3: Perdido.

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Tal y como los planes de mi cabeza lo han ordenado, en cada uno de mis recreos recorro la biblioteca de la facultad. La bibliotecaria y yo nos llevamos bien desde el inicio, y pronto tengo un carné de entrada a la biblioteca sin problemas.

Incluso, cuando uno de mis maestros -el de la última lección- nos da el tiempo libre por una nueva edición en la dirección, decido ir a ese lugar. Es cómodo y silencioso, al igual que espacioso y poco frecuentado, lo que hace que se vuelva un lugar perfecto para encerrarse. Y con eso comprendo a las personas que vienen a encerrarse a este lugar.

Es cálido. Y los libros lo hacen parecer rústico, como una especie de monumento histórico lleno de bonitos cuadros y pintura bien cuidada.

Al entrar, por la tarde luego de haber almorzado, tomo asiento a una mesa lejana de la entrada y enciendo mi computador para ponerme a hacer él resto de trabajos que debo hacer. Tengo muchos trabajos por adelantar, y si quiero subir mi calificación en Cálculo a un fabuloso diez, tengo que ponerme a estudiar desde ya.

Durante un rato, estudio un par de manuscritos que me recomendó mi maestra de Cálculo y anoto las cosas que me parecen más importantes del mismo. Luego, trato de iniciar con mi proyecto de Cívica y lo alargo un poco con la intención de que si por alguna parte al final deban quitarme puntos, con esto del inicio, me los reembolsen.

El tiempo se me pasa como si fuese un solo minuto y cuando escucho la campanilla de la puerta de entrada, me obligo a detener mi investigación para conocer sobre la persona que ha llegado. La bibliotecaria no está, y al parecer, soy la única persona a la vista en el lugar, así que uno de los ocho del grupo de chicos de medicina, se acerca a mí y me dedica una mirada sorpresiva.

- ¡Vaya! -Sale de sus labios, y parece feliz-. Mira, creo que ahora va a ser imposible perdernos, ¿cierto?

Alzo una sola vez la cabeza y vuelvo la vista a mi computador con disimulo. No debería portarme así con él, no luego de haberme ayudado ya varias veces, pero es imposible no sentir que si lo dejo acercarse, él hará que sus amigos se acerquen a mí y creerán que tienen el poder de molestarme mucho más de lo que ya lo hacen. Lo sé porque he estudiado la psicología de personas como ellas, si por algo me caracterizo, es por ser curiosa y este tema no se va de mis manos.

Ellos se creen los alfas. Saben que lo controlan todo por ser una de las facultades más caras y prestigiosas, sin embargo, a estos se les ha subido un poco -mucho- la altanería a la cabeza. La facultad de Derecho estudia Medicina, Ciencias Políticas y Económicas al mismo tiempo, ¿por qué no nos dan un mejor mérito?

- ¿Sabes dónde está la señora que limpia este lugar? -Cuestiona y yo lo veo un par de segundos. Sigue igual de sencillo, pero seguro.

No encuentro bien las palabras para responderle. Con un «No», me veré demasiado distraída, con un «No lo sé», me sentiré estúpida, lo cual probablemente también me haga ver estúpida, y otra respuesta que responda a esa pregunta no está en mis manos.

- ¿Sabes o no? -Exige, insistente en hablar conmigo.

-No, no lo sé -mascullo.

Perfecto. Unirlos es la mejor opción para escucharme como una total imbécil. ¿Y tiene que preocuparme? Se supone que no debe, pero siento que estoy pateando mi poca dignidad ante ellos y no me parece justo.

-Bueno, parece que visitas este lugar muy seguido -sonríe, apartando una silla y sentándose a mi lado-. ¿Tienes una idea de dónde puedo encontrar un libro acerca de los componentes primordiales de la cabeza?

-No.

-Bien. Gracias, eres increíble como ayudante en la biblioteca -dice, carente de emoción-. Vamos, por favor, seguro lo sabes. Es la primera vez que piso este lugar, solo aquí lo puedo encontrar y...

Días de GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora