Capítulo dos

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Cuando Yoongi despertó, lo primero que pensó fue que tenía hambre. Lo siguiente, que no estaba en su casa. Lo tercero, que quería volver a casa. Luego, recordó todo lo ocurrido en las anteriores veinticuatro horas, y poco a poco fue incorporándose. No le hizo falta mirarse para saber que la ropa que llevaba no era suya, ya que desprendía un olor desconocido, igual al del resto de la habitación. Puso los pies en el suelo y se levantó con lentitud. Se sentía bastante bien, descansado, y definitivamente quería volver a casa.

Salió de la habitación en la que había estado durmiendo, y el aroma de algo delicioso lo llevó hasta el primer piso. Pasó a escuchar también un tarareo y sonidos varios, como pequeños golpes de madera y cajones siendo abiertos y cerrados. Dudó, sopesando sus opciones: dado que iba descalza y que no sabía dónde hostias estaba, salir de la casa sin más no era una opción; por otro lado, estaba bastante seguro de que el chico que lo había encontrado en el río era el mismo que estaba en la cocina en ese momento, y lo cierto es que no parecía demasiado amenazante o tener ganas de matarlo. Le daría un voto de confianza y lo premiaría con su presencia.

Entró en la cocina sin miedo alguno, como si esa fuera su casa y tuviera todo el derecho del mundo entero, pero sin hacer ningún ruido. Yoongi era de los más sigilosos de su manada, y podía decir con orgullo que cuando no quería que alguien lo escuchara lo conse...

—Buenos días.

Vaya, mierda.

Miró con desagrado al beta que, aparentemente, era la excepción y sí podía escucharlo. Sabía que no era un alfa por la falta de intensidad en su olor corporal, y definitivamente no era un omega. Cuando este se giró y notó su ceño fruncido, se lo devolvió con una expresión de soberbia total. —¿Tienes algo que decirme, mentolado?

Yoongi gruñó ante el mote y avanzó hacia la mesa que había en el centro de la cocina, para luego sentarse en una de las sillas. En la mesa había dos platos, dos vasos, dos pares de cubiertos y condimentos varios para lo que, suponía, era el desayuno. ¿Acaso sabía que iba a despertarse? ¿O es que también lo había oído cuando aún estaba en el piso de arriba?

El beta rodó los ojos y siguió a lo suyo, que parecía ser darle la vuelta a unas tortitas que tenían una pinta bastante deliciosa. Se quedaron varios segundos en silencio, el mayor concentrado en su trabajo y Yoongi concentrado en el trabajo del mayor. Estaba absolutamente dispuesto y preparado para criticarlo si hacía algo mal, aunque apenas supiera nada de cocina. Poco después, el beta apagó el fuego y sirvió las tortitas en un plato. Luego lo llevó a la mesa y se sentó delante de Yoongi. Se sirvió unas cuantas y comenzó a condimentarlas con distintas cosas: mermelada de fresa, chocolate deshecho, queso fresco y ligeramente derretido, una especie de crema blanca que no logró identificar... Parecía que estaba preparándose una de cada tipo. Yoongi se lo quedó mirando cuando cortó la primera en trozos y dio el primer bocado, y el segundo, y el tercero, y el cuarto.

Fue cuando el beta ya había empezado la segunda tortita que habló.

—No está envenenado. —comentó casualmente, como si realmente no le importara demasiado si Yoongi comía o no, un instante antes de meterse un buen pedazo en la boca con el tenedor.

El hambre hizo a Yoongi reaccionar entonces, y comenzó a untarse los alimentos que reconoció en las cinco tortitas que se sirvió. Comieron en silencio a partir de ahí, sin molestarse en fingir que querían conversar.

Una media hora después, cuando ya no quedaban tortitas en el plato y Yoongi había averiguado que esa sustancia blanca era crema de nata, carraspeó. El beta, que estaba guardando la comida sobrante en su lugar, lo miró por encima del hombro un segundo antes de volver a concentrarse en lo suyo. Yoongi frunció el ceño y se irguió en su silla, en absoluto acostumbrado a que se le ignorara.

El beta no dejó su labor en ningún momento, ni si quiera cuando volvió a dirigirle la palabra. —Si quieres decirme algo, dímelo, no esperes que deje lo que estoy haciendo para prestarte toda mi atención.

