Capítulo 1

39 8 1
                                    

Recuerdo aquella mañana tan soleada del mes de junio, el suceso que le daría un vuelco radical a mi vida, fue hace tantos meses cuando tenía una vida normal, no me consideraba una mujer feliz pero tampoco era desdichada, y disfrutaba de una de las mejores etapas de mi existencia, pero aquel viaje cambió mi realidad y me ató a este mundo donde todo es caos y destrucción, donde la misericordia es un milagro y la maldad es el pan de cada día.

Salía de viaje, como de costumbre mi madre Hilary me recomendó como muchas otras veces llevar conmigo una cantidad absurda de guarda espaldas debido que el país estaba atravesando por momentos difíciles, quise ser acompañada por dos de ellos, Álvaro Benavidez y Francisco Torres, fieles servidores de mi padre, con la intensión de sentirme en familia y no estar entre personas extrañas que apenas empezaba a conocer. Después de haber alistado mi equipaje partimos, llevábamos aproximadamente cuatro horas de viaje, iba totalmente distraída escuchando música en mi nuevo celular cuando de repente el Señor Álvaro aumenta la velocidad de la camioneta, pero le es imposible seguir, no le encontraba explicación aquel suceso solo se me ocurría preguntar "¿qué pasa?", dispuse mi mirada hacia la carretera, vi acercándose a nosotros un grupo armado y fuimos obligados a bajar de la camioneta, estaba totalmente asustada empezaba alterarme, en ese momento el Señor Francisco me miro con un aire de serenidad, coloco su mano sobre mi hombro tratando de tranquilizarme.

-No temas, nosotros siempre hemos estado aquí para protegerlos y nada te pasara.

Sus palabras saciaron mis miedos y me transmitió tanta confianza que logre calmarme un poco, mientras esto sucedía el otro guarda espaldas estaba aterrorizado, dejándose llevar por la impotencia trato de huir primero para buscar ayuda y librarme de esa situación, al cabo de unos segundos una bala atravesó su cráneo, cayó al suelo y se escuchó un quejido estremecedor que aún recuerdan mis oídos y se entristece mi corazón... lo observaba en el suelo, vi como su cabello blanco se tornaba rojizo, no pude evitar gritar, estaba desconcertada, mis lágrimas brotaban sin control alguno. Aquellos hombres se dirigieron a nosotros, nos advirtieron no tratar de hacer lo mismo que lamentablemente el Señor Álvaro había hecho en un acto de desesperación, pero no lo culpo yo habría hecho lo mismo de no haber sido por aquellas palabras llenas de consuelo y sosiego que minutos antes me había dicho el Señor Francisco.

Después de este hecho miraba sutilmente a los uniformados, uno de ellos dirigía a los demás, deduje era el comandante del grupo armado, era un hombre que imponía tanto miedo con su mirada, usaba una gafas, robusto, moreno, de cabello negro con algunas canas y barba cerrada, observándolo con suspicacia y gran disimulo, gravé su apellido en mi memoria "Cano" mientras los revolucionarios conversaban. Esperábamos nuestro destino con resignación, uno de los hombres se aproximaba con una cuerda, nos ató y fuimos obligados a seguirlos, caminamos demasiado. Mi guardaespaldas estaba agotado, su respiración se notaba entre cortada, trate de ayudarlo a seguir pero mi cuerpo no respondía de la mejor manera. Nos detuvimos un momento pero fuimos golpeados y obligados a seguir, sin darnos cuenta ya nos encontrábamos internos en las selvas colombianas. Cayó la noche y acampamos en un sitio no muy seguro, me mantuve siempre al lado de mi compañero muy al pendiente de su estado, se mostraba tan débil que empecé a preocuparme. En toda la noche no cerré mis ojos ningún momento mientras observaba todo a mí alrededor. Se apreciaba un viento muy frio que sentía penetraba mis huesos, en ese instante recordaba el momento en que el Señor Álvaro caía al suelo, mi corazón latía con rapidez, quede estática por un buen tiempo con la mirada fija hacia un árbol inmenso, analizando como pase tanto tiempo sin darme cuenta de la importante labor de nuestros servidores, reflexionaba un poco sobre mi vida pero fui interrumpida por una voz muy cerca de mi oído que me decía "perdóname", dispuse mi atención en esa voz y precisé que era el Señor Francisco.

-Orieth perdóname, faltare a mi palabra - lo dijo tan bajo que casi no podía escucharlo. Aquellas palabras rompieron el silencio de la noche, en medio de la oscuridad sentía un impacto en mi corazón que perforaba mi alma, insistí en ayudarlo pero su resignación era tan grande que cada intento era fallido, temía tanto la muerte de mi guardián, eso significaba quedarme sumida en la soledad entre todas aquellas personas. El sol no tardo en asomarse, con la primera luz que anunciaba el alba pase rápidamente a mirar al señor Francisco, ese día parecía otro, me preguntaba que le infundió tanta fuerza, mi alegría se desbordo y resonó en mi rostro.

Privada de la libertadWhere stories live. Discover now