Capítulo 10

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¡Hey! Lo siento por tardar tanto en subir, pero aquí estoy de vuelta. Y fueron solamente dos semanas dale haha. No pero en serio, perdón y gracias por todo, y... ¡DISFRUTEN!

De repente, un dolor empieza en mi cabeza, y se extiende por el resto de mi cuerpo. Noto como si el corazón me palpitara en todos lados. —No me encuentro muy bien —soy capaz de susurrar, antes de cerrar los ojos para que ese dolor se vaya. Pero no funciona.

Noto la presencia de Peter delante de mí. Me acaricia la mejilla en un movimiento suave. —¿Qué te pasa Lali? —su voz es dulce, y abro los ojos para mirarlo.

Quiero besarlo de nuevo. Volver a sentir sus labios en los míos. Los labios de la única persona que voy a querer. Pero el dolor es aterrador, y me echo un ovillo mientras grito, queriendo sacar parte de esta tortura.

—¿Lali? —Peter me levanta en sus brazos musculosos, mientras me lleva hacia el coche. Cierro los ojos nuevamente, por el dolor—. ¿Qué mierda te pasa Lali? —en su voz detecto preocupación.

—¡Me duele! —lloro apenada—. Me duele mucho —me aferro a su camiseta mientras él intenta meterme dentro del coche, no queriendo que me suelte.

—¿Dónde te duele, Lali? —exige con voz firme. Su frustración por no saber qué hacer, como ayudarme, notable en el ambiente. Me estremezco ante el tono de su voz—. Dime donde te duele nena —dice más suavemente, intentando calmarme un poco, pero no ayuda mucho.

Lloriqueo mientras niego. —No lo sé —el dolor sigue palpable ahí, en todas partes. Es como si estuviera en todos partes y en ninguna a la vez. Me duele todo, y en todas partes, y cuando empiezo a marearme, es cuando empiezo a asustarme. —¿Qué me está pasando? —cierro los ojos, intentando ignorar todo mi cuerpo.

Siento a Peter tensarse. Sus brazos me depositan en el asiento, y aunque me aferra a su camiseta, no soy lo suficientemente fuerte para agarrarme a ella. Así que lo suelto. Da dos pasos y ya está a mi lado.

—Lali, abre los ojos. Quédate conmigo, ¿sí? —su mano se entrelaza con la mía, mientras sale echando humo del bosque.

Intento abrirlos, pero en la oscuridad no siento dolor. —Me duele si los abro —protesto, mientras los cierro otra vez.

—No te duermas, ¿vale? Mírame a mí. —Asiento, sin saber si me está mirando o no, incapaz de poder abrir los ojos, pero no le gusta mi respuesta así que intenta otra cosa—. Cuéntame algo sobre ti.

Mis ojos se abren un poquito. Lo suficiente para ver su perfil. Su mano libre fuerte en el volante, mientras se concentra en la carretera. La otra fuerte entre la mía. —¿Ahora quieres conocerme? —me río, ante la situación.

—Si —responde serio—. Lo que sea, Lali, por favor.

Su preocupación no me pasa desapercibida. Intento sonreír ante su suplica, pero no puedo sentir mi boca. Intento hablar, contarle como terminé en Londres, contarle todo de mí, hasta mi más profundo secreto. Quiero que lo sepa todo sobre mí. Pero mi cerebro no conecta con mi boca, y lo único que sale de mí son murmullos, apenas audibles para él.

Empiezo a dejar de sentir el resto de mi cuerpo lentamente, y me aferro a su mano fuertamente. No queriendo dejarla de sentir en la mía. Como encajan tan perfectamente. El calor en la suya, el frío en la mía. Mi pulgar acaricia suavemente su mano una vez, antes de que, también, deje de sentirla.

—¡Lali! Abres lo ojos —golpea el volante furioso—. ¡JODER! ¿Qué mierda te pasa? —maldice entre dientes.

Quiero decirle que sigo aquí. Que lo oigo. Que soy consciente de lo que está ocurriendo a mi alrededor. Intento hablar, pero no puedo pronunciar palabra.

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