Expedición nocturna

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Gino ofreció su camioneta 4x4 para la búsqueda. Dimos varias vueltas por las calles principales del pueblo. En pocas horas amanecería y el paradero de Lucius seguía siendo una incógnita. Mi socio se había despedido del dueño del alojamiento con la excusa de tomar un poco de aire y se había llevado el auto de la agencia. No podía estar muy lejos.

Tomamos el camino hacia el desierto por sugerencia de mi acompañante. La noche todavía estaba cerrada y abundaban las constelaciones invisibles a la luz urbana. Se oían sonidos de insectos y del viento golpeando la tierra yerma. Mucho se agitaba en aquel silencio. No era la primera vez que Gino se dirigía al Black Rock en busca de un turista extraviado. Él decía conocer cada rincón de aquella extensa y cálida llanura. Su vehículo parecía acostumbrado a esas expediciones y por dentro uno se encontraba tan cómodo que por momentos me olvidaba del objetivo de nuestra marcha.

En un tramo el camino se fundía con el desierto y desaparecía. A esa altura yo no sabía que pensar. Me imaginaba a Lucius llegando a Sacramento o a Reno, como si en otro de sus brotes obsesivos hubiera decidido que ya no valía la pena ese negocio. Incluso se me cruzó por la cabeza una escapada nocturna a Nixon para presionar al granjero de entregarle datos sobre Rogers. Todas especulaciones válidas para mi. Pero verlo así no era parte de mi mapa mental.

Vimos un resplandor a un kilómetro. Gino me hizo notarlo. Nos dirigimos hacia allí y el coche apareció. Era la misma marca y el mismo modelo, pero yo me negaba a creerlo hasta que estuvimos lo suficientemente cerca para ver el numero de patente. Ahí estaba nuestro Ford, en medio de la nada, esperando la nada. 

Cuando nos acercamos al asiento del conductor  lo hallamos dormido, seguramente inconsciente. Estaba empapado en su dolor, tenía la cabeza completamente mojada y temblaba levemente. Intenté comunicarme con él pero fue inútil. Lo sacamos de ahí y lo recostamos en los asientos de atrás. El hotelero no parecía asombrado, lo cual proyectaba un mar de dudas y sospechas sobre su persona, pero su buena disposición para ayudarme ganó mi confianza. El auto se había quedado con poca gasolina, la suficiente para volver a  la ruta. Gino me dio un bidón con combustible para poder volver a Gerlach y nos siguió con su camioneta hasta el hotel.

AnahimWhere stories live. Discover now