Primer beso.

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Situado en Harry Potter y la orden del fénix, justo después de que Harry es expulsado del equipo.

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El fuego seguía crepitando en la chimenea, cada vez más débil. Harry se removió incómodo en su asiento buscando que, de alguna manera la furia que bullía en su interior desapareciera, pero a cada segundo que pasaba, mientras más lo pensaba la inclemente ira no hacía más que crecer.

—No ha sido tu culpa Harry, bueno...no exactamente tu culpa— escuchó decir desde el sitio a su lado, haciéndolo pegar un salto sobre su asiento al oír la voz de su amiga tan cerca cuando casi había olvidado que estaba ahí.

—Ha sido culpa de Malfoy—continuó ella, al ver que Harry no contestaba—. Pero tienes que admitir que si no se hubieran dejado llevar por sus provocaciones...

Harry volvió su vista hacia ella, furioso. Ya lo sabía, la voz en su cabeza (que era extremadamente parecida a la de ella) se lo había estado repitiendo todo el día. Por un instante clavó sus ojos en los suyos, dispuesto a gritarle que no lo molestara más cuando reparo en lo sincera que se veía.

Para este punto de su vida, la conocía lo suficientemente bien para saber que su apoyo, aunque tenía las mejores intenciones, difícilmente seria mostrado con el tacto adecuado. Sí, todo Gryffindor sentía el mismo pesar por el equipo deshecho.

Descartando la idea de descargar su impotencia con ella, la única que se mantuvo a su lado por el resto de la tarde, sin importarle su mal humor o lo pésima compañía que era, decidió guardar silencio, hundiéndose más en el sofá, con su furia guardada para él mismo, maldiciendo a Malfoy y a Umbridge por lo bajo, odiándolos más a cada segundo, hasta que sintió unas pequeñas manos acariciando los mechones de cabello que caían por su frente. Sin evitarlo, alzó la vista y se encontró con Hermione sonriéndole tímidamente, como si estuviera pidiéndole alguna clase permiso de seguir. Desanimado, soltó un suspiro y se dejó hacer bajo sus manos, sintiéndose extrañamente reconfortado.

Después de unos minutos las caricias cesaron momentáneamente, justo cuando la calma comenzaba a filtrarse entre cada fibra de su ser, por lo que, en protesta, gruñó en desaprobación, casi como Crookshanks, el pequeño gato de su amiga hacía cuando dejaba de recibir atención. Hermione soltó una risita y lo empujó hacia abajo y, aunque al principio Harry no entendió que es lo que quería hacer, se permitió obedecer, hasta que lo recostó en el sofá colocando con delicadeza su cabeza encima de sus piernas, volviendo a acariciar su cabello.

No fue hasta entonces, desde su cómoda posición en que pensó en lo raro de la situación. Normalmente no estaba acostumbrado a tanto contacto físico con nadie, pero por alguna razón, no resultaba incómodo.
Eran mejores amigos, evidentemente, pero lo más parecido a tanta cercanía entre ambos había sido un fugaz beso en la mejilla, que su amiga le había dado el año anterior en Kings Cross, pero negándose a perder la tranquilidad que le daban las manos de Hermione con pensamientos sobre que estaba ocurriendo, se acomodó más, permitiéndose relajar sus músculos tensos.

—De verdad lo siento, Harry— escuchó, y al abrir los ojos, se encontró con los de Hermione, que lo miraban desde arriba con pesar. De mejor ánimo, le sonrió un poco y negó con la cabeza.

—Ya lo sé, pero no podemos hacer nada, más que convertir a Umbridge en el sapo que es— masculló, y la risa de la chica inundó la habitación, haciéndolo reír también.

—Podría ayudarte con eso si me lo pides, soy buena en transformaciones, ¿recuerdas? — contestó sonriendo divertida.

Harry pensó que se veía muy bonita, con las llamas iluminando su rostro, haciendo sus ojos color café más brillantes en la penumbra.

Harry Y Hermione (one shots) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora