Un poquito de ayuda

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Odín lo había dejado muy claro desde pequeños: ambos nacieron para ser príncipes, pero solo uno se sentaría en el trono de Valaskjálf.

Thor siempre tuvo claro que ese sería Balder al ser el primogénito, así que él se enfocó en la vida militar. Si Balder sería el rey de Asgard, Thor seria su guardián y, como guardián, debía estar dispuesto a hacer el trabajo sucio de su rey. Lo había hecho en Vanaheim al quemar viva a la reina tal como había ordenado su padre, y, en ese momento, pensó que no podía pedirle algo más bajo... se equivocó.

Así que sin más, ahí estaba, en los límites de Asgard, en la ciudad ambulante de Nornheim.

Los Norn eran personas particularmente extrañas, de costumbres nómadas y adoradores de Dioses paganos. Temibles guerreros si se les provocaba. Pero lo que más llamaba la atención de los Norn, era su dominio de la brujería. Su conocimiento de filtros, brebajes y venenos, hacía que los reinos más "civilizados" recurrieran a ellos en busca de ayuda. Por no hablar de las increíbles predicciones que realizaban como si fueran capaces de leer el entramado del destino de las Nornas... aunque posiblemente así era.

Por eso padre de todo lo había enviado ahí, con un solo propósito que ni siquiera tuvo que revelar, pues, la reina Karnilla, apenas lo vio abriéndose paso entre las tiendas, lo supo de inmediato y lo guió hacia la suya. En ella arrancó un mechón de su rubio cabello y lo comenzó a mezclar con una serie de viales de líquidos de consistencia viscosa, además de diversos tipos de hojas secas que despedían un aroma picante. Mientras, Thor se entretenía admirando el lugar.

Nunca había estado en una tienda Norn, por lo tanto aquella serie de cosas colgando por todos lados: animales disecados, frascos con diversas sustancias y un sinfín de objetos de diferente manufactura y antigüedad, se le hacía interesante. El aroma a hiervas secas, aceites e infusiones, cubrían la tienda como la niebla cobijaba al reino al llegar el alba.

Sabía que los Norn no manejaban monedas. Según sus creencias el dinero solo corrompía a los hombres, su necesidad de poseerlo y atesorarlo disecaba el alma. Ellos preferían el trueque. Creían que cada cosa era hecha para una función y, cuando a una persona dejaba de serle útil, debía pasar a la siguiente para seguir haciendo la labor para la que fue creada. Por eso no era extraño verlos cargar con un sinfín de cachivaches en el cinto.

— ¿Hay algo que te perturbe Asgardiano? —inquirió Karnilla, al tiempo que preparaba el vial por el cual había pagado con uno de sus más preciados corceles.

—Aesir —la corrigió con un gruñido. Odiaba el término "asgardiano", cuando la forma correcta de llamarlos era Aesir—. Todo está en orden —dijo tajante, aunque su voz salió en un tono un tanto acido que hizo sonreír a Karnilla.

—En mi cultura, cuando un hombre no puede preñar a su mujer, es obligación del padre o del varón más cercano a la familia hacerlo; de este modo el clan se consolida y se fortalece.

—Esas son costumbres bárbaras —espetó casi ofendido, acarreando una fuerte carcajada por parte de la mujer.

—Es así como algunos nos llaman, "barbaros", pero no somos tan diferente ¿No es así? —le dijo haciendo clara referencia a la tarea que el príncipe se disponía a realizar.

—Hay diferencias.

—Claro, ustedes lo tienen que hacer a escondidas —se burló de él—. Tome —le tendió un frasco con una poción carmesí—, asegúrese que lo ingiera antes de ir a dormir.

— ¿Cómo funciona? —preguntó a su vez, mientras lo examinaba a contra luz.

—Simple. Limítese a ordenarle lo que quiera que haga y él lo hará.

Un poquito de ayuda (Yaoi, Thorki, mpreg, +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora