Capítulo 8

7 0 0
                                    


-No puedo verla así, casi la mata y estuve a punto de cometer una imprudencia – La voz de Sebastián se escucha a lo lejos y no logro entender muy bien que dice. No hago ningún movimiento para que no sepa que he despertado, sé que está mal espiar las conversaciones ajenas pero la curiosidad puede conmigo. – Se nos agota el tiempo Carlos.

-Debes mantener la calma, si actúas precipitadamente echaras a la basura años de trabajo duro, nos estamos acercando mucho, esto está por terminar tienes que ser paciente- Es la voz de la persona que me ha estado atendiendo, al parecer conoce a Sebastián, hablan entre susurros y esfuerzo a mi oído por escuchar mejor.

-Estoy haciendo mi mejor esfuerzo, pero no es fácil disimular que todo esto no me afecta, no soy como él, nunca seré como él, se lo prometí a mi madre y no fallaré a mi promesa – El hijo del comandante suena enojado, da un golpe al catre, y me muevo involuntariamente quejándome del movimiento brusco – ¡Mierda!, la he lastimado.

-Déjame ver- ahora es su acompañante quien habla – Creo que se está despertando, suministraré más suero y otro sedante, todas estas heridas tomaran tiempo en sanar, pero por lo pronto controlaremos el dolor.

-¿Nicolás crees que nos escuchó? – Sebastián pregunta con tono preocupado, al parecer hay tres personas en el cambuche y solo estaba escuchando a dos, la persona que al perecer se llama Nicolás empieza a medicarme, vuelvo a sentir mareo y mucho sueño.

-No lo creo, estas medicinas son muy fuertes, dormirían a un caballo, no te preocupes no pudo haber escuchado nada.

El sueño me vence y vuelvo a quedar dormida. Los días siguientes son muy parecidos, la diferencia es que cuando despierto cada vez siento menos dolor, creo que llevo acostada por lo menos cinco días seguidos y mi espalda se encuentra muy afectada, por fin puedo abrir los ojos y ya soy capaz de hablar, me duele un poco la garganta y la sequedad de mi boca me hace sangrar y saborear tan horrible líquido, como estuve la mayoría del tiempo inconsciente no sé cómo hice mis necesidades y me avergüenza si quiera pensar en ello, prefiero no saberlo.

Al tener mis ojos abiertos puedo analizar todo lo que me rodea, al parecer han improvisado una enfermería, lo que no acabo de entender es porque se toman tantas molestias conmigo, les hubiese sido más fácil matarme aquel día pero decidieron ayudarme, estoy segura que esto es gracias a Sebastián, ninguno de ellos hubiese hecho esto, como por obra de magia, el hijo del comandante entra al cambuche en compañía de un hombre corpulento, se trata de la persona que sostuvo mis muñecas en el incidente de hace unos días, al ver que me encuentro despierta, sonríen y se acercan a mí.

-Mi paciente favorita ha decidido dejar la pereza, veamos esas costillas como están – Se acerca un poco más y desata la venda de mi abdomen – bueno, aun no se ven como deberían pero estas progresando, por suerte no han partido ningún hueso, sino eso sería un dolor de cabeza.

-Qué... suerte... tengo- digo con sarcasmo, el hombre se detiene y me mira sorprendido, no es el único sorprendido, yo también lo estoy, él no ha hecho más que ayudarme y lo primero que decido decir es una grosería.

-Te lo dije Nicolás, esta mujer es un grano en el trasero – ahora los dos ríen a carcajadas, me tranquila saber que mi comentario no lo ha ofendido, no es justo que lo trate mal si es una de las pocas persona que me ha auxiliado.

Intento remediar mi testarudez – Lo... siento... gracias- Al hablar me siento atontada, mi voz suena a radio dañada y mi garganta arde como si de brasas se tratara, Nicolás al notar mi dificultad, acerca un vaso a mis labios, y puedo sentir como el preciado líquido baña mi garganta.

-Pierde cuidado, Sebastián me advirtió que algo como esto pasaría – vuelve a reír y acomoda mi cuello- Vas a sentir mareos debido a los medicamentos, pero es totalmente normal, puedes resistir el dolor por tanto te aplicaré medicamentos menos agresivos, trataré de traerte algo de caldo para que tu estomago vuelva a procesar los alimentos, pero sabes la calidad de la comida aquí así que no esperes mucho de mí por favor.

