¿Cuándo pensabas decírmelo?

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Elsa no puede creer lo que ve en esos papeles. ¿Jacinta su madre? No puede ser, si siempre se han llevado fatal, hasta pensaba que Jacinta le tenía asco.

No puede dejar pasar algo tan importante, no puede ignorar su pasado. Así que busca a Jacinta que está en la cocina.

-¿Cuándo pensabas contarme la verdad, mamá? –Dice Elsa, poniéndole los papeles encima de la mesa.

Jacinta que le pilla desprevenida se pone nerviosa.

-¿Qué dices? –Dice Jacinta, ganando tiempo para saber que decir.

-¿Qué cuando me ibas a decir que eres mi madre? Me has estado engañando todo este tiempo, haciéndome pensar que te daba asco. –Dice Elsa, entre lágrimas. –Has dejado que piense que mi madre se murió cuando yo tenía tres años, Jacinta.

-Eso era algo que no pude evitar.

-¿Cómo no vas a poder evitar? –Dice Elsa. –Soy tu hija. No un mono de feria, a la que alimentar un poco y luego venderlo.

Héctor, que va hacia la cocina para repasar los presupuestos como siempre, que aunque la directora sea Elsa, él pidió seguir haciéndolo.

-¿Qué pasa aquí? –Dice Héctor, al ver tanto revuelo.

-A ver si a ti te cuenta la verdad. Aunque no sé qué decirte, quizá es tu madre y no te lo ha dicho nunca. Jacinta, como no me digas la verdad, llevo estos papeles a la policía.

-Está bien, tienes razón. Tienes derecho a conocer la verdad. –Dice Jacinta. –Pero vámonos a otro sitio, aquí pueden oírnos.

Los tres se marchan al despacho de la directora y cierran con llave. Lo que están hablando es muy importante para que sea la comidilla del colegio.

-Bien, encontré estos papeles, al parecer es una partida de adopción que está a nombre de mi padre. Al principio creía que era porque como él era el director del colegio era el encargado, pero más adelante me di cuenta que no. ¿Puedes explicármelo? –Dice implorándole, cogiéndole de la mano.

-Mientras que tu padre estaba con tu madre, estábamos juntos. Estuvimos en secreto casi desde que entré en este colegio. Pero todo acabó cuando tu madre apareció contigo en brazos. Más o menos, estuvimos juntos unos quince años. Los quince años más bonitos de mi vida. Yo sabía que no podíamos hacerlo público, ¿Qué iba a pensar la gente del director del orfanato? ¿Qué estaba con la sirvienta? Así que me resigné y lo acepté. Con estar con él me valía. De vez en cuando nos marchábamos de allí para estar solos. Yo a tu madre la quería muchísimo, pero estaba enamorada de tu padre. Cuando me quedé embarazada, pensé que las cosas cambiarían, que tu padre por fin iba a decir toda la verdad. Pero no fue así del todo. Cuando me puse de parto, él me acompañó. Cuando di a luz, te vi unos pocos minutos, entonces me di cuenta de que tienes un lunar en el hombro derecho, como yo. –Dice enseñándole el hombro. –y te quitaron de mis brazos diciendo que habías cogido una infección y que tenías que estar en observación. Estuve días sin saber nada de ti y luego tu padre me dijo que habías muerto. Yo me lo creí, no podía dudar del amor de mi vida. Pero cuando llegué al internado y vi que tu madre también había dado a luz, me dio pena. Las dos estábamos embarazadas a la vez, lo compartimos con mucha ilusión, aunque casi nadie se enteró. Un día, me pidió ayuda y fue entonces cuando vi que tenías el mismo lunar que te vi cuando di a luz. Entonces, hablé con tu padre contándole que sabía toda la verdad y que estaría dispuesto a denunciarle si no me dejaba tenerte. Pero, ¿quién iba a creer a una sirvienta? Era la palabra del director contra la mía, tu padre era un hombre muy poderoso. Así que me permitió tenerte en la lejanía, pero con una condición. Él me dejaba estar contigo, pero haciéndole una partida de adopción en la que constatase que él era tu padre. –Dice llorando.

El Internado.Where stories live. Discover now