01. El silencio que sofoca las mentiras | Parte 1

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Se arrepintió al momento de llegar a la puerta

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Se arrepintió al momento de llegar a la puerta. Contó cinco segundos, diez, quince, y esperó a que sus dedos se atrevieran a girar el picaporte. Inhaló con lentitud. Exhaló. El tiempo no parecía avanzar durante la secuencia y el aire estático que la rodeaba le hacía sentir que esa misma quietud era la que vivía en su interior, la que extinguía el fuego y revivía a los monstruos.

El invierno estaba próximo a abandonar Helsinki y con él se iban sus días de mayor autocontrol, aquellos en los que no habría dudado en avanzar hacia la reunión que tanto había postergado y que ahora se sentía incapaz de enfrentar. En su pecho yacía la llama moribunda de un alité que se consumía semana a semana y le suplicaba que dejara de intentarlo, que ya había insistido suficiente, que a ese paso la próxima en consumirse sería ella.

Los colores a su alrededor le enseñaban una paleta de grises que la invitaba a regresar a su hogar, a volver a la cama y continuar en la espera. La soledad que la rodeaba por aquellos días facilitaba la tarea de pretender que nada había pasado y le entregaba excusas a las que ella se aferraba con tanta ansiedad y desesperación que hasta parecía creer que de verdad era su única alternativa, que de verdad algo había pasado y que nunca descubriría qué había sido. Pero el lugar en el que vivía había dejado de sentirse como una protección desde hacía algunos días y las respuestas a las que nunca había llegado se escurrían ante ella, burlándose de su esfuerzo. Con algo de suerte, si permitía que ese día muriera sin haber sido significativo, la madrugada se llevaría el último rastro de fingida vitalidad y podría decir que lo había intentado. Podría abandonar la responsabilidad del entrenamiento.

Podría dejarse ir.

Sus dedos desprotegidos se alejaron algunos milímetros del metal en el instante en que el dueño de Voittaja se hizo visible al otro lado del vidrio empañado. Estaba a tiempo de irse; él le daba la espalda. Podía alejarse y pretender que nunca había estado tan cerca de obedecer al llamado de su algam. Acabó por retirar la mano y dio su primer paso hacia atrás cuando el hombre se dio vuelta. Permaneció allí, de pie y mirándola, esperando mientras secaba una copa con movimientos mecánicos. No iba a acercarse, tampoco iba a invitarla a entrar; la decisión caía en ella. Se contemplaron durante algunos segundos.

Volvió a tomar el picaporte y esta vez lo giró.

El interior del bar era calmo y tibio. La madera barnizada de las mesas relucía allí donde nadie se había sentado, hacia el centro de la habitación. El suelo, también de madera, no había sido lustrado esa semana. Todo allí parecía ser de madera maciza, desde la escalera que llevaba a un espacio más íntimo y privado hasta las guardas que decoraban tres de las paredes con diseños lineales y paralelos que ahora acumulaban finas estrías de polvo en las juntas. El lugar se había limpiado a medias aquella mañana, como si el día también se hubiera aletargado para los presentes y no solo para ella.

El sonido de sus pasos hacia la barra siguió el ritmo de la música que se colaba con delicadeza desde el piso superior.

—Tardaste demasiado, Senna.

Susurro de fuego y sombras (Legados de Alkaham #1)Where stories live. Discover now