corazón dio un apretón extraño y me sentí enormemente egoísta. No quería que nadie más lo acaparara.

Sin embargo, había ya pocas cosas que podía enseñarme, quizás una semana más y unas clases de “cómo encontrar lugares” o “cómo desenvolverme en la ciudad”, y el habrá saldado su cuenta conmigo, nada más lo retendría a mi lado.

De repente, comencé a extrañarlo, aunque sabía que aún estaba arreglando mi cuarto del otro lado de la puerta.

Me esforcé en concentrarme en mi baño, pero estaba resultando inútil, deseaba salir y estrecharlo en mis brazos, deseaba rogarle que no se fuera, que lo necesitaba.

Pero, ¿qué me estaba pasando? ¿En qué momento… comencé a sentir esto por Louis?

Esta vez el jabón sí terminó estrellándose contra el suelo del baño.

—¡Maldición! —exclamé, por el jabón y por el sentimiento que había descubierto.

—¿Hazz? —preguntó la voz de Louis amortiguada por la madera de la puerta—. ¿Estás bien o el patito de goma intenta asesinarte? —quiso saber antes de soltar una carcajada.

—Estoy bien —musité enjuagándome la espuma que cubría mi cuerpo. Buscar el jabón iba a ser imposible.

—¡Ok! —cantó el.

No, no, no. Eso estaba mal, muy mal. Eso era pasarme de la raya.

Apoyé mi frente en la pared delante de mí, de una manera en que el agua tibia de la ducha seguía cayéndome en la nuca, apreté los dedos contra los mosaicos y reprimí un grito.

Maldito, maldito sea mi corazón. ¿Acaso era masoquista? Parecía que disfrutara sufrir con los amores inalcanzables.

“¡Qué original, Harry!”, me felicitó con sarcasmo una voz en mi cabeza. “El ciego enamorado de su cuidador”.

Y yo que me reía de historias de amores imposibles y dolorosos, siempre me habían parecido exageradas.

“Jamás te hará caso, entiéndelo”. Y era verdad pura y dura.
Louis jamás se fijaría en mí.

Manoteé buscando la toalla que solía colgar a un lado de la ducha, me medio sequé con la garganta seca y atolondrado por el descubrimiento sin dejar de maldecirme por dentro.

Torpemente, anudé la tela a la altura de mi cadera, compuse mi expresión lo mejor que pude y salí con cuidado intentando no resbalar.

—Casi entré a ver si no te habías ido por las cañerías —bromeó Louis hacia la dirección equivocada, como si desviara el rostro y evitara mirarme.

Sólo atiné a reír y a sonrojarme, ahora que lo sentía de una manera distinta, ahora que había escalado posiciones dentro de mi corazón sin que me haya dado cuenta de ello, ahora me cohibía con más intensidad que antes.

—Te dejé la ropa sobre la cama, si no necesitas nada más me voy a dormir —anunció—. Cada vez me necesitas menos ¿eh? Eso debe sentirse genial —esa debió de ser una exclamación de lo más alegre y positiva, sin embargo, no fue con alegría con lo que llegó a mis oídos.

—No tienes idea —susurré.

—Ok, buenas noches, Hazz. Me llamas si me necesitas.

“Te necesito”.

—Buenas noches, Louis —dije sin ánimos.

Un escalofrío me recorrió la espalda y supe que tenía frío aunque me había quedado de pie en el mismo lugar.

Tanteé la cama y encontré fácilmente mi ropa, ordenada de manera que pude diferenciar al instante las prendas. Me las calcé como pude y me acosté entre las sábanas, aovillándome como si mis brazos me proporcionaran un abrazo dado por Louis.

Que absurdo.

No estaba seguro de poder dormir, pero igualmente cerré mis ojos con fuerza. No iba a llorar. Debería entender de buenas a primeras que olvidar ese sentimiento era lo mejor, debía desterrarlo antes de que fuera demasiado grande y me doliera más.

Todavía más absurdo.

LUZ DE MEDIANOCHE [Larry Stylinson] {Adaptación} TERMINADAWhere stories live. Discover now