Capítulo 8

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"Albacea"

S.M Guzmán

"Me entenderás cuando te duela el alma tanto como a mí. Frida Khalo

Tu corazón a un ritmo desenfrenado fue el cántico celestial para calmar mi amargura princesa".

Toda su existencia la dedico a ser un hombre importante para poder destruir al maldito infeliz que decidió exterminar a su familia para conseguir más poder. Meneó el vaso entre sus manos agitando el liquido marrón que chocaba sin fuerza entre los bordes del cristal. Giuseppe, seguramente estaría revolcándose en su tumba porque ahora él era, el único dueño de la fortuna Di'Martino.

  ── A tu salud Giuseppe. ── Brindo frente el ventanal de su oficina antes de darle un sorbo al vaso. ──  Ahora seré yo quien disfrute de la buena vida.

Sonrió sin ganas antes de darse vuelta y chocar con la mirada acusadora de su mano derecha. Ellio Rizzo, el abogado era parte primordial de todos los asuntos legales de las empresas de Matteo, sin embargo desconocía la historia completa que creo al hombre de tempano frente a él.

  ── Vas a terminar volviéndote loco. Lo digo y lo sostengo Matteo, deberías revisarte ──  El comentario del muchacho hizo que Matteo, ensanchara su sonrisa y posara toda su concentración en él. ──  Entiendo que estés feliz porque Di'Martino, dejara en tus manos su fortuna. Pero no debes celebrar de esa forma. Eso es enfermo. 

Matteo, chasqueo la lengua antes de tomar asiento en la silla que le otorgaba el poder absoluto de  su emporio. 

  ── Corrección Ellio. Giuseppe, no solo me dejo toda su maldita fortuna. Es decir prácticamente toda Italia. No amigo ── La imagen de la mujer que actualmente ocupaba una habitación en su casa llego hasta su mente. ──  También me dejo a su hija. 

  ── Hablas de ella como si fuera de tu propiedad. No sé quien este más loco, si tú o el viejo por armar tan disparatado testamento. ──  Ellio alzo ambas cejas dejándolas caer con tedio. ──  Pero bien tus asuntos personales no me interesan. He sacado el tema de los Di'Martino, porque necesito el acta de matrimonio para afianzar todas las propiedad con Company Giglifiore.  

No puede ser... No puede ser. Simplemente no podía ser. Lanzo con fuerza el vaso con coñac que tenia entre sus manos contra la pared del despacho. 

  ── ¡JODER! ── Su grito de impotencia inundo el espacio. Al tiempo que en su mente la imagen de dos días atrás se revivía ante sus ojos como un fiel recordatorio de haberse fallado así mismo. 

Francesca, debía pagar por lo que su padre le hizo a él. No podía tener consideración pero se sintió incapaz de dejarla en manos de otros hombres. 

  ── ¡Vaya! ── Ellio silbo ante la reacción tan desconcertante de su amigo. ──  Definitivamente Matteo ¿No has pensado en tomar una consulta con el terapeuta de la oficina?

── No estoy loco. ──  Tajo con frustración. Maldiciendo su mendigo olvido. 

── Bien. No estoy de acuerdo con eso pero bien ¿Por  qué se te chiflaron los tornillos? ── La mirada ruda del muchacho hizo reformular  la pregunta de su amigo.  ── ¿Por qué reaccionaste de esa forma?

  ── He estado ocupado en ciertos asuntos y he dejado pasar  la clausula impuesta ── Hablo a medias ¿Como jodidos olvido su propio contrato? Resoplo con molestia poniéndose en pie. 

  ── ¿A donde vas? ── Ellio imito su acción pero se quedo fijo en su posición mientras Matteo, avanzaba a la salida de la oficina 

── Debo acordar ciertos detalles con mi esposa. 

...

Dos días habían transcurrido. Dos días donde las horas se cecinaban sin premura y el dolor era menos disipado. En aquel instante se encontraba sentada en el mueble que adornaba la ventana de la habitación que le fue otorgada.Se sentía tan ajena ha aquella situación que estaba viviendo. Cierra los ojos. Se pidió así misma creyendo que al abrirlos se encontraría nuevamente en Milán, seis meses atrás donde comenzó aquella amarga travesía. 