Yoongi gruñó en respuesta, y el beta suspiró con cansancio. —Y por el amor de Dios, no me gruñas. —cerró uno de los armarios y se dio la vuelta, encarando a Yoongi. —Estás en mi casa, digiriendo mi desayuno después de dormir en mi cama y de haber sido salvado por mí, ¿y aún así me gruñes?

Bueno, tenía que aceptar que tenía un buen punto ahí. Aunque seguía pensando que había querido abusar de él cuando estaba inconsciente, no podía ignorar que lo había llevado a su casa y le había dado cobijo cuando perfectamente podría haberlo dejado tirado en medio de la montaña, congelándose y con la ropa hecha... Un segundo. Su ropa.

—¿Me has desnudado? —preguntó con espanto.

El beta pareció confundirse mucho durante varios segundos, ya que alzó ambas cejas y abrió los ojos como naranjas. —¿Cómo?

—Mi ropa. No está. Llevo ropa tuya. ¿Dónde está mi ropa? ¿Qué has hecho con ella? ¿Y por qué me la has quitado?

El mayor, que ya entendía a qué se debía su ofuscación, rodó los ojos. —Lo que hay que oír. —murmuró, para luego mirar a Yoongi.— ¿Quieres calmarte, jodido paranoico? Tu ropa estaba toda mojada y tenía que hacerte entrar en calor, ¿qué iba a hacer? ¿Dejarte en la cama tal cual estabas para que lo mojaras todo y cogieras una hipotermia? Tuve que hacerlo, no creas ni por un instante que fue por gusto propio... No eres en absoluto mi tipo. —añadió desviando la mirada y observando una cafetera con expresión aburrida, como quien no quiere gastar más saliva en el tema.

Yoongi gimió ofendido, pero lo dejó pasar.

—Tu ropa está secada y doblada en mi habitación, donde tú has dormido estos dos días. —añadió, haciendo especial énfasis en el . —Es raro que no la hayas...

—¿Dos días? —Yoongi se levantó de un salto, repentinamente preocupado. —¿He estado durmiendo dos días?

El beta lo observó extrañado por el repentino cambio de actitud durante unos segundos, pero asintió lentamente con la cabeza. —Te diste un buen golpe en la nuca. Te has recuperado bastante rápido, pero hasta hoy no has abierto los ojos ni un momento.

Yoongi tragó saliva. Dos días, sumándole el que probablemente había estado perdido por el bosque hasta que el beta lo encontró, tres días. Tres días.

Su omega... Debía de estar como loco. Nunca habían estado tanto tiempo separados, y le había prometido que serían solo un par de horas de paseo para disfrutar del tiempo antes de que llegara el invierno.

—Eres del pueblo del sur, ¿verdad? El que está al lado del lago. —preguntó el beta sin moverse de su sitio, apoyado en la encimera que tenía detrás.

Yoongi asintió vagamente con la cabeza, pensando en las rutas que tenía para volver a casa, el tiempo que tardaría y los medios que podía usar, además de...

—No creo que puedas volver en breve, si es lo que estás pensando.

Yoongi alzó la cabeza de golpe al oír eso. —¿A qué te refieres?

El beta alzó una ceja. —¿Nunca has oído hablar de los inviernos eternos de los bosques? Cuando aquí empieza a nevar no se detiene hasta pasados unos tres meses... Y cada vez va a peor, hasta que es imposible salir de casa. Estaba recogiendo madera para cuando llegara el invierno cuando te encontré.

—¿Qué significa eso exactamente? —preguntó Yoongi en un gruñido, y aunque el beta lo miró mal un segundo, lo dejó pasar.

—Empezó a nevar hará una semana, así que a estas alturas... Bueno, compruébalo tú mismo. —señaló con la cabeza hacia la sala de al lado, separada de la cocina por un umbral sin puerta. Yoongi la cruzó y se encontró con lo que parecía ser el salón de la casa, con una mesa de café, un sofá y una butaca situados delante de una chimenea que en ese momento estaba apagada. Al lado de la chimenea, había una ventana que permitió a Yoongi ver el estado en el que se encontraba la tormenta. Tragó saliva, y cuando se acercó y pudo ver más de cerca el tremendo viento que amenazaba con tumbar todos los árboles y el increíble montón de nieve que incluso a través de la ventana podía asegurar que le llegaba por los muslos, comprendió a lo que se refería el beta.

Iba a tener que permanecer en esa casa durante los próximos tres meses.

Always Winter Here ; NamjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora