6

518 44 8
                                    

Cajitas de harina y chocolate en barra vacías y aplastadas, utensilios con una masa algo extraña y pegajosa en ella, azúcar en las encimeras, un bol, un recipiente, y una perla sudando con la respiración media agitada.

Sí, esa es Pearl cocinando.
Pero, el punto es, que su postre estaba hecho, lo logró, y estaba frente a ella. El postre del cual la receta fue la más rápida y simple posible, sí, ese se yacía frente a ella. ¿Todo un talento, no?

Cogió con sumo, y mucho cuidado el postre que lo tenía en un platillo de vidrio morado, curioso. Y con la otra mano agarró la caja y la puso contra su pecho, no podía sostenerla muy bien. Y se decidió en ir a la habitación de Amethyst.

Estaba... un poco nerviosa. Sí, seh, sólo un poco, cree.

"Le estaban temblando los pies"

Pero se negaba rotúndamente a creer que estaba nerviosa. De verle la cara, o más a esos labios gruesos que la llamaban.

Llegó, y tan sólo entró. Alguien como Amethyst no tiene algo llamado "puerta". No la encontraba con la mirada.

—Ehh... ¿A-Ameth-thyst? —alzó un poco la voz, en busca de la llamada. Encontrar la habitación en el dicho hogar era una tarea difícil. Pero por suerte, recibió una respuesta al tiro.

— ...¿P-Pearl?

Era la voz de Amethyst, y Pearl tembló un poco más.

— Te he... Te he traído un paquete de parte de Garnet.

— Ah... Quédatelo, es para ti de todos modos. —contestó con la voz baja, no la encontraba con la mirada.

— ¿Dónde estás? –cuestionó la perla.

— ¿Para qué quieres verme?

— Para comerte.

— ¿Eh? –contestó rápido.

— Para que comas este postre, te he traído uno, lo he preparado... yo.

Ni una se veía a la cara, y seguían manteniendo la conversación. Se escuchó que algo sonó, o se movió bruscamente. Al parecer Amethyst se andaba moviendo, provenía de la izquierda de Pearl, a lo que su mirada se dirigió para el lado ese.

Y en un instante, estaba al frente de ella.

Pearl se petrificó un poco. Amethyst tenía los ojos un poco hinchados y rojos. Y los labios... hinchados. Pearl no despegó la mirada de allí. Amethyst lo notó y se mordió los labios, a lo que Pearl reaccionó.

—Ten. –dijo la perla, entregando las dos cosas.

— ¿A esto le llamas postre? —se rió un poco.

— ¡Pues déjame decirte que si no te gusta, pues no te lo comes! –por tanto lo que se había esmerado, se había enojado, pero Amethyst solo bromeaba un poco.

Le dió una probada.

— Esta rico, para ser... básico.

Pearl se sonrojó un poco.

— ¿Sabes qué también creo que está rico?

Amethyst se sonrojó. — ¿Qué?

— Nada.

— ¡Dime! ¡No... no puedes dejarme con la duda, es pecado! –se entreveró un poco.

—Mírame. –la retó.

Amethyst, de acto, dejó el postre y el paquete de lado y cogió el brazo de Pearl y jaló de él hasta llevarlo a su habitación. La postró sobre su cama, y se puso frente a ella, encima. Pearl estaba nerviosa.

—No, mírame. —retó Amethyst.

— ¿Qué... qué te sucede, Amethyst? –desvió la mirada, seguía sonrojada y nerviosa. Rió.

— Nada, yo... –ella desplazó su mano sobre las mejillas tornazuladas de la gema frente a ella. La mirada de la perla se notaba más relajada, más... apasionada.

Y la perla miró sus labios, gruesos, húmedos, carnosos.
Los quería tocar, ya que ella nunca tocó... Los labios de Rose.

Automáticamente, en ese instante, apareció una imagen de Rose en la mente de Pearl. Abrió los ojos como platos, y Amethyst se impresionó un poco, pero no paró.
Metió, y deslizó su mano debajo la prenda de Pearl, a lo que ella gimió un poco, y la seguía tocando.
Amethyst miró a Pearl, y Pearl la miraba, pero, no estaba aquí, su mente no estaba con ella. Pearl alzó un poco la cabeza para chocar los labios de Amethyst, y empezaron a besarse un poco brusco al inicio, pero tomó ritmo y delicadeza con los segundos. Y seguía tocándola. Las dos estaban en una pelea con sus mentes, pero eso no hacía pararlas. Amethyst decidió sacarle la prenda, y a Pearl no le molestó. Y vió su delicado, blanco, y detalloso bra.
Amethyst se quedó perdida en ello. Seguía encima de ella, sentía que la tenía, que la podía controlar y azotar si a ella se le antojaba. Estaba... excitada.
Se lo iba a quitar, pero Pearl chocó con la realidad, abrió los ojos como platos a Amethyst, pero esta vez diferente, con terror. Empujó a Amethyst y le arrebató su prenda. Y corrió, no miraba atrás. Amethyst ni se interesó en llamarla, estaba roja, pero no del nerviosismo o vergüenza, sino de la cólera e ira.

Don't Rose It (PearlxAmethyst)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora