𝙥𝙧𝙤𝙡𝙤𝙜𝙪𝙚

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━━━━━━━━━━━━PRÓLOGO MATHILDA MYERS ━━━━━━━━━━━━

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PRÓLOGO
MATHILDA MYERS
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ACTUALIDAD
AGOSTO, 1991

          Y ENTONCES AHÍ estaba. La que podría ser un diamante cubierto de polvo en una mina o una pieza de oro que algún idiota predicaba como pirita.

Mathilda.

Recién cumplidos sus dieciséis años podía contarse como una de las grandes bellezas del horrible pueblo de Derry. Portando siempre una dulce cara de ángel y ojos picarones con esa chispa de rebeldía dándole aquel toque seductor y atractivo perfectamente balanceado. Casi siempre usaba crop tops con el estampado de alguna banda de rock acompañando con pantalones holgados o alguna falda desaliñada sin faltar sus botas rudas pareciendo antiguas o converse sucios. Otro complemento era su bello y mediano cabello liso más oscuro de la noche resplandeciendo así mucho más sus ojos cafés casi mieles que siempre eran adornados con alguna sombra de ojos apenas notable y máscara de pestañas, él rojo de sus labios y mejillas era natural. Descuidada, salvaje y sencilla.

La extraña y única niña de segundo grado que hacía suspirar a la mayoría de bobos en Derry. Tenía un encanto natural que solo ella sabía como mostrarlo, de esas chicas que solo encuentras una vez en tu vida y te deja un sabor de boca igual que aquellos dulces que con la saliva llegan a explotar en tu lengua gracias a la saliva. Una dosis de adrenalina y con ganas de algo más, algo grande, que no podrías de idear ya hasta que lo disfrutas y te das cuenta de que era lo que necesitabas. No era su físico, estatus o rumores, nadie lo sabía. Era como una chispa que resplandecía cada de sonreía, lo cual era raro, por eso era especial.

No por nada logro domar el corazón del peor matón del pueblo. El gran temido Henry Bowers.

La pelinegra levantó su dedo medio hacia Victor Criss luego de que el pareciera soltar alguna broma para luego ambos reír cuando en ese instante los ojos azules que la miraban de lejos notaron cómo su novio se acercaba a ella por detrás abrazando su cintura y depositando un exagerado beso en la mejilla.

Su relación era entendible en muchos sentidos puesto que ambos eran personas que fácilmente puedes encontrar en la sala de castigo o fuera de la oficina del director por su actitud despreocupada y nada pacifica.

Pero, desde la perspectiva de Bill Denbrough el comportamiento de Mathilda todavía podía ser justificable siendo que los problemas — si es que se podían llamar así — en los que se metía eran por inútiles intentos de detener peleas que Henry iniciaba o por defender a algún estudiante ya sea de algún bully o de la injusticia de un maestro, no conocía límites y eso le gustaba, que no tuviera miedo. Incluso era de los pocos que no lograba comprender como alguien como ella estaba con alguien como Henry ya que sus acciones decían más que mil palabras las de ambos siendo completamente contrarias y pese a que Mathilda luciera indiferente cuando le agradecían por la ayuda, él sabía que en realidad se preocupaba por los demás.

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