Capítulo 2

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Los cautivos nos disponíamos a comer las sobras de los soldados, cuando de repente uno de ellos nos dio una noticia que me causó un remolino de emociones, enviarían mensajes de supervivencia a nuestros familiares, por medio de vídeos y cartas, no quería que mi familia fuera capaz de verme en el estado deplorable en el que me encontraba, fui una joven que podíamos denominar bonita, con un largo cabello, cara fileña y hermosos ojos negros o al menos eso decía el que solía ser mi novio: Alexander, pero ahora mi delgadez es notoria, mi cara está más allá de lo demacrada y mi cabello tiene dos años de no ser cortado por lo que está demasiado largo y sin el brillo que lo caracterizaba.

- Después de comer cada uno pasará a asearse, hemos traído algunos utensilios y ropa que los ayudarán a no verse tan miserables, no se acostumbren, aquí no son nadie, sólo mercancía que algún día cambiaremos por algo de valor.

Hicimos lo que el rebelde ordenó, mi ropa me queda lo bastante ancha como para que me tocará amarrarla en mis hombros, un vestido de flores lo bastante bonito, pero aquí nada parece tener color, las tonalidades grises se acentuaban más a esta horrible prisión. Llama mi atención que Valentina aún continuará con la misma vestimenta, sus manos se aferran a la letra s del collar que cuelga de su cuello y sus ojos están cerrados con tanta fuerza que temo no pueda abrirlos, me acerco haciendo ruido para no asustarla, solo hasta ese momento abre sus ojos y me sonrie.

-Al parecer alguien se fue de compras, te ves... ¿Bonita?

Me causa gracia su comentario, he aprendido a disfrutar de su humor negro y bromas un poco fueras de lugar, por lo que trato de seguirle el juego -gracias por el... ¿Cumplido? - Digo en el mismo tono burlón - ¿Porque sigues con la misma ropa?, ¿No enviaras tu mensaje?

Valentina desvía la mirada a otro lugar al responderme, encoge sus hombros y responde - No creo que mi familia pueda escucharme, de todos modos en mi casa no había televisor así que esto sería ridículo. - sé que trata de hablar sin verse afectada pero miente y algo no me está diciendo, siempre que tocamos el tema de las familias puedo ver su expresión de dolor, por lo que no quiero forzar el tema, guardo silencio lo que parece una eternidad, y la escucho hablarme - ¿Qué les dirás?

-No lo sé, no quiero ser egoísta pero no quiero que me vean, sé que les causara más dolor pero tampoco puedo quitarles el derecho de saber que estoy viva, estoy tan confundida, esto -digo alzando mis brazos y señalando a mi alrededor- no se lo merece nadie, mi padre es un hombre fuerte y soportará verme, pero mamá... Ella es tan frágil, se romperse en pedazos y yo no puedo hacer nada para evitarlo.

-Tu madre no parece ser tan débil, confía un poco más ella, cuando habla por la radio se escucha con determinación aunque al final el llanto la venza, además tiene a tu padre que la apoyará en el dolor que comparten.

Abro mi boca para responder pero Esmeralda, una de las insurgentes, me toma del brazo y me lleva a rastras hacia el escenario improvisado que han elaborado, me da algunas instrucciones, que no logro escuchar, soy ubicada frente a una cámara y mis nervios se exteriorizan - mamá, papá...-no logro terminar la oración cuando soy golpeada en mis costillas, el dolor es pulsante, creo que me han roto algún hueso, y caigo al suelo del dolor.

-Aparte de estúpida, sorda, te dije claramente que no pueden hablar, se trata de que te vean, no que te escuchen, ahora te vas a levantar y hacer exactamente lo que se te ordena o aparecerán en la cita unos lindos moretones en esa cara de zorra que tienes - está vez si escucho todo, es imposible no hacerlo, cuando la rebelde me tomaba del cabello y grita todo en mi cara.

Me levanto como puedo y toco mis costillas, que al parecer se mantienen en su lugar, tomo asiento y miro la cámara, sé que me veo muy asustada y adolorida, luego recuerdo que esto va a mis padres y trato de cambiar mi semblante, pero fallo monumentalmente, de eso estoy segura, basta con ver la preocupación en el rostro de Valentina.

Privada de la libertadOù les histoires vivent. Découvrez maintenant