Juego de sombras

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-¿Dónde se habían metido ustedes dos, imbéciles?- irrumpió una poderosa voz femenina- ¿Y por qué demonios están transformados? Necesito doctores, no bestias.

-Doctora Kewat, puedo explicarlo- intentó hablar el monstruo negro que estaba un par de metros delante mío. 

-No necesitan justificarse, Alek- lo frenó ella.

El monstruo se giró hacia donde debía de estar la doctora e hizo una reverencia.

-¿Encontraste ya la llave?- preguntó ella.

Las risas de Tyler, el gigantesco lobo verde, respondieron a la pregunta.

Aproveché ese momento para acercarme más al pasillo para poder ver a la mujer. Llevaba un vestido pegado al cuerpo que le llegaba un poco más arriba de la rodilla y sobre este, llevaba otra gabacha de doctor. Su pelo negro y su tez blanca contrastaban maravillosamente y resultaba casi hipnótico. Usaba anteojos y a juzgar por su voz, ella tenía un aire de autoridad que le permitía imponer sus órdenes a los otros dos "hombres/monstruos". 

-Sigan buscando. RÁPIDO. Ya tuve suficiente con la fuga de esta mañana. Estas muestras no son como las anteriores.- se giró hacia Alek y prosiguió- Si Zed no sufrió daño alguno con esa asquerosa baba negra tuya; y más aún, pudo arrancarte media ala como si estuviera despedazando un pollo frito, deberías tener miedo. 

Tyler se volvió a reír.

-Tu no te escapas, maldito perro.-dijo con una sonrisa, girándose hacia el lobo- Eres más débil que Alek, y ni siquiera tienes protección sobre tu piel. Ese muchacho te destrozaría como piñata. Ahora largo.

Sin quejarse más, los monstruos se fueron por un pasillo oscuro y la doctora fue tras ellos.

Pero dejaron sus gabachas. 

Rápidamente corrí hasta ellas, tomé una y me la puse pero me quedaba muy grande. La otra (era de Tyler) me quedó a la perfección.

Caminé nuevamente por el pasillo de la derecha por el que había intentado ir antes y esta vez no hubo problema alguno. Seguí caminando por un laberinto de paredes poco iluminadas y encontré un pasillo muy parecido al mío con un rótulo en la entrada: CATE FOX.

Caminé pegado a la pared hasta llegar a una compuerta como la mía, pero esta estaba abierta. Dentro, todo estaba rojo, pero no era el color original del lugar. Era sangre. 

Paralizado, intenté volver sobre mis pasos, pero una mano me tapó la boca.

-¿Sorprendido, doctor?-susurró una chica a mis espaldas.

Inmediatamente, giré mi cuerpo bajo su brazo y la embestí como si fuera un toro. Tumbada en el suelo, la chica parecía asustada. Tenía mi mano derecha sobre su yugular y la izquierda estaba en el aire, lista para golpearle la cara y dejarla inconsciente. Cuando observó que titubeé, me golpeó con su rodilla en el abdomen y puso su cuerpo sobre el mío. Levantó su mano derecha sobre su hombro y una especie de sombra le envolvió el puño.

-¿Qué acaso no tuvieron suficiente ayer?- dijo, con una mirada feroz.

Entonces lo vi: un brazalete dorado en su antebrazo, justo debajo de la sombra que giraba en su mano. Era como el mío.

-¿Te prieta?- dije, esperando que el comentario la confundiera.

-Ya sé qué intentas hacer, monstruo. No tendrás oportunidad de hacerlo de nuevo.

-Yo también tengo uno, Cate- dije, esperanzado de confundirla aún más. Y a la vez, nervioso de que ella fuera la residente de la habitación desocupada.-Si no me crees, levanta esta manga.

Señalé con la barbilla mi brazo derecho y ella siguió mi mirada. Con su mano izquierda destapó mi brazalete.

-Eres... como yo- dijo.

-Y busco lo mismo que tú-añadí.

-¿De dónde sacaste eso?-dijo, levantándose y ayudándome a levantarme del suelo.

-La tomé prestada...

-La robaste- sonrió. 

-El lobo la dejó tirada en el suelo y yo solo la tomé- aclaré.

-¿Lobo?- se asustó.

-¿Hey, qué pasa allí?- una voz juvenil nos llamó.

Inmediatamente tomé el brazo de Cate, lo puse en su espalda a manera de llave pero sin apretar demasiado para no dañarla y dije:

-¡Al fin! Ven a ayudarme, inepto.

Cate forcejeaba pero al ver que yo no me resistía, entendió mi plan. Ella también se calmó y dejamos que el chico viniera a nosotros. Le dimos la espalda y caminamos hacia la cámara. Cuando el chico pasó a nuestro lado, ni siquiera se inmutó en vernos. Confiado en mi gabacha y en la falsa traba de la chica, fue hasta la puerta y comenzó a insertar una serie de códigos en un pequeño panel que estaba en la pared. 

El chico llevaba lentes y otra gabacha. Debía ser principiante, para ser tan descuidado.

-No podemos seguir mapeando sus poderes si no están dentro del complejo. Y nos cuesta aún más trabajo cuando no están en sus cubículos, señorita Fox.- dijo como si supiéramos de lo que hablaba. 

-Lo siento, Doc- bromeó ella.

La solté; se acercó al hombre por la espalda; levantó su brazo derecho y las sombras emanaron de la palma y se enroscaron por su muñeca y antebrazo. Ella repitió:

-Lo siento.

El chico apenas pudo girarse cuando ella tocó su cara y las sombras comenzaron a envolverlo completamente, entrando por sus ojos, nariz y boca. El chico no pudo emitir sonido alguno, pero se empezaron a exaltar sus venas; sin embargo, eran de color negro. Cate retrocedió y dejó que la oscuridad hiciera su trabajo. 

Los ojos se tornaron negros y el chico solamente se desplomó en el suelo.

-Vamos- dijo la chica como si nada hubiera pasado.

-¿A dónde?- dije, con cierto temor.

-A buscar una salida.

Comenzamos a caminar por los pasillos que yo ya bien conocía, buscando una salida de emergencia o algo por el estilo. Pero justo cuando giramos por un corredor, nos encontramos frente a frente con Tyler. Al ver mi gabacha, el chico Lobo se sorprendió y dijo:

-Conque allí estaba.

Al ver mi cara, no reaccionó de manera alguna y me dijo: 

-¿Eres nuevo, idiota? ¿Cómo te llamas? ¿Nadie te dijo que cada quién tiene sus propias gabachas?

Antes de poder disculparme y escapar con Cate, Alek nos encontró a todos conversando. Al verme a la cara, susurró:

-Tú.

-¿Se conocen?- dijo Tyler, confundido.

Entonces, vio a Cate y entendió todo.

-Neos... Reunidos...-vaciló.

-Y muertos- sentenció Alek.



La orden secretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora