Blanco, negro y... rojo

138 5 2
                                    

Un zumbido agudo comienza a resonar en mi cabeza.

Con gran esfuerzo, logro abrir mis ojos lentamente. 

Una luz blanca inunda la habitación en la que me encuentro. 

Estoy tendido en el suelo. 

Comienzo a mover mi cuello y todas mis articulaciones me lo agradecen. 

Blanco....

Es todo lo que veo a mi alrededor: me han traído a una especie de cámara de contención. Es rectangular y no tiene nada. Ni cama, ni luces colgantes en el techo, ni un armario, ni... ¿una puerta? ¿Cómo llegué aquí? 

Observo con más detalle y logro distinguir un punto negro en una de las paredes. Me incorporo lentamente y mis piernas flaquean al principio, pero poco a poco la fuerza vuelve a mí y logro ponerme en pie. 

Camino lentamente hacia una de las paredes y descubro que son un poco suaves al contacto. ¿Esto es un manicomio o algo así? Me dirijo hacia el punto negro que divisé hacía unos minutos y al tocarlo, nada ocurre. Doy vueltas en círculos por la habitación por horas y nada cambia a mi alrededor. Finalmente me siento en el suelo y me acuesto nuevamente. Pero el hambre se apodera de mí y no puedo dormirme. 

Me siento e intento hablar por primera vez en... este tiempo.

-H... Hol... ¿Hola?- mi voz suena ronca. Qué estúpido... Mi primera frase en mucho tiempo fue... ¿"Hola"? Patético.

-¿Quiénes son ustedes?- lanzo al aire- ¿Qué quieren de mí?

Mi respuesta: nada.

Cuando no puedo soportar el hambre, lo anuncio por si las personas que me custodian tienen sentido de humanidad. Y el anuncio rindió frutos...

El punto de la pared comienza a moverse, dejando un rastro rojo tras de sí, como si se tratara de una braza de fuego. Se forma una compuerta y el rojo comienza a trasformarse en un negro azabache. Me incorporo para hablar con estas personas, pero lo que veo cuando se abre la puerta es cualquier cosa menos una persona. 

De unos dos metros y medio de altura, y una contextura musculosa, cualquiera pensaría que es un hombre que ejercita mucho. Lo que lo hace inusual es la cobertura negra que tiene por piel. Y no es que sea negro, es literalmente un bulto de alguna sustancia de ese color, como si estuviera bañado en alquitrán. Una cola baja desde su pelvis y se mueve de un lado al otro.

Intento moverme pero lo único que puedo hacer es retroceder. Cuando siento la pared contra mi espalda, decido utilizarla como impulso y comienzo a correr a un costado del monstruo, para intentar escapar, cuando de pronto, una ala de plumaje del mismo color que el engendro me corta el paso. Sin embargo, este tiempo caminando me ha servido, porque logro agacharme y pasar por debajo de ella. 

Comienzo a correr hasta la puerta mientras que el monstruo se gira para verme de frente. Con un salto, salgo de la habitación y me giro para observar el funcionamiento de la compuerta. Todo afuera está hecho de metal y se ve como una fortaleza militar. Al analizar el hoyo que va a dar donde estaba el monstruo enorme que caminaba hasta mí, vi una especie de cerradura. Necesitaba una llave. En eso me percaté de que el amasijo negro tenía una que le colgaba del cuello a manera de collar. 

Me armé de valor y corrí hasta él, me lancé contra su pecho y tomé la llave. Lastimosamente, él me tomó a mí entre sus manos y me lanzó al extremo opuesto de la salida. 

-Aquí está tu comida- dijo con una voz grave y casi diabólica.

Puso en el suelo una bandeja y se fue hacia la salida. Corrí hacia la espalda del ser, tomé una de sus alas y comencé a jalar con toda mi fuerza. A todo esto, el ala comenzó a ceder y a arrancarse, dejando  ver una herida de la que estaba brotando sangre. En un grito de dolor, el monstruo me golpeó con su cola en el brazo y me hizo perder el equilibrio. 

Caí en el suelo y el monstruo se fue quejumbroso por donde vino. Ni siquiera tuvo necesidad de cerrar la puerta, porque el espacio se redujo poco a poco hasta volver a ser ese punto negro e inofensivo que fue alguna vez.

Pero esta vez, yo tenía algo que iba a funcionar: Una llave.

La orden secretaWhere stories live. Discover now