Capítulo 10

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-No puedo- digo en voz muy baja, esas dos palabras hacen que se abra un agujero en mi pecho, mi garganta se siente seca y las lágrimas están a punto de hacer acto de presencia, pero debo mantenerme al margen, no debo mezclarme sentimentalmente, es desquiciado enamorarse de tu verdugo- por favor no sigas, no dejaré a todos los demás en este infierno.

-Tu lealtad me atrae aún más hacia ti pero no tienes opción, tienes que escucharme... se me acaba el tiempo y a ti, sé que no me creerás pero tengo esta necesidad de protegerte, no puedo permitir que te pase algo malo, eso me mataría.

Sus palabras hacen crecer un rencor que no sabía que tenía escondido en mi corazón - ¿Qué me pase algo malo?, estas jodido, estas totalmente jodido o te burlas de mí, ¿acaso crees que hay algo peor que esto?, he visto morir muchas personas de manera atroz, tengo pesadillas debido a eso, me han golpeado hasta dejarme al borde de la muerte, me han quitado mi libertad y me han reducido a nada.

-Déjame colocarte al día, hay cosas peores que estas – Los dos estamos exaltados y la cara de Sebastián me hace sentir miedo, nunca lo había visto así - ¿Por qué tienes que ser problemática?, solo tienes que decir que si y te sacare de aquí aunque se me vaya la vida en ello.

-¡No me iré!, no puedes pretender después de dos años venir, decirme un par de palabras bonitas y que yo me vaya tras de ti como una colegiala enamorada, no funciona así, mi conciencia no me dejaría tranquila si los dejo atrás.

-No tendrás alternativa, aunque no te quieras ir de igual forma te llevaran, no podrás ser una heroína Orieth, tu testarudez te llevara a la muerte – Estoy tratando de procesar toda esta información y ya no me molesto en evitar que las lágrimas invadan mis mejillas.

-¿A dónde me llevaran?

La frustración de Sebastián es notable, pero ya lo dijo y no puede dar marcha atrás, se le dificulta responder por lo que sé que no me gustara lo que dirá- No sé a dónde, solo se con quién, Cano se ha ido a negociar con un narcotraficante, necesita algunos favores políticos de tu padre y lo quiere presionar teniéndote en su poder, harán algún tipo de trueque, Cano te dará al narco y a cambio tendrá provisiones para su batallón.

-No, no, no, no... No pueden hacer eso – Niego moviendo mi cabeza frenéticamente, las lágrimas se han convertido en sollozos y no puedo detenerme- ¿Por qué?

-Orieth, no dejaré que eso pase pero necesito tu ayuda, quería colocarte al tanto cuando estuvieses mejor pero me he comunicado con Cano y regresa mañana, no me dio mayor detalle, por lo que no sé cuánto tiempo le tomará entregarte, se puede tratar de semanas incluso días, necesito que seas fuerte y no le digas esto a nadie, ni siquiera a tu amiga, tu vida está en juego, si te sacan de aquí no podré ayudarte.

-Siempre lo supiste, cuando me golpeo lo que le dijiste lo detuvo, ese era el negocio, solo soy mercancía – Sebastián coloca uno de sus dedos en mis labios y me silencia.

-No vuelvas a repetir eso, tú eres una persona con alto valor, jamás dejes que alguien te haga creer lo contrario. Te prometo que encontraré una solución.

-Necesito creerte, no puedo con algo más, cada vez mis fuerzas son menos, Sebastián tengo mucho miedo – Hipo después de cada palabra, mis lágrimas se niegan a cesar y ya no me importa.- Por favor no me dejes sola.

-No iré a ningún lado, trata de descansar, di la orden que nadie entrara por lo que puedes estar tranquila, mañana por la mañana regresaras a la jaula, en estas condiciones no puedes volver allí, cuando llegue Cano me colocaré al tanto de la situación y elaboraré un plan.

Sebastián se ubica a mi lado y acaricia mi cabello, es incómodo porque aún me duelen las costillas pero ese dolor es insignificante en comparación con el que está escurriendo mi pecho, cuan equivocada estaba en pensar que esto era lo peor que podía pasarme, cuanta maldad existe en el mundo. Ignoro en que momento me quedo dormida pero al abrir los ojos ya es de día, busco a mi acompañante pero no lo veo, vuelvo a cerrar los ojos y suspiro al recordar la noche anterior, mi pesadilla empeora.

El mismo niño que ato mis pies entra al cambuche, desata el nudo de la soga y me dice que me levante, ya sé a dónde me lleva, trato de prepararme y mostrarme igual que siempre, pero fallo en el intento, mis costillas duelen menos, así que se me facilita el movimiento, son mis ojos los que duelen, se sientes abultados y me arden. De camino a la jaula observo el lugar, todos se mueven de un lado a otro pero no están alterados, lo que me hace pensar que el comandante aún no ha llegado.

Entro a la jaula y lo primero que veo son a los soldados que secuestraron recientemente, como dijo Valentina son hombres grandes, el espacio parece haberse encogido, mi amiga se acerca a mí y me guía a uno de los rincones, nos sentamos y me da un abrazo cuidadosamente, me trago el nudo de mi garganta y le devuelvo el gesto, necesitaba tenerla cerca, las cosas pueden colocarse feas y ahora dudo cuando volveré a abrazarla, trato de grabar esta escena en mi memoria y que sea ese el recuerdo que tenga de mi compañera de batalla.

-¿Estas bien?- Valentina está preocupada, mi cara debe transmitir todo tipo de emociones.

-Estoy bien, solo me lastime un poco anoche pero estoy bien, estoy de regreso – Cambio de tema para que no me haga decirle más de lo necesario - ¿Has sabido algo de los niños?

-No, pero creo que deben estar a salvo, han dejado de buscarlos.

Dejamos de hablar porque el ruido de los insurgentes formando filas desvían nuestra atención a ellos, eso solo puede significar que Cano está de regreso, las manos empiezan a temblarme, por lo que las meto bajo mis piernas. El comandante empieza su discurso y anuncia que aceleren el entrenamiento de los niños, que se acerca la prueba de fuego. Al terminar se retira junto a su hijo a uno de los cambuches, pasan horas hasta que Cano sale, llama a Esmeralda y me señala.

Esa mujer me odia, su intervención no será amable, aprieto mis dientes para soportar cualquier golpe que se avecine, la insurgente llega a la jaula la abre y me toma del brazo para salir, antes de continuar aprieta mis muñecas con una soga, me hace caminar al frente y presiona su arma en mi espalda, en la entrada del cambuche me empuja para que siga, no quiero entrar, desconocer que pasará me llena de temores.

En el interior del cambuche se encuentran Sebastián, su padre y uno de los hombres de confianza de Cano, me miran a la espera de alguna reacción de mi parte, no sé qué esperan así que bajo mi cabeza y miro el suelo.

-Se te acabo la valentía,así debes comportarte siempre, humillada ante nosotros, tus dueños, pero aun no me encuentro conforme, arrodíllate – Subo la cabeza para mirar a Cano, lo que pide es más que humillante- ¿Los golpes te han dejado sorda?, arrodíllate y pídeme perdón.

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Hago lo que me ordena y dejo mi dignidad por el piso. Sebastián se encuentra impasible, desde su posición no puede hacer nada por mí sin levantar sospechas, Cano se burla y escupe a mi lado – Esos son modales, tengo que enseñarte algunos antes de que te vayas, debes preguntarte a donde iras, bueno... hoy estoy comunicativo, no quiero crearte falsas esperanzas. Resulta que por fin me eres útil, tendrás nuevo dueño y ese querida no es tan bondadoso como yo, deberías estar agradecida por tu estadía aquí, pero no es todo, quiero que me hagas un favor y le digas a tu amiguita que en nueve días te iras y en nueve días ella y yo recordaremos buenos tiempos, dos grandes sucesos en un solo día.

Privada de la libertadWhere stories live. Discover now