EPÍLOGO.

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Cuando Alexander se ha dormido, me levanto de la cama donde estábamos hablando sobre lo que él cree y no cree del amor, me levanto y salgo de su cuarto. Harry está sentado en el sofá, con la película de Mulán reproduciéndose mientras él duerme plácidamente. Se ve como un angelito así.

-Ey, mi caballero de brillante armadura, sin corcel ni auto y de paso, dormilón -le acaricio las mejillas, y él abre los ojos, perdido-. Vamos, a dormir a la cama.

-Ah, pero la película estaba maravillosa -se queja-. ¿Cómo no me dijiste que Disney era tan bueno?

-Me dijiste que eran una niñada -me río-. Olvídalo, ni siquiera la estabas viendo. Vamos a dormir. Lo necesitas.

-Te necesito a ti -me toma de la mano y me obliga a dar la vuelta al sofá, sentándome en sus piernas-. Te amo, ¿no te lo dije? Eres horrible, espantosa, ¿no lo mencioné? Y soy muy afortunado.

-Yo también te amo -lo beso profundamente-. Tú también, eres espantosamente feo. Y yo soy muchísimo más afortunada que tú, Harry. Porque tenerte a mi lado es lo mejor del mundo.

- ¿Hablaste con tu padre? -Pregunta y yo asiento con la cabeza-. ¿Qué te dijo?

-Tienes razón, me puso lo peor de lo peor -bromeo-. Imagínate, me tengo que casar por la iglesia con un hombre feo, muy feo. Y yo te prefiero a ti, mi amante.

-Entonces huyamos juntos -sonríe de oreja a oreja-. Y seamos amantes fugitivos por el resto de nuestras vidas.

- ¿Me lo prometes? -Cuestiono, es ahora ni turno de preguntarlo.

-No. No lo prometo. Las promesas son ilusiones que no se cumplen casi nunca -aclara-. Mi reina, yo lo voy a cumplir. Lo haré realidad.

-Estaremos bien -lo beso, apasionadamente y él sonríe.

-Estaremos bien, mi reina -corrobora, y me besa de vuelta.

Fin.

Días de GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora