❝Del origen latín; extremadamente delicado, algo fuera de este mundo, celestial. Etéreo es volátil, espiritual, que no se ve, es ligero y se desvanece❞
El error de Klaus fue enamorarse de aquel ángel de la muerte etéreo que, de un momento a otro, em...
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opuestos.
Siguió al original con pasos lentos pero largos, manteniendo una distancia prudente que los separara a ambos. Klaus iba por delante de ella, sus hombros se veían tensos mientras caminaba en completo silencio y ella lo observó con tranquilidad, la Grim-reaper podía ver el poder que desprendía el hombre delante de ella; un aura tan poderosa pero que a simple vista se veía tan dañada.
Se sabía que los Grim-reapers eran ángeles de la muerte capaces de ver el aura de las personas, un don que facilitaba su trabajo cuando tenían que vigilar a un alma a punto de morir, pero ella tenía un secreto que la Muerte se encargaba de mantener enterrado en el fondo de la tierra y era que sus ojos podían ver más allá del aura. Podían ver el alma aun sí esta no estuviera fuera de un cuerpo humano o vivo. Una particularidad bastante excéntrica para alguien de su clase quien no buscaba en llamar la atención y que se accionaba a todas horas del día, algo con lo que había aprendido a convivir puesto que siempre que veía a alguien su alma se mostraba.
— ¿Tengo que invitarte a entrar? –Klaus inquirió con la irritación palpable en su voz cuando llegaron hasta la puerta, sacándola de sus pensamientos.
—No realmente.
Asintió, tirando del pomo. —Bien.
Entró detrás de Klaus cuando este le dio paso luciendo a la defensiva, percatándose de que el aspecto de la gran mansión era totalmente diferente a como lo era por afuera; las paredes estaban pintadas de blanco con toques color crema y café, sin ninguna imperfección y con diferente cuadros colgados por toda la superficie. La puerta daba directamente a un pequeño salón con algunas puertas, mesitas de noche en las esquinas, un piso totalmente tapizado y dos grandes escaleras en cada extremo que se extendían hasta el segundo piso.
—Es una bonita casa –opinó terminando su recorrido–. Un poco excéntrico pero supongo que la casa es lo que su dueño es.
—Nadie pidió tu opinión, amor –bramo dirigiéndose hasta las escaleras.
— ¿A dónde vamos? –preguntó cuándo el vampiro hizo amago de subir las escaleras.
Klaus de detuvo, girándose con una ceja alzada. —Te lo dije afuera, quiero tomar un baño y dormir.
—Pensé que generalmente ibas primero por las respuestas –murmuró perdiéndose en el grandísimo e hipnotizante candelabro alzándose sobre sus cabezas.
