Capitulo 21

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Es una mañana tranquila en Myrra. Ha parado de llover. El calor invade las calles y los edificios, cubriéndolo todo de un vapor empañado. Norra observa un par de atrapacielos

cerúleos que sobrevuelan la ciudad, persiguiéndose el uno al otro: podría ser una pelea territorial o un ritual de apareamiento. O ambos, teniendo en cuenta la naturaleza de estas intrépidas aves azules.

En la azotea de casa de Esmelle y Shirene, reina la calma mientras Norra se toma su taza de té. Pero la serenidad exterior no logra calmar el caos de su interior.

Norra conoce esta sensación. Ponerse el traje de piloto. Montarse en su Ala-Y. Quedarse sentada en el hangar del Hogar Uno, esperando la señal. Esperando el salto al hiperespacio. En ese momento, también reinaba la calma. Algunos murmullos aquí y ahí. Un droide que pasaba. El sonido de la vieja fragata: el repiqueteo de alguna cañería más allá de los muros, un leve crujido de metal contra metal, el retumbo de los depuradores de aire al encenderse.

Intenta no marearse, pero hoy es como ese día.
Solo quiere irse a casa.
Pero el deber le llama una vez más.
Abajo, en el sótano, Temmin trabaja en su droide. Los otros dos han conseguido

dormir un poco. Norra también ha dormido, aunque solo unas horas y con un sueño agitado.

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Star Wars: Consecuencias

Pero Temmin se ha quedado trabajando. Norra lo admira. Es como su padre, decidido y motivado. Y terco como ella. También furioso, arrogante y firme como ella. Como cuando ella decidió irse de este planeta para unirse a la Alianza Rebelde, con la convicción ingenua de que podría descubrir ella sola dónde estaba apresado su esposo. ¿Y entonces qué? ¿Rescatarlo? Como si fuera una princesa de cuento de hadas atrapada en una torre. Qué idea más peregrina.

Al otro lado de la calle, subiendo hacia el huerto, se fija en una pareja de ancianos, sentados en el tejado de una casa. Los reconoce. Llevan aquí muchos años, esos dos. Son una pareja de bith viejos y apergaminados. Ha olvidado sus nombres, aunque Esmelle probablemente los sepa. Los dos bith están ahí sentados bajo un parasol, viendo la salida del sol sobre la jungla lejana. Beben de un cilindro, probablemente batido de oratay. A los bith parece encantarles ese potingue.

Son gente pacífica, los bith.
A Norra le gustaría ser como ellos...
Justo entonces, oye un sonido a lo lejos. Un sonido que Norra reconoce al instante,

ConsecuenciasWhere stories live. Discover now