Suspiro con resignación al abrir los ojos y ver el virginal blanco en las paredes. Después del atentado en su contra en el estacionamiento del aeropuerto no había vuelto a ver a Matteo. Se encerró en aquel cuarto donde el servicio se dedico a atenderla y él simplemente a ignorarla. Que complicado era toda esa situación su única fortaleza era el hablar con sus abuelos.

Debía asumir el compromiso que ella misma acepto. Aquello era un simple contrato que debían firmar para fortalecer un documento ya estipulado. Un contrato que para bien era por su propio beneficio.

Si bien Matteo, no era de su confianza era algo que se podía arreglar. Como bien dijo su abuela, si su padre lo eligió para ser su albacea era porque se trataba de un hombre correcto. Solo debía dedicarse a forma una relación junto a él, una relación donde ella pudiera manejar el corporativo Di'Martino, y todas las compañías adjudicadas a esta. Aquel matrimonio solo iba a fortalecer una sociedad.

El ligero sonido de golpes en la puerta la hizo salirse de sus cavilaciones.

── Adelante.

Tras su orden la puerta cedió mostrando en el portal a la que según creía ella se trataba del mayordomo.

── El señor pide su presencia. 

Su cuerpo reacciono de forma imprevista, el vació en su estomago la hizo estremecerse pero aun así siguió al hombre enfundado en un uniforme negro clásico para la servidumbre masculina. La guió a lo largo del mismo pasillo donde se ubica su habitación  hasta detenerse frente la ultima puerta del fondo.

No espero más indicaciones y tomando una bocanada de valentía entro a la habitación sin tocar. Lo diviso de espaldas frente a una biblioteca. Su postura erguida se mantenida ligeramente encorvada observando la caratula de algún libro. Como en otras tantas ocasiones vestía un traje negro que se acentuaba a la perfección con su tono pálido. 

  ── Tanto dinero invertido en tu educación Francesca, como para que entres sin tocar la puerta ──  Su voz era áspera y ronca como un arrullo tranquilizante para cualquier persona.

── Pediste mi presciencia. No tendría porque tocar cuando se que esperabas por mi ──  Tajo cruzando de brazos al tiempo que él se daba vuelta para encararala.  

Si su estomago seguía sufriendo las consecuencias del vértigo que le producía observar, pensar o escuchar alguna mención del hombre frente a ella debería acudir pronto con un doctor. 

  ── Existen ciertos puntos que quiero dejar claros contigo. Primero. Tuviste una educación casi completa por lo tanto usa esos modales que deben estar escondidos por alguna parte. 

── Seguro. ──  Bramo. 

── Segundo ──  Ignoro la mueca de Francesca. ── Debes empezar a salir de esta casa, hay ciertas cosas que necesitaran de tus firmas para concretar negocios. Tercero. Nos casaremos mañana hay que finalizar con esto de una vez. 

── Bien. ──  Suspiro. ── ¿Algo más? ── El muchacho negó ante el cuestionamiento.  

Francesca, intento salir del despacho pero su mano quedo inmóvil alrededor de la perilla cuando los dedos tibios y largos de Matteo, se cerraron en su entorno. Su respiración perdió la regularidad. Giro un poco la cabeza encontrándose con esos témpanos azules que se habían esculpido en su mente con claridad. 

  ── Debes estar preparada mañana temprano. ──  Su susurro fue forzado y antes de que pudiera seguir confundiéndose más soltó la mano la muchacha alejándose con rapidez.

 Escucho la puerta cerrarse y el bombardeo interno de su sangre golpeaba con fuerza detrás de sus orejas. La cercanía con Francesca, lo hacia cada vez más débil ante si mismo. Resoplo, botando el aire contenido en sus pulmones. No podía detenerse cuando solo había logrado la mitad de su cometido.

AlbaceaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora