07. Por no faltar a una promesa | Parte 2

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Miró el reloj cuando oyó que la puerta principal se cerraba con un golpe

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Miró el reloj cuando oyó que la puerta principal se cerraba con un golpe. Levantó del suelo las hojas en las que había copiado tanto el mensaje del relicario como la nota en la pared y las guardó en el cajón de su escritorio en el instante en el que los pasos de su hermano dejaron de resonar en la escalera. Jouko tardó algunos segundos en llamar a su puerta, pero Senna había acomodado los libros en una pila para que pareciera que solo había buscado material de lectura y se había recostado sobre su cama para leer alguno al azar.

La puerta se abrió.

—¿Dónde estabas? —le preguntó a su hermano.

La mirada de él se detuvo en los libros que le pertenecían. Senna pudo sentir la acusación cuando sus ojos se posaron en ella.

—Fui a ver a Ensio. Esperaba que me dijera algo que no se había atrevido a decirte a ti, supongo, pero no sabe nada. Ni siquiera lo de las marcas, omití decírselo cuando vi que no tenía idea.

Se tensó. Durante los últimos minutos había tomado decisiones que no era capaz de compartir con Jouko, no por el momento y no hasta que pudiera asegurarse de que Tanja estaba a salvo.

—Si me hubieras avisado, podríamos haber ido juntos —le reprochó, aunque sabía que no habría accedido.

—Parece que tu noche fue mejor que la mía. —Señaló el libro de signos que pretendía leer—. ¿Qué buscas?

—Solo leía —mintió—. Estaba pensando en que no debería volver a entrenar porque no me siento bien para hacerlo, pero tampoco puedo perder mi conexión. Si no podré ir por un aliklivá cada día, al menos puedo extender mis conocimientos por otras ramas y mantenerme conectada con Asakem de una forma más... corriente.

—¿Lo has intentado hoy?

Ella se mantuvo inmóvil durante unos segundos. Negó con la cabeza sin dejar de observarlo.

—¿Lo intentaste en algún momento de esta semana?

Sí. Quería decirlo, pero si lo hacía, no podría detenerse. Tendría que explicarle lo que había visto, compartirle la teoría de que su estado débil era el preludio para recibir la maldición de Anukig, revelarle que, en cierto modo, Alkaham la había rechazado y que ella había rechazado a Alkaham. Y si hablaba, si se atrevía a mencionar al menos una de sus sospechas, abriría una brecha entre Jouko y ella que sería difícil salvar. Lo había visto con su madre; la aceptación de que ella no sería parte de su mundo había sido más fácil para su hermano que para la misma Senna.

—Quise intentarlo ayer. —No era mentira, pero tampoco aceptaba haberlo conseguido dos días antes—. Me quedé dormida antes de poder concentrarme.

Le incomodaba que él no hubiera dado un paso más en su dirección, que no se hubiera acercado a ella, que no se hubiera sentado a su lado. Mantenía una distancia que despertaba una alarma en su interior y la hacía dudar.

—¿Te molesta que haya tomado tus libros?

Él suspiró. Fue el único instante en el que Senna reconoció al Jouko que aún seguía allí, frustrado por no poder conseguir las respuestas justas y con la desconfianza infectando sus ojos negros.

—Me molesta no saber para qué los quieres. Nunca te interesaste por esos temas.

Separó los labios para replicar, pero no pudo emitir sonido. No tenía una excusa preparada. Lo vio salir de la habitación con prisa y hacer ruido en su cuarto. Regresó en un minuto con un libro pequeño de lomo gastado y tapas de cuero marrón. Lo arrojó a su cama.

—Si quieres leer algo de signos, no te puedes saltar la simbología kimiá. Y mañana te dejaré una lista con los libros que tengo y dónde guardo cada uno, puede que te sirva si tienes algún otro interés que no hayas compartido conmigo.

Esta vez sí alcanzó a detenerlo cuando se iba.

—¿Te quedas a cenar?

—Sisko y Lumi me esperan en el bar. —Se dio la vuelta con la intención de cerrar la puerta tras él, pero frenó el movimiento a la mitad. Se asomó—. No estoy enojado contigo —aclaró. Su voz sonaba dolida y Senna pudo palpar la decepción—. Solo me gustaría no tener que preguntarle a tu algam cómo estás ni enterarme de tus intereses porque de repente te llevas cosas de mi cuarto. Habla conmigo. Por favor.

—¿Tú hablas conmigo? —le preguntó—. ¿Intentaste hablar con papá desde su vínculo o solo por teléfono como el resto? Porque no creo que no lo hayas buscado de esa forma y, sin embargo, no lo mencionaste. ¿Quieres que hablemos, Jouko?

La puerta se cerró. Llevó las manos a su pecho, segura de que notaría el calor de su alité entre los dedos fríos, pero no lo sintió; la crisis de la tarde debía haberla agotado más de lo que creía.

No abrió el libro de signos hasta que escuchó que la puerta principal se cerraba. Pasó sus páginas, molesta por no encontrar lo que le faltaba descifrar —dos palabras en el relicario y tres en la pared—, hasta que se rindió. Su rama de estudio no era el idioma, no era la cultura, no eran los clanes. Los mensajes que podía descifrar eran los que daba el cuerpo cuando estaba exhausto, cuando había sufrido un poder superior, cuando el alité se contaminaba. No hallaría nada en los libros de su hermano porque iban dirigidos a quienes dominaran aspectos que se escurrían de su conocimiento y lo único que estaba a su alcance era consultar con alguien que de verdad supiera de qué hablaba, transcribirle los mensajes de Jaakko y esperar que fuera alguien de fiar.

Podía confiar en Jouko, pero no era capaz de ponerlo en peligro. Había decidido que ella correría el riesgo por Tanja y porque no tenía razones para creer que su alité sería aceptado en Alkaham, pero Jouko aún le debía su lealtad a Asakem. Nada en él había cambiado en la última semana de la forma drástica en la que ella había migrado por designio de los dragones a los que se había encomendado. Y, además, era su hermano. Si Kärkeieen había previsto que Senna protegería a una humana de la Tierra en lugar de proteger Alkaham, estaba en su derecho legítimo de declararla traidora, pero no haría lo mismo con Jouko. No si la decisión estaba en sus manos.

Tomó el ejemplar sobre simbología kimiá. La reputación del clan le producía respeto y desdén a partes iguales y prefería mantenerse a distancia de su cultura. Pasó las páginas con rapidez, sin alcanzar a leer cada párrafo, hasta que algo llamó su atención. Marcó la página y buscó las imágenes originales para comparar. Tomó nota. El trazo del lápiz se hacía más grueso a medida que recorría la página en blanco y marcaba con presión sobre el papel. La última línea quedó incompleta; no era necesario continuar para entender lo que decía.

Ahí estaban los mensajes, traducidos a su aniah. Senna dejó caer el lápiz y los repitió en voz alta, y fue allí cuando las líneas de polvo cobraron sentido. En el sótano de la familia Virtanen había una entrada sellada por simbología kimiá a la que ni siquiera ella podía enfrentarse. Pero Jaakko había marcado la entrada y la señal de apertura, y todo lo que tenía que hacer era encontrar un modo de explicar cómo había resuelto el enigma.

Las demás decisiones estaban en manos de Tanja. 

 

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Susurro de fuego y sombras (Legados de Alkaham #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora