Capítulo 9

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-¡Ey! necesito que te recuperes muy rápido, Cano ha estado fuera estos días haciendo algunos arreglos, así que tendrás que volver a la jaula en un par de días, tu amiga ha estado histérica el tiempo que llevas acá, Nicolás la traerá un rato con la excusa de curarle unas heridas – Me altero al escuchar a Sebastián, Valentina no puede estar herida – debes calmarte, es algo muy leve comparado con lo tuyo, solo tendrán unos minutos, no tarden.

-Gracias, parece que se está volviendo la palabra más común entre nosotros- digo apenada y trato de ocultar mis mejillas sonrojadas, por suerte ya está lo bastante tarde como para que mi rostro no delate mi actual estado, me alegra saber que veré a Valentina.

Nicolás entra con Valentina amarrada de las muñecas, sé que es una clase de protocolo pero odio ver como hacen eso cada vez que nos sacan de las jaulas, es menos molesto cuando nos atan solo de un pie. Mi amiga al verme sale corriendo en mi dirección, se las arregla para "abrazarme" aunque este atada.

-Me diste un gran susto, eres una estúpida loca, estuve a punto de desmayarme con cada golpe que te daban, no debiste hacerlo, fue mi idea, yo tenía que sufrir las consecuencias no tu- Carraspeo para que Valentina deje de hablar, los dos hombres en la habitación nos miran atentos, con lo que han escuchado saben a qué se ha referido la imprudente de mi amiga, Sebastián está al tanto de la situación, pero no confió en Nicolás, no lo conozco y nos puede delatar.

-Estoy bien, te preocupas demasiado, ya pronto estaré haciéndote compañía.

-Orieta, no creo que quieras estar en la jaula, trajeron más secuestrados, los hombres son realmente grandes así que ocupan un espacio considerable, son extraños, parece que en la milicia los enseñan cómo manejar un secuestro, incluso uno de ellos me ha enseñado un truco con la mente para que la mierda que nos dan aquí parezca más apetecible.

Algo a la derecha llama mi atención y miro con disimulo, se trata de Nicolás, el comentario de mi amiga lo ha enojado y se ha ido como alma que lleva el diablo, Sebastián parece ajeno a la situación y juega con unos frascos que se encuentran en una mesa a unos cuantos metros de nosotras, trato de hablar entre susurros para que no me escuche - ¿Qué ha sido eso?

-No lo sé, ese tal Nicolás es un raro, lo he sorprendido en varias ocasiones mirándome de una forma extraña, eso me coloca los bellos de la nuca de punta, desde que llego con el hijo del comandante nos ha tratado bien a los cautivos, yo no me fio, creo que es una trampa.

-Parece ser un buen hombre, ha cuidado de mí estos días, creo que es doctor o algo similar.

-Nadie aquí puede calificarse de buen hombre, todo aquel que este de parte de estos criminales aunque tenga un comportamiento diferente es una igual o peor persona, por ser espectador y no hacer absolutamente nada.

Sebastián interrumpe el discurso de Valentina al dejar caer uno de los frascos al suelo, el impacto del objeto nos hace saltar, hace un gesto de disculpas y se levanta a recoger los vidrios que se han esparcido en la tierra húmeda, luego de terminar toma a mi amiga de las muñecas y se va, minutos después uno de los rebeldes entra al cambuche con una soga, es uno de los niños que trajeron para ser entrenado, sin decir una palabra ata uno de mis pies al catre y se retira, ahora estoy consciente y quieren evitar que me escape, pero mi cuerpo no se encuentra tan recuperado como para intentar algo como eso.

Entrada la noche Sebastián regresa con algún liquido verde en un plato, me obliga a comerlo y no tengo más remedio que ingerirlo, nos pasamos un buen rato charlando de cosas sin sentido, sé que es cuidadoso en no tocar el tema de mi estado de secuestrada, me pregunta por mi familia, incluso por mi pasado amoroso, lo que no esperaba y me hace tartamudear.

-Orieth, ¿A quién dejaste en casa?, sé que tenías un prometido – Eso hace que mis ojos se abran al punto de tener la sensación que se saldrán de sus cuencas, habla con tal rapidez que me da la impresión que se deja llevar por impulsos y lo hace lo más rápido que puede antes de llegar a arrepentirse - ¿Aun sientes algo por él?, ¿crees que cuando seas libre retomaras tu relación con él?

No tengo ni idea de que responder, me esperaba esas preguntas de cualquier persona pero jamás de Sebastián, trato de evadir su interrogatorio, necesito tiempo de pensar en mi respuesta -¿Cómo sabes de mi prometido? – Es la pregunta más tonta, a este punto todo el país debe estar al tanto de mi vida personal, he visto como es expuesta al público la vida de los cautivos.

-Eso no es un gran secreto, se muchas cosas de ti, sé que tienes 24 años que eres una mujer muy valiente, que te sonrojas con facilidad, que desvías la mirada cuando mientes, que cuando estas nerviosa las palabras parecen no querer salir de tu boca, que tienes un corazón enorme, tan grande que estas dispuesta a dar tu vida en cambio de otras, que pareces ruda con tu sarcasmo pero es más un medio de defensa... – Calla un momento y toca su barbilla, fingiendo pensar – ¿pero sabes que me gustaría saber?- No me da tiempo de responder y continua – Me gustaría saber qué piensas cuando esos bonitos ojos negros miran el vacío, tu mente es el mayor de los enigmas para mí, no eres una mujer predecible y tus ojos tienen algún poder de atracción que es difícil no contemplarlos.

Si antes no sabía que decir, ahora he quedado completamente muda, mi rostro debe haber superado todos los niveles de rojo existentes, mi estómago en un manojo de nervios y lo que deberían ser mariposas, creo que es una gran batalla de colibrís, trato de enfocar mis pensamientos, pero ahora mismo mi cabeza solo da vueltas – No sé qué decir- Admito.

-Debes estar confundida, Orieth esta vez será diferente – Toma mis mejillas con sus manos y me mira directo a los ojos, siento que se me ha paralizado el corazón – No tenemos mucho tiempo, solo quiero que me digas que no piensas como tu amiga, que no crees que soy un monstruo, por favor dímelo – Su voz es desesperada y no tengo opción que negar con la cabeza, no se a que estoy respondiendo así que luego asiento, ni siquiera mi cerebro puede enviar una orden coherente a mi cuerpo, veo que sufre con mi indecisión y eso me hace recuperar el habla.

-No creo que seas un monstruo – Es lo único que puedo decir, y no lo hago para que quite su mirada de dolor, de verdad siento que él es diferente, nadie decide que padre le toca tener.

-Sé que me he tardado mucho y en verdad lo siento, debí decirte esto el segundo año en que te vi pero no podía, no pretendo que me entiendas, porque yo por más que lo pienso tampoco logro entender muy bien, pero si me dices ahora mismo que huyamos, lo haré contigo, no sé si me correspondes pero si eres libre y puedo redimir el sufrimiento que has tenido que vivir aquí lo haré, solo pídemelo y dejaré todo por ti.

Privada de la libertadWhere stories live. Discover now