Capítulo 9

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"Albacea"

S.M Guzmán

Si lo mirase desde otro punto de vista casarse no es tan mala idea. En aquellos instantes seguramente estaría muerta o prisionera de las cuatro paredes que sotenian la villa Di'Martino, por el contrario del asunto estaba allí frente aquel espejo incrédula de su propia imagen.

Se supone que una novia debe verse radiante y feliz. Se supone que una novia por lo menos debe portar un simple vestido o alguna prenda blanca que simbolice aquel día pero ella no poseía ninguna de las dos.

Su madre solía fantasear con vestidos pomposos de un blanco virginal, algún moño alto y el maquillaje reluciente. Muchas flores y una magnifica fiesta pero aquello murió junto con ella. Y aquella unión era sinónimo de una alianza entre conglomerados, nada más que eso.

Su mente estaba agotada ante tantos pensamientos. Era su deber que aquello se cumpliera de su cuenta corrían los empleos de centenares de personas y la vida de sus abuelos.

Bufo con exasperación porque aunque hubiese puesto todo su animo en verse presentable su imagen no la terminaba de convencer. Aliso los pliegues de la gabardina que la cubrían poniendo sus pies en movimiento para salir de la habitación.

Al abrir la puerta su corazón se tenso, frente a ella estaba el hombre que desde ese momento se convertiría en su esposo.

── Buenos días Francesca. ── Matteo, lucia impecable y su voz rasposa, medida y cautelosa seguía alterándola de una manera que no lograba descifrar. Lo detallo de arriba ha abajo enfundado en un traje negro que casualmente combina con la gabardina que ella usaba, sus ojos azules más frió de los normal.

── Buenos días Matteo. ── Respondió de forma cordial irguiendo más su porte. El hombre frente a ella le llevaba dos cabezas por encima.

── Es grato verte lista ¿Deseas comer o vamos de una vez a la notaria?

── Prefiero finiquitar este asunto de una vez.

Matteo, hizo asentimiento leve mientras cedía el paso a la muchacha. Ella camino delante de él con ese movimiento en particular en que tena por mover las caderas y levantar el mentón. Su padre la tuvo que enseñar muy bien a manejar esa superioridad y galantería que desprendía.

El trayecto en el auto fue silencioso y cuando por fin se encontraron frente a la notaria, fue ella quien se aferro a su mano. Él tuvo la sorpresa pero rápidamente se dio cuenta que lo hizo debido al escenario donde se hallaban.

Todas las parejas allí presentes se sonreían con entusiasmo, como si casarse se tratara de la cosa más feliz del mundo y eso para Matteo, estaba más que claro que no era así.

En este mundo la felicidad dependía de los ceros que se reflejaban en los estados bancarios cada mes.

Avanzo sin importarle la fila de personas acompañados de sus familiares y amigos, a los demás no les importo su presencia. Él vestía un traje formal y ella llevaba una gabardina beige hasta las rodillas con unas sandalias de tacón negro, parecían listos para cualquier cosa menos casarse.

Como todo hombre influyente él no debía hacer fila. Su cita estaba más que acordada y fijada. Ellos simplemente firmarían el acta que después le seria otorgada un día siguiente y los declararía formalmente marido y mujer.

No hubo dudas en ninguno de los dos al tomar el bolígrafo, escribieron sus nombres sin atisbo de inseguridad.

Estaban casados. Ya no había marcha atrás. Las manos de Matteo, tomaron con posesión la de Francesca, sus ojos grises se tornaron oscuros y más profundo de lo habitual.

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