Capítulo 9

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Nuevo día. Nuevo yo. Eso es lo que me digo una y otra vez mientras me miro en el espejo. He elegido este atuendo, deportista pero casual (y muy cómodo), especialmente para cuando llegue la hora de ir a la nueva misión.

Me hecho un último vistazo, y salgo del cuarto decidida.

Los eventos de esta mañana dándome un mal sabor de boca. Pero necesito olvidarme de eso. Eso es justamente lo que necesito. Actuar como si no existiera. Debería ser fácil. Ya me he pasado toda la mañana en la cama como un alma en pena, ahora me toca poder disfrutar. Sin él, me susurra una vocecita interior.

—Buenos días, dormilona —Stella aparece a mi lado, con un devantal puesto, lista para cocinar, y aunque esté rota por dentro ante la ausencia de su hija, nunca pierde el color que tanto la caracteriza. Sonrío sin poder evitarlo. Una sonrisa genuina. Y me siento en unos de los taburetes en la isla de la cocina.

—Hola —saludo—. ¿A que se debe tanta alegría? —pregunto, riendo.

—Hoy es el gran día —exclama Stella—. Puedo sentirlo —su voz dulce, mientras prepara una masa, mezclándola con todo tipo de ingredientes. Una vez satisfecho con ello, se gira a mirarme—. He estado hablando con Nathan, y tiene pruebas, Lali. Pruebas —sonríe plenamente.

—¿Qué pruebas? —me da miedo incluso a preguntarlo, pero por la expresión en su cara, puedo darme cuenta de que se trata de buenas noticias.

—Fotos de ella. Está bien. La están cuidando.

—¿Cómo lo haces? —le pregunto, sin poder contenerme.

Stella se acerca al horno, y lo sube de temperatura. Después vuelve a la barra, y se sienta a mí lado, con bol y cuchara en mano. —¿Cómo hago el qué? —me pregunta, dando especial atención a su mezcla.

—Para estar así de... ¿bien? —pregunto dubitativa, tocando un tema sensible para ella.

Stella me mira expectante, y piensa su respuesta un buen rato antes de dármela. —Supongo que si estoy así consigo más que estando tirada en un lugar llorando a mares. Siento que así la estoy ayudando, porque tengo las energías para hacerlo. Tengo la esperanza de que en cualquier momento la voy a ver de nuevo. Tengo que aferrarme a eso. Es lo único que me queda.

—¿Pero no te preocupa?

—Es mi hija. Claro que lo hace —suelta, pero más que enfadada parece incómoda. Alterada—. Sé que está bien —dice más suavemente, pero con convicción, cosa que no me pasa desapercibida—. Tiene apenas un año. ¿Quién querría hacerle daño a un ser tan inocente? —me pregunta, en modo de explicación. La miro, intentando descifrar sus palabras. Suena tan convincente que cualquier creería que su hija está secuestrada en manos de la mafia—. Pero Will... Will está mal. Por eso le estoy cocinando su pastel favorito, sé que le va a encantar.

—No lo dudo —digo, sinceramente. Aunque hay algo en mi memoria haciendo eco—. Pero, el otro día dijiste que le habías estado mintiendo. No creo que eso ayude tampoco —le digo, intentando parecer neutral, pero fracasando desastrosamente—. No quiero sonar hipócrita, ni rencorosa, no después de todas las mentiras que le dije yo personalmente, pero por eso mismo. Siento que estoy en deuda con él.

Stella tarda unos segundos en contestarme, ocupada poniendo el pastel en el horno para que se cocine adecuadamente. —Lo voy a hacer cuando Lucy esté aquí nuevamente. Tengo que contarle la verdad, pero no es fácil, no sé cómo va a reaccionar. Encima, ahora, añádale Nathan que... —se detiene a media frase, insegura de como continuar.

—No es ningún secreto —digo, intentando tranquilizarla—. Nathan y tú, quiero decir. Me he dado cuenta de lo que sucede.

Aparta la mirada, y sus mejillas se vuelven de un color rosado chillón. —No pasa nada —se apresura a aclarar. Arqueo una ceja, mirándola expectante—. No sé que me pasa con él —confiesa en un suspiro—. Pero cada vez que estamos juntos, me siento... —pausa unos segundos, intentando encontrar la palabra correcta—. Bien —murmura.

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