Ciego.

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Con un ¡Plop! que resonó por toda la calle, apareció a solo unas casas de la suya.

A su esposa nunca le había gustado aparecerse en su casa por razones que le costaba comprender, posiblemente secuelas de la guerra o simplemente su excesivo instinto de seguridad. De todas formas la había complacido sin dudar, era así como las cosas funcionaban en su matrimonio.

Ella generalmente expresaba sus deseos y él obedecía.

Con pasos cansado avanzó hasta el que consideraba su hogar, o al menos, eso se esforzaba en pensar. Sabía ya, sin incluso haber atravesado el umbral, que tal vez la comida estaría servida y lista para él en la mesa, tan relucientemente limpia como el resto de la casa, como usualmente sucedía.

Un hecho que mantendría feliz a cualquier hombre, claro que, lo único que faltaba en aquella fría casa, era su esposa.

Desde un principio su trabajo fue una prioridad a la que tendría como un aspecto irrenunciable de su vida. Siempre lo supo, incluso se llegó a cuestionar si, de ser necesario, él era tan imprescindible en su vida.

Por su propio bien, eran pensamientos que prefería no tener. Después de todo, ella siempre fue una mujer dedicada a su trabajo y entregada a las causas que defendía, así que él nunca sospechó nada ante sus largos periodos de ausencia.

Si pensaba en el pasado, consideraría que todo lo que los separaba ahora, sin contar sus trabajos, la distancia y un sinfín de dilemas, o pretextos, no podrían compararse al ánimo con que ambos buscaban horas extras en el día con tal de verse, platicar y pasar tiempo juntos.

Quizás, con los años, el trabajo fue creciendo tan rápido como ella subía de cargo, alcanzando sus sueños uno a uno. Nadie negaría jamás lo mucho que ella amaba su trabajo, pero últimamente, sin poder hacer nada por callar los pensamientos echando raíces en su mente, tenía sus dudas.

No es que hubiera descuidado su hogar ni el trabajo, al contrario, siempre tenía todo en perfecto orden, pero simplemente es como si la casa estuviera sola, habitada por fantasmas de lo que su matrimonio alguna vez fue. 

Una vez que estuvo frente a su hogar, no se sorprendió de ver las luces apagadas.
La vida que antes la llenaba, rebosante de calidez hogareña le provocó una nostalgia que se esforzó en dispersar. Sin demoras, entró y arrojó su túnica sobre el sofá, lo que seguro le traería problemas por su desorden eso claro, si ella aún le prestara la suficiente atención como para reprenderlo por su desorden.

Sorprendentemente, pasó de largo la cocina sin dirigir una sola mirada. Ya comería después, pensó, tal vez dormiría un poco y repararía el cansancio filtrándose por cada poro de su cuerpo.

Con pasos lentos y cansados subió a su habitación, arrastrando los pies primero por las escaleras y posteriormente, por el pasillo que conducía a la recámara principal.

Antes de que pudiera llegar, se detuvo, estático al notar que había algo diferente. Algo que no notó y que podía significar muchas cosas.

Sorprendiéndose al vislumbrar una pequeña luz iluminando la habitación desde adentro. Alarmado, y quizás contagiado con la precaución con que su esposa vivía diariamente, sacó la varita y la mantuvo en alto, abriendo la puerta con precaución.

Lo que lo esperaba del otro lado lo tomó inevitablemente por sorpresa. La visión, por más decir extraña, era totalmente incongruente.

Su joven esposa, sentada en la orilla de la cama con los hombros hundidos y la mirada clavada en la débil luz proveniente de su varita. Más calmado al cerciorarse que se trataba de ella, pero no por ello, conforme con una explicación que no tenía al qué sucedía, procedió a guardar su varita y se internó en la habitación, específicamente, hacia ella, que no parecía haberse dado cuenta de su presencia.

Harry Y Hermione (one shots) Место, где живут истории. Откройте их для себя