Capítulo Trece

26 4 0
                                    

Luego de la llamada de Lorenzo Marconi la pareja sabía que su final se acercaba, pero si estaban de acuerdo en algo era en que no iban a rendirse sin luchar. Pese a no tener demasiadas opciones ambos sabían que tenían que actuar, pero al estar totalmente atrapados les costó encontrar una solución que realmente les sirviera para salir.

         —Mierda... Lo siento, Aldana, pero creo que no tenemos forma de salir de esta. Fue un error mío mentirle a Lorenzo, y espero que puedas disculparme antes de que nos lleven. No se cual es la condena que me darán por esconder a una criminal buscada a sabiendas de quien era, pero si nos juzga Lorenzo estaré seguro de que nos ira lo peor posible. Creo que nuestra amistad ya se acabó para siempre, y aunque a mi me vaya mal lo que más me preocupa es lo que pase contigo... Estaré hablando mucho, pero lo último que diré es que no quiero perderte por nada del mundo.

Para sorpresa de Kit la pelirroja solo soltó una risa.

          —No te preocupes por mi destino —le aclaró ella, mientras colocaba sus manos sobre las de él—. Cuando fui a buscar los pasaportes también compré... Esto.

Al ver lo que Aldana sostenía en sus manos el rubio soltó una exclamación de sorpresa. Nunca había visto como lucía el veneno, pero cuando vio aquellas pequeñas píldoras azules supo que no podía tratarse de nada bueno.

          —¡No! Si es lo que pienso te pido por favor que lo tires, porque de ninguna manera dejaré que cometas suicidio. No puedes decirme esto y simplemente esperar que no haga nada, por Dios... Eres lo mejor que me pasó en la vida, la chica más bonita que conocí y mi mejor historia de amor. No me importa nuestro mal comienzo ni el hecho de que seas una homicida que actuó en contra de varios de mis principios, porque te amo y quiero pasar el resto de mi vida a tu lado. ¿Puedes hacerme ese favor?

Pese a las insistencias de su amado Aldana volvió a negar.

          —Esta vez necesito que confíes tú en mi. No tenemos salida, nos van a encerrar y no puedo permitir que me alejen de ti por el resto de nuestras vidas. Llámame cobarde, pero prefiero morir antes que darle a ellos lo que quieren. Nuestro futuro juntos nunca existirá porque yo fui lo suficientemente estúpida como para dejar mi ropa y darle acceso a mi ADN. Escucha, Kit... Yo quiero ser feliz, y como no puedo serlo mientras estemos lejos necesito hacer esto. No yo sola, porque sé muy bien cuanto me amas y no te pienso dejar, sino juntos.

          —¡¿Que?!

La propuesta tomó a Kit totalmente por sorpresa, ya que hasta aquel momento nunca se había planteado cometer un suicidio doble con nadie... Pero no se trataba de un nadie, sino de Aldana Cates. Amaba incondicionalmente a esa mujer pasara lo que pasase, y si se separaba de ella dudaba mucho poder superarlo. Además sabía que la condena para ella iba a ser mucho peor que para él, y no podía permitir que su amada sufriera.

          —No lo sé... Yo te amo, pero lo que me estas pidiendo es algo demasiado fuerte. No puedo vivir sin ti, y aunque parezca que estamos condenados a separarnos estoy seguro de que podremos encontrar una solución.

En ese momento unos golpes comenzaron a sonar al otro lado de la puerta, y al oírlos Kit se adelantó para intentar bloquearla. Sin embargo Aldana lo detuvo, y al verla el antiguo juez se percató de que sujetaba uno de los cuchillos de su cocina.

Al verla Kit soltó instintivamente la puerta, y su compañera aprovechó esto para apuñalar al policía que intentaba entrar en el cuello. Una vez acabó con su vida Aldana se volvió hacia él con las manos llenas de sangre y cerró la puerta.

          —Mira, tenía que hacerlo. Seguiré luchando y asesinando mientras ellos traten de atraparme, así que confía en mí y tómate estas píldoras conmigo.

Mientras Kit pensaba sobre la propuesta de la pelirroja esta se dirigió hacia la cocina para lavarse las manos, y una vez estuvo limpia lo llevó a él de nuevo a su cuarto y lo sentó junto a ella.

          —Kit, si no quieres hacerlo no hay problema... Podremos parecernos a Romeo y Julieta en lo espontaneo, pero no tenemos que tener el mismo final trágico. Es solo que como el edificio esta rodeado y ellos saben que me ayudaste no veo una forma de librarnos de esta.

          —De acuerdo, Aldana. Ganaste —exclamó Kit, tomando una de las píldoras del pequeño frasco—. No podré vivir lejos de ti aunque quisieras, y si te vas a ir para siempre me gustaría hacerlo contigo. Estoy listo para morir, y espero que nos veamos en donde sea que vayamos luego de esto.

Ambos se miraron esbozando una sonrisa, con algo de tristeza sobre sus cuerpos. Los dos tenían su píldora azul en la mano, y se miraban con nerviosismo.

          —¿Listo para hacerlo?

          —Contigo siempre estoy listo.

Un segundo después Kit se había metido la píldora en la boca, y mientras la tragaba con seguridad observó a su compañera. No obstante se llevó una sorpresa al ver que Aldana Cates había escupido la pequeña píldora azul sobre su mano y lo observaba con una sonrisa.

No era verdad... Simplemente no podía ser verdad. La mujer había jurado amarlo, se habían besado y hasta tuvieron sexo en un baño. Aquello era imposible, tenía que serlo. Si pensaba en que la mujer que más amaba lo había convencido para quitarse la vida solamente se deprimiría antes de morir, porque si de algo estaba seguro era de que moriría.

Pese a sus intentos por evitar pensar en lo sucedido al final terminó rindiéndose ante la ira y la depresión, pero estas emociones no duraron mucho. El veneno estaba comenzando a actuar, y él lo sabía. Aquel era el último día de la vida de Christopher O'Brien, el hombre que murió por amor.

Lo último que pensó antes de morir fue sobre como Aldana podría haberse arrepentido a último momento, o si simplemente habría querido vivir sin él. Pensaría cualquier cosa con tal de no creer que había vuelto a ser traicionado. 

Condenada Por El JuezWhere stories live. Discover now