Capítulo 4

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"Albacea"

S.M Guzmán


"He flaqueado ante el marrón hechizante de tus ojos, como un fuego ardiente cesado ante tanto dolor. Entonces aun mirando esas esferas suavizadas por rastros de lágrimas me cuestiono ¿Qué lado te doy a conocer primero? ¿El bueno o el malo?

Saboreo despacio el líquido negro que pasaba por su paladar, dejo la tasa con café a un lado mientras su vista se fijaba en un punto de aquel restaurante donde esperaba la llegada de la última de los Di'Martino.

No le sorprendió para nada recibir la llamada de Ferrer, informándole de la reunión que le había pedido Francesca. Aquel abogado que había contratado para llevar de forma legal todo los procedimientos, él hombre era eficaz en su trabajo y él le inventiva con grandes bonos a sus cuentas. Sin embargo los años de zozobra le arraigaron en su ser la desconfianza. No podía permitirse que nadie pudiera hacerlo titubear ante sus propios planes.

Tal y como lo había hecho con la seguridad que le fallo a Di'Martino, Ferrer iba a correr con el mismo final. Todos muertos, por su ambición desmedida.

La vio atravesando el portal de la entrada con unos cuantos hombres de tras de ella. Su piel blanca lucia perfecta sin gota de maquillaje, su cara no demostraba ningún atisbo de inseguridad y su mentón se alzaba con galantería. Haciéndole saber a los que admiraban su belleza, que ella era merecedora de ese detalle, que ellos eran quienes debían de sentirse alagados por permitirle mirarla.

Surco una sonrisa en su rostro, cuando sus miradas se encontraron en un choque. Descargando la vibrante furia que escondían sus retinas.

Ella no lo odiaba, no tenía razones conocidas para hacerlo. Él simplemente era un extraño que su padre había incluído en su vida por no creerla capaz de manejar su imperio.

Él en cambio la aborrecía por ser el gen de Di'Martino, en el mundo. Pudo matarla, tal cual como hizo con sus padres, como su padre hizo con su familia pero él le tenía reservado algo más...  mucho más.

Francesca, tomo asintió en la silla frente a él. No hubo un saludo de cortesía, y eso no era algo que esos instante fuera de importancia. Ella estaba ahí poniéndole frente a la situación, se había retractado de sus palabras.

No podía ser tan egoísta y pensar solo en ella, sus abuelos en esos instantes dependían de ella, y si no hacia las cosas como debería le estaría demostrando a su padre y a ese hombre que era una incapaz.

── Si voy a casarme. Lo haré por mi familia no quiero ponerlos en riesgo── Fue directo al punto, su voz era dudosa. ── ¿Dónde vivirán nuevamente mis abuelos? ── Pregunto.

Matteo, sonrió a sus anchas enderezándose aun más en su sitio.

── Hemos decidido que tus abuelos por ambas partes se residencien en Venezuela, no habrá complicaciones por lo que sé uno de tus abuelos maneja perfectamente el español ── Respondió Giglifiore, su voz era fuerte. No le importaba cuan tosca podía resultar la niñita. Él iba ha cambiar eso.

── ¿No correrán ningún riesgo?

── Absolutamente, ha nadie se le ocurriría buscar en el sur de América.

"Absolutamente, cuando soy yo su mayor riesgo."

── Es mi única familia, he decidido velar por ellos.

── Veo que estas comportándote racionalmente ── Chasquea la lengua. Lo miro severamente sin lograr intimidarlo.

── ¿Yo donde viviré?

── Viviremos ── Corrigió acomodándose en su asiento. ── Milán, ni Italia son seguras para ti, por lo tanto te mudaras a New York. Yo me radico allá por mis empresas.

── ¿Qué pasara con el corporativo? ¿Con mi casa?

── Yo me encargaré del corporativo, en cuanto a la casa es tu decisión no la mía, tú verás si quieres venderla.

── Los empleados ── Hace un murmullo para si, pero él lo escucha.

"No flaquees Matteo, no te sientas culpable. Ella no tiene porque importarte".

── Serán reasignados, buscaremos las maneras que ocupen una vacante en las empresas que conforman el corporativo, excentuando a los de seguridad ── El cuerpo de la muchacha se tensa, arrugando el entrecejo.

── ¿Por qué no a los de seguridad?

── Francesca ¿Acaso nunca has sospechado de los atentados? Únicamente murió el escolta de tu padre nadie más, no confió en la seguridad que te protege por eso he designado gente de mi absoluta confianza.

── ¿Sin consultármelo?

── Ahora eres mi prioridad.

Ahora eres mía.

Un escalofrió la recorre en segundos sus palabras atraviesan sus nervios, atreviéndose a conectar su mirada con la de él.

── ¿Por qué haces esto?

── Mis razones las conocerás más adelantes, eso puedo asegurártelo.

Ladea su rostro soltando el aire retenido por sus palabras.

── No quiero una boda, solo firmaremos por civil. Nada de iglesias y patéticas decoraciones ── Él asiente en afirmativa con ella. ── No seré una esposa sumisa ni mucho menos haré lo que se te venga en gana aunque en resumidas cuentas más que mi esposo serás mi niñera por así decirlo ── No hay gota de sarcasmo o burla en sus palabras pero él de igual forma se ríe.

── Totalmente de acuerdo contigo, yo tengo una vida en la cual no te quiero inmiscuida. Sin embargo te pido respeto y discreción, suelo ser muy obsesivo y recelo con lo que es mi propiedad.

Francesca, se ríe ante sus palabras en una carcajada seca.

── No soy de tu propiedad. No soy un objeto.

Lo eres. Desde el instante en que decidí aplazar tu muerte. Soy el Dios de tu vida, yo decido cuando mueres, cuando vives.

── No voy a meter en tus líos de faldas. No me importas.

Él cierra los ojos por inercia, como si hubiese recibido el golpe más brutal de su vida.

── Tengo que viajar a Roma, regreso mañana haré que preparen todo para únicamente firmar el papel ── Se pone en pie ── Francesca, ten toda tus cosas preparadas, posiblemente mañana mismo partamos ha América.

No espera su respuesta, sale del local con sus hombres cubriéndole la espalda. A paso firme, sin vacilé con la misma superioridad que critica de la mujer que unos segundo tenía frente a él.

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