-¿Eres doctor? – La forma en la que habla y como ha cuidado de mí me hace pensar que puede ser un doctor, si es así habrá menos muertes por aquí y eso me da un poco de esperanzas.

-No exactamente, pero digamos que se lo necesario como para salvar algunas vidas.- Su respuesta me hace recordar una pregunta que me he estado haciendo todos estos días y necesito resolver mi inquietud, así que decido hacerla - ¿Por qué estoy vida?, ¿Por qué no me mataron?

Sebastián toma la palabra - ¿Prefieres que haya sido diferente? – Me molesta que evada mi pregunta con otra pregunta, no oculto mi inconformismo y pruebo una vez más – No me estas respondiendo, para ustedes hubiese sido más sencillo matarme y tirarme como han hecho con tantas personas, ¿Por qué conmigo fue diferente?

Nicolás decide irse y dejarnos solos, eso me hace sentir vulnerable, siempre me siento así bajo los ojos de Sebastián – No vuelvas a insinuar que hago parte de esto, porque no es así, ¿no te has colocado a pensar que no eres la única que está aquí en contra de su voluntad?

-Puedes irte cuando quieras, en cambio yo no tengo alternativa y ya ves que me puede pasar si intento escapar, además tu padre se jacta diciendo que serás su sucesor, nunca te he visto negarlo.

Sebastián se acerca a milímetros de mi rostro y me habla tan cerca que su aliento se mezcla con el mío - No hables de lo que no comprendes, no te haces una idea de lo equivocada que estas, jamás seré como mi padre – Su cercanía me hace olvidar de lo que habíamos estado hablando y empiezan a sudarme las manos, debe ser un efecto secundario de las medicinas que me han estado aplicando, aparto mi rostro del suyo y él se aleja también afectado, aprieta sus puños y las venas de sus brazos amenazan con explotar.

No puedo evitar actuar de forma grosera o sarcástica cuando le tengo cerca, es un mecanismo de defensa que he venido desarrollando los últimos años, sé que está mal pero algo dentro de mí me dice que es lo mejor, no puedo permitirme sentir empatía por ninguno de ellos, son el enemigo y estarían dispuestos a matarme cuando les plazca, sin embargo esta vez tengo que ser un poco flexible y hacer oídos sordos a mis pensamientos, el hombre que tengo en frente me salvo la vida.

-Gracias – Sus facciones se relajan y sonríe de medio lado, quizás esperaba que continuara la discusión pero esta vez quiero una tregua, es desgastante estar a la defensiva todo el tiempo.

-¿Gracias porque?, ¿Por defenderme de tus acusaciones? – Me quedo mirando su sonrisa más tiempo del necesario y eso parece intimidarlo.

-Gracias por salvarme la vida, sé que es un poco retorcido agradecértelo porque me tratabas como mercancía en el proceso pero sirvió, estoy aquí después de todo – Su mirada pasa del brillo a la culpabilidad, es un hombre muy volátil y es difícil seguirle el ritmo, traga el nudo de su garganta y decide hablar – No tienes nada que agradecer, yo pude evitar esto y no lo hice, cuando me apuntabas con el arma no pensaba con claridad y olvide que tenía el seguro puesto, solo hasta que estuvimos en medio de todos asimile la situación, valoraba todas las posibilidades para elegir en las que resultaras menos herida, pero ya sabes cómo termino la historia, Nicolás trato de sostenerte y mostrar que no eras un peligro pero Cano se adelantó... Lo siento mucho.

-No tienes nada que sentir, era mejor así, si hubieses evitado lo que hice no te lo hubiese perdonado. – Sebastián me mira de una forma que no se descifrar – ¿Así que tenía razón?, respóndeme algo Orieth, ¿tuviste algo que ver con la huida de unos niños el mismo día de lo tu locura? -No sé qué responder y al ver que me ha descubierto mis nervios se encuentran a flor de piel – Tu silencio lo dice todo, estás loca ¿sabes?, casi haces que te maten, pero es el acto más noble que he visto nunca, no tienes de que preocuparte alguien sugirió que tu habías tenido algo que ver, pero desmentí la versión justificando que sería estúpido haber hecho eso y no haberte ido con los niños, eso pareció convencerlos y las sospechas ya no están sobre ti.

La confesión de Sebastián me tranquiliza y me hace confiar en él, una vez más me ha salvado y nunca tendré forma de agradecérselo, se me hincha el pecho de la gratitud y le sonrió al hombre que se ha dedicado a ser mi héroe cada vez que aparece.

Privada de la libertadWhere stories live. Discover now