Capítulo 13

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"Albacea"
S.M Guzmán

Despertar a las seis de la mañana pese a que su noche, prácticamente fue en vela, debido a las constantes pesadillas de Francesca, fue simplemente placentero.

Ella se adueñaba de su cuerpo con fiereza, mostrando su miedo en ese hecho y eso le encantaba, no podía negarlo.

Retiro el cabello de su frente y admiro sus rostro hinchado, conmocionado y a su vez relajado. Había dormido a deshora al igual que él, y se imaginaba que en esos momentos no descansaba por los pesadillas que formaban en su orinica.

Se levantó con sumo cuidado de no despertarla, para así tomar una ducha y poder empezar el día poniendo todo en orden.

La intromisión policial era algo que debía controlar sin hacer mucho alboroto, legalmente se había protegido y en los archivos policiales de Italia, la muerte de Alice, Giuseppe, y su seguridad se debían a represalias por negocios turbios que habían fracasado.

El agua corrió por su cuerpo, relajando sus músculos.

Esa era otra estocada para su esposa, saber la verdad de Giuseppe Di'Martino. El verdadero origen de las arcas de su familia y el líquido capital que ahora había heredado.

Le mostraría todas las estafas, todas las familias que al igual que la suya se destruyeron, todas las pruebas de desfalcos y malversación de fondos que tenía bajo su poder.

Dejaría pasar algún tiempo para eso. Uno prudencial y entonces jugaría su carta. Le daría calma a Francesca, calma y felicidad y luego dolor y desdicha, y así sucesivamente hasta convertirlo en un círculo vicioso dónde ella perdiera la cordura.

Salió del baño luego de varios minutos, estaba enfundado en un traje gris con un corbata azul de rayas plateadas en combinación, camino la estancia que los separaba.

La encontró despierta y arreglada.

Tenía un pantalón negro ceñido y un suéter gris, sus zapatos eran unas botas de tacón negro hasta el tobillo.

Ella estaba dándole la espalda mirando un punto fijo en aquel ventanal gigantesco frente a la cama de la habitación.

── Pensé que seguías dormida ── Su voz rasposa, medida y precavida se abrió paso haciendo que la muchacha se girase frente a él.

── No estaba dormida ── Confesó ella haciendo que el corazón del hombre saltará de emoción, la había acariciado creyendo justo lo contrario ── . Dormí muy poco en realidad.

── Lo sé.

── Gracias por cuidar de mí ── Jugo con sus manos hasta que levantó la mirada hacia él ── . Sé que no tenemos buena relación...

── Prometí velar por tí ── Interrumpió él avanzando hasta acortar un poco la distancia. Ella lo miro directo a los ojos, era curioso el cambio en el color de su iris de gris a azul o viceversa.

Matteo Giglifiore, ya no era un enigma ante ella, pese a que un desconocía ciertos aspectos de su vida sabía entonces los más ensenciales. Era un hombre fuerte e inteligente, capaz de defenderse solo a la situación en la que se vio un día cuando se supo huérfano y allí estaba frente a ella dueño de un emporio y capaz de velar por ella y su familia.

Tenía sus aspectos malos, era controlador y tenía un temperamento fuerte tan parecido al suyo que sus dilemas se generaban por saber quién de los tenía más autoridad.

── Quería pedirte de favor que fueses tú quien se encargará que lo restos... ── Aquella imagen vino de nuevo a su mente dejándola incapaz de continuar.

── Mis hombres se harán responsables por qué los restos del guardaespalda lleguen a su familia y lo hará de forma completa.

── Que los gastos vayan en cuenta de las arcas de mi familia, paga lo que sea necesario.

── Francesca ── Llamo de nuevo está vez aumentando un poco su tono ── . Te he dicho que me encargaré, y lo haré para que su familia no viva la zozobra de buscarlo ── Escucho su interior sucumbir ante su propio grito internó, aquel que pregonaba que lo hacía solo por el remordimiento de conciencia.

── Está bien ── Se rindió ella con una calma fingida, tanta falsa como la de él. Camino hasta detenerse a la par con el hombro del muchacho ──. Sácame de aquí ── Y aunque no lo buscase, aquella frase fue digna de una orden.

Para Matteo, aquello fue razón suficiente para saber que el orgullo de Francesca, estaba tan intacto como cuando la conoció. Rompió varias cosas en su alma, destruyó muchos de sus sentimientos pero no había conseguido que aquel orgullo y carácter tenas, disminuyeran y aunque lo negará eso le encantaba.

Una sonrisa cínica apareció en sus labios y se atrevió a seguirla para así poder abandonar las estancias del hotel.

Bernardo, ocupo el papel de chófer mientras él iba detrás tecleando en la pantalla de su celular las órdenes para sus hombres en Italia.

── Debemos esperar a que la policía liberé lo que tiene de evidencia ── No quiso decir la cabeza de Piero, era muy temprano para revolver su propio estómago.

── ¿Crees que tarden mucho? ── Le cuestiono ella sin atraverse a mirarlo.

── El necesario, pero voy a mover mis influencias. Su familia debe darle cristiana sepultará.

── Su madre debe maldecir cada una de mis generaciones. ── Sopeso recordando lo infeliz y desacuerdo que tenía aquella mujer por el oficio de su hijo. ──. A su hijo lo han matado por mí.

── Por tu familia ── Corrigió él logrando atraer su mirada ──. Son las consecuencias de tales oficios, él sabía que algo así le podía ocurrir pero eligió su profesión por encima de todo.

── Aveces no miras más allá de tus narices ── Rugió ella ──. Existen personas obligadas a realizar este tipo de trabajo por la carencia de dinero en su familia...

Paró de golpe la palabrería alzando la vista hacia el hombre. Algo en su interior rugió con fuerza y fue capaz de recordar el pasado de aquél ser a su lado.

── Careci de dinero, de un hogar y de familia. Aún así fui capaz de escoger lo que quise para mi vida Francesca, ser custodio fue la decisión más rápida que escogió Piero, tal vez le apasionaba el oficio, pero lo que quiero que entiendas que fue su decisión ser quien fué.

AlbaceaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora