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Pearl se encontraba frente a su hogar, sola, con bastante frío. Se decidía entre entrar, o no. Le pasó por la mente irse y no volver jamás, pero como tal, sólo era un pensamiento erróneo y ella lo sabía. Tomó aire y lo exhaló, cerrando sus ojos mientras lo hacía. Y manipuló la manija de la puerta, para luego empujar la puerta e ingresar. Era muy normal que no usaran llaves aquí, la gente confiaba entre ellos, y un robo, era muy escaso, a no ser que te roben papas fritas, que es lo más normal.

Todo estaba oscuro, en silencio. Checa la hora en su móvil e indicaba apenas las 8:49.

"Steven."


Subió a su habitación y lo observó. Dormía como un angelito.

"Un bebé de 14 años, eh."


Tenía algunos medicamentos nuevos en su cómoda. Eso indicaba que Garnet lo estuvo cuidando un poco. Ya no tenía qué preocuparse.

Ahora tocaba preocuparse de ella misma, y de la otra gema.

Se puso frente a la puerta que transportaba a las habitaciones de cada una. Los nervios la invadieron pero estaba más que decidida, lo iba a hacer, lo iba confesar todo.

"Llévame a la habitación de Amethyst, ... por favor."

Y salió un destello que transportó en milisegundos a la perla. Pearl cerró sus ojos.

Y ya se encontraba ahí, estaba todo más que oscuro, no había ruído. Y dudó si en realidad se encontraba allí.

La buscó a pasos torpes y lentos. Torpes porque había cada cosita en cada esquina en el suelo que la hacía chocar y taparse la boca del dolor. Amethyst siempre fue una desordenada.

Encontró su habitación, y no había nadie. La expresión de nerviosismo de Pearl cambió, pero a una desanimada.

— ¿Qué haces aquí, intrusa? –Amethyst estaba detrás de ella, con la mirada seria.– Vete, ¿Quieres?

— Amethyst, quiero conversar contigo... Juro que no tomará mucho tiempo y sólo quiero un poco de tu tiempo, sólo un poco y... –Pearl se enredaba en sus palabras, no sabía que decir pero quería que se quedara.

— Ah. ¿No te irás? Bueno. Me voy yo. –se dió la media vuelta para salir de la habitación.

Era una pequeña batalla de palabras, Amethyst ya en la entrada de la casa. Y Pearl tras ella tratando de convencer que se quede. Hasta que salieron las dos de allí.

—Amethyst...

El cielo estaba estrellado. Se escuchaba tranquilamente el sonido de las olas.

Amethyst se volteó, con el freño funcido.

— ¿Qué tanto quieres?

— Sólo... conversar contigo. –Pearl bajó la mirada, ya estaba sobrellevándola mucho.

—Bien. –Dijo la Amatista yendo a sentarse en un asiento de madera que tenían en la parte posterior. Optó por no prender la luz de la mesilla que había al lado.

Pearl se sentó en la otra.

Amethyst cruzó la piernas, se apoyó del antebrazo y miraba al vacío del mar oscuro. —Comienza. –mandó.

Pearl, sin embargo, estaba tensa. Tenía las piernas muy pegadas entre ellas, con la palma de las manos sobre ellas, observándo todo lo que hacía la otra.

—B-bueno... –Pearl bajó más la mirada.– En primero, lo siento.

Amethyst miró a Pearl.

—Y siento haberte... obligado a hacer tales cosas, nunca fue realmente mi intención. Nunca te hubiese querido obligar a nada, Amethyst. Tú me importas.

Amethyst tenía brillo en los ojos, y no eran reflejos.

—Pero... hay algo que quiero que sepas. –Pearl tomó aire y miró a Amethyst, ahora, ambas se miraban fijamente– Me gustas. Amethyst, me encantas, demasiado. Te he visto crecer, ser toda una niña rebelde, madurar tras Steven, todos los acontecimientos que hemos pasado, absolutamente todo. Y no hacíamos más que discutir... –En esto, Pearl río un poco, tristemente, pero continuó – Y fui una tonta al relacionarte con alguien que no está y no estará con nosotras más.

Pareciera que Amethyst iba a llorar, se estaba tapando la cara, no se tragaba todo lo que estaba diciendo la gema. Era... casi imposible.

Estaba sin palabras.

Se quedaron en silencio, ninguna de las dos habló de nuevo, pero rompió el hielo la morada.

—Pearl. Lo siento.

Don't Rose It (PearlxAmethyst)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora