Mr. Rogers

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De pronto estábamos ahí, frente a una leyenda. Una leyenda de parpados caídos y mirada esquiva. Tenía un saco color beige, una camisa celeste sin una sola arruga y una corbata rayada azul y gris que desentonaba totalmente. El gran jefe ocupaba una oficina de 4x4 en la que aún guardaba recuerdos de sus años exitosos en Reno. Había una estantería con objetos valiosos, placas conmemorativas, portaretratos, premios, diplomas, etcétera. Un verdadero museo de lo perdido en el camino. Sentí lastima por él, aunque no demasiada. El viejo Rogers seguía siendo un audaz zorro.

Nos invitó un café expreso que Lucius recibió con nerviosismo. Yo por mi parte no tenía muchas razones para perder mi seguridad frente a él. Mi socio hizo una introducción sobre nuestra visita en la que dejó en evidencia nuestra admiración hacía el historial de nuestro interlocutor. El viejo no estaba para halagos, eso decía su apático rostro. Lucius también realizo un breve resumen sobre Bratco, nuestra compañía de representación y publicidad. Le contó una serie de experiencias empresariales gratificantes en nuestra sede de Los Angeles. Estos hechos no podían impresionar al hueso duro de roer que era Rogers. ¿Que lo haría entonces? ¿Que lo haría despertar de su letargo reptil? Era inútil cualquier intento de encontrar una metodología comunicacional capaz de arañar su corazón.

Finalmente fue mi turno y tuve que hacer el trabajo sucio. Le expliqué nuestra relación con la zona y el establecimiento de redes que nuestra compañía estaba buscando entre California y Nevada. Le di un breve discurso sobre el empoderamiento de las ciudades pequeñas y la importancia de cuidar y promover el talento de las pequeñas ciudades. También me tomé un tiempo para hablar del Condado de Washo. Y en ese momento salió el nombre de Anahim la estrella local de Gerlach. Teníamos un proyecto para ella y él debía hacernos fácil las cosas.

-... Todo esto suena muy interesante- Respondió al cabo de un rato de silencio

- ¿En serio?- preguntó mi ansioso amigo

-Si, digo. Todo este discurso suena interesante. Es un buen discurso. Está muy bien preparado. Tan preparado que apesta.

- ¿Como? Creo que no lo entiendo

-Déjeme seguir hablando. Yo ya lo he escuchado pacientemente, ahora déjeme hablar... Me están pidiendo muy gentilmente que les ceda a mi chica de oro. No se de donde han salido pero yo no conozco a ninguna empresa llamada Bratco. Y eso quiere decir dos cosas, o que se trata de una  empresa relativamente nueva y sin mucha importancia o que no existe la tal Bratco. En ambos casos pierdo mi tiempo hablando con ustedes. Espero que hayan disfrutado del café. 

-Sr. Rogers estamos dispuestos a pagar lo que sea por un contrato con su representada- Dije

-Usted no es consciente de lo que significa esa frase

-Ponga un numero

- No me pruebe. A Angus Rogers nadie lo prueba.

- ¿Que tal medio millón?- Pregunté un tanto alterado por la situación- ¿Quiere medio millón?

- Salga de mi oficina y vuelva cuando quiera hacer negocios en serio.

Nos fuimos. Salimos muy diferentes. Lucius se sentía frustrado por no conseguir a su Anahim y yo extremadamente enojado con el prepotente señor Rogers. Quizás por eso nació en mi la idea de venganza. Estaba incluso más comprometido con esto que Lucius. Desde ese momento supe que iba a ser todo lo que fuera posible para sacarle su juguete al viejo Angus Rogers.

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