Capítulo 25

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El color se va de mi cara, porqué sé que no está hablando de Gastón, ya que él es el hijo de Clarice, la mujer de su padre, y aunque me apene el hecho, no lo considera como hermano.

—Se llamaba Oliver.

¿Oliver? Pienso en ese nombre, por si lo he oído alguna vez, pero no me resulta en absoluto familiar.

Peter me mira por lo bajo, sin saber como continuar. —¿Qué le pasó? —pregunto en un susurro dubitativo, con miedo.

—Lo mataron —expira con profundidad. Gira su cabeza para mirarme—. Lali, lo que te voy a contar ahora no puede salir de aquí. Sólo lo saben tres personas, y es imprescindible que nadie más lo sepa.

—Puedes confiar en mí —le ofrezco.

—Lo hago —vuelve a observar el horizonte—. Sé que confías en mí, por eso estás aquí. Pero también sé qué piensas todo el tiempo en tu madre —la boca se me abre ante la sorpresa, ya que llevo meses intentando no pensar en eso, intentando pensar positivamente, con esperanza—. Hace cuatro años tuve una misión. Estaba en el principio de todo, seguía unido a los Lanzani, los Taurus también estaban de nuestra parte. El operativo no era de alto riesgo. Oliver era el cerebro. El que dominaba todo tipo de tecnología. Era algo sencillo. Necesitábamos unos datos que estaban en un edificio en las afueras. Fuimos en dos grupos, de seis cada uno. Conmigo estaban los Torment, en el otro los Lanzani —pausa un segundo, y acaricio su pecho con dulzura, dejándole saber que estoy aquí. Intentando trasmitir la seguridad que necesita en estos momentos—. El plan fue bien. Conseguimos entrar, coger lo que necesitábamos, y salir como si nada. Debería haber sabido que algo no cuadraba, pero estaba demasiado confiado. Todo iba acorde al plan. Todo iba bien. No pensé en las consecuencias. Entramos nuevamente al coche, y Bianca y Cleo estaban emocionadas —¿Bianca? Lo miro extrañada, pero no digo nada—. Era su primera misión oficial, y supongo que querían celebrarlo porque lo próximo que sé es que suena la música a tope y de la nada —cierra los ojos, costándole horrores recordar ese momento—. Boom. Temblor. Silencio absoluto. El coche con los Lanzani a dentro había volado a pedazos, y sabía que el nuestro era el siguiente. Grité lo más fuerte que pude que salieran todos del coche, pero estaban tan asustados, no sabían cómo funcionar, qué hacer en una situación como esa, como reaccionar. Todos al suelo, volví a gritar, pero perdimos demasiado tiempo intentando salir, porque, aunque lográramos salir todos fuera, el coche explotó a nuestro lado. Los restos, piezas, del coche, cayeron sobre nosotros, pero afortunadamente no hubo ningún herido grave. Y ahí apareció tu madre, Mary Espósito. Estaba muy tranquila. Muy segura. Muy relajada. Eso no era bueno para nosotros.

—Mi madre nunca hubiera hecho daño a nadie —interrumpo.

—Te sorprenderías, Lali.

—No —digo rotundamente—. Ella era buena.

—Lo es, pero las madres son capaces de hacer cualquier cosa por sus hijos. La había visto dos veces antes, pero en esos momentos, estaba contra nosotros. Me dijo que si le daba a Bianca —pausa unos segundos. Otra vez ese nombre—. Que nos dejaría ir. Que solo la quería ella. Por lógica sabía que no haría tal cosa. No sé de qué grupo formaba parte, sabía que no estaba con los Espósito. Pero en pocos segundos Mary confesó que no podía llevar a cabo tal misión, y fue ahí, cuando aún salían palabras de su boca que de la nada aparecieron ellos, no sé quiénes eran, ni cuantos, pero empezaron a atacar. Fueron a lo grande. Explosivos por todas partes. Nos dejaron a todos KO. Mataron a Oliver. Mary entró en un coma. Se llevaron a Bianca. Creo que nos daban a todos por muertos, por eso ni siquiera se preocuparon —se gira a mirarme—. Por eso tenía a tu madre, Lali. La estamos cuidando. No le quiero hacer daño, solo necesito saber dónde está Bianca. Y ella es la única que sabe dónde está Jackson, que él es quién nos va a llevar a Bianca.

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