Demonios y Hombres lobo

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Esperé hasta que la luz blanca del cuarto oscureció y asumí que ya debía ser de noche. 

Pasé todo el día estudiando mi habitación y mi cuerpo. Al parecer estaba un poco más pálido de lo normal, pero debía ser por estar en cama por.... mucho tiempo. No tenía un espejo, así que no pude verme a la cara. Lo único extraño era una especie de brazalete en mi brazo derecho, a la altura de mis músculos extensores. Era dorado, más como un anillo sin detalle alguno, de al menos tres centímetros de ancho y no era muy grueso. No apretaba para nada mi brazo, aunque tampoco estaba holgado. 

Cuando lo toqué, comenzó a iluminarse un poco pero no me sorprendió. Debía ser algún tipo de artefacto que me habían colocado los monstruos. O la persona que me había traído hasta este lugar. 

Apenas la luz fue tenue, me levanté, estiré y me preparé para salir corriendo hacia cualquier lugar fuera de este complejo. Saqué la llave de mis pantalones y me acerqué al pequeño punto negro que se abriría hasta convertirse en una puerta. 

Al insertar la llave, esta se encendió en un color rojo vivo, como si fuera una braza recién sacada del fuego. Comencé a arrastrarla por la pared, dibujando un rectángulo lo suficientemente grande como para que yo pasara por allí. Cuando cerré la figura, el extraño material blanco de las paredes comenzó a carcomerse hasta dejar un hueco. Y al otro lado de este, mi libertad. 

Salí en silencio y observé a mi alrededor. Sí era de noche y el recinto estaba iluminado con unos pocos fluorescentes que pendían del techo. Un estrecho pasillo daba paso a un corredor perpendicular. Tomé el camino hacia la derecha y no tuve problema alguno en el recorrido. Antes de girar por un pasillo, un viento frío me paralizó. Me quedé escuchando a mi alrededor. Cerré mis ojos para aguzar la audición y percibí pasos justo por donde iba a girar. Preparé mi puño para golpear a lo que sea que fuera la fuente de esos pasos. Hasta que analicé mejor la situación. Estaba en una especie de fortaleza con un número desconocido de seres que por alguna razón me quieren atrapado en una jaula blanca. Encontré una puerta cerca de donde me encontraba y corrí hasta ella, descubriendo que estaba cerrada. Saqué la llave de mis pantalones y busqué un punto negro en esta, pero no lo tenía. Corrí por el mismo pasillo por donde vine y me oculté cerca de mi "celda". Cuando iba pasando frente a donde yo me encontraba, observé a dos hombres con batas de laboratorio caminar con un vaso de café cada uno; estaban conversando:

-Aún no lo entiendo...- dijo uno- ¿Perdiste la llave de la cámara de ese neo?

-No la perdí. Solamente no la encuentro... Seguramente la dejé en la enfermería- respondió el otro.

-Un neo te dio una paliza, ¿sabías?- se burló el primero

Pero a mí me visitó un monstruo, no un hombre cualquiera. Yo sé lo que vi. 

-Sigue recordándomelo y el siguiente en recibir una paliza serás tú.

Comenzaron a golpearse en broma y poco a poco, los golpes se fueron haciendo más fuertes, hasta que ambos terminaron revolcándose por el suelo.

-Suficiente, Alek- dijo el que se estaba burlando- no quieres que te dañe, ¿o sí?

-Adelante, Tyler. Un ala rota no es impedimento para enseñarte quién es el alfa- respondió el otro, desafiante.

Ambos se quitaron las batas y quedaron vestidos con ropa formal. Se quitaron las corbatas y comenzaron a forcejear, hasta que el tal Alek (el del "ala rota") comenzó a crecer anti-naturalmente. Tyler cerró sus ojos, y al abrirlos, estaban verdes y sin pupilas. Solo estaban verdes. De la piel de Alek comenzó a brotar una sustancia negra y pegajosa mientras que Tyler comenzó a transformarse en una especie de perro gigante. El demonio negro volvió, lo reconocí en cuanto vi al vendaje en el ala. Y frente a él, había una especie de lobo gigante y verde. Ambos frente a frente. 

Esto no podía ser posible; debía estar soñando. Retrocedí un poco pero mis tennis hicieron un pequeño chillido. El monstruo negro, que estaba de espaldas a mí, se giró en redondo y observó el pasillo por donde yo me estaba escondiendo. 

-El neo...- susurró lo suficientemente alto como para que yo le escuchara.

-¿Acaso él habrá tomado la llave, Alek?- inquirió una voz ronca que asumí venía del hombre lobo... ¿Hombre lobo? ¿Qué estoy diciendo?

No tenía escapatoria. Debía hacer algo, y rápido. 

La orden secretaWhere stories live. Discover now