Un final inesperado (parte 1)

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El sol había caído y Haakon terminaba sus labores. Había sido un día como cualquier otro en la fragua; se había esforzado tanto por concluir con todos sus pendientes, que sus brazos estaban terriblemente adoloridos por blandir el mazo, un dolor diferente era reconfortante.

Guardo sus herramientas, como venía haciendo desde que aprendiera el oficio de la forja de armas y se despidió de sus compañeros igual que siempre. Se encamino hacia su hogar sin emitir ni una sola palabra, estaba cansado, muchos lo estaban y aquello podía notarse en sus semblantes. Nadie hablaba, aquel había sido el final de jornada más silencioso que pudiera recordar.

Su esposa lo recibió con el amoroso beso de siempre y le ofreció la cena: carne de cordero y papas azadas, su platillo favorito, un pote de cerveza para acompañar.

Después de la cena se dispuso a darse un baño para después vestir con sus mejores galas. Cualquiera pensaría que se dirigiría a una fiesta, en su lugar, se situó adelante del hogar.

Cada casa poseía un pequeño altar donde el fuego era el principal protagonista, este era muy respetado por ellos, capaz de traer vida como de quitarla, era purificador y dador de luz, era la principal herramienta en su oficio. Se tenía la creencia de que ellos habían surgido del fuego, de la llama eterna cuyas chispas vivían en sus hogares, esta no debía apagarse por nada del mundo o era símbolo de mal presagio. Cada que una nueva pareja contraía matrimonio, traían una antorcha encendida con el fuego de su familia; una vez que entraban a su nueva casa, juntos encendían su nuevo hogar, el que permanecería ardiendo hasta el último día de sus vidas.

Haakon tomó el receptáculo donde ardía aquella sagrada flama. No se estaba dirigiendo a una boda, como cabría de esperar, ya no existía un linaje que pudiera dar continuidad a su estirpe. En lugar de eso, tomó la mano de su amada esposa y le obsequio un último beso, esta le regaló una caricia y una triste sonrisa, una última mirada cargada de comprensión. Se abrazaron fuertemente mientras Haakon dejaba caer la flama sobre ellos.

En un instante sus cuerpos se convirtieron en antorchas vivientes que iluminaron la casa, tragándose cualquier rastro de oscuridad y llenando de calidez aquel frio anochecer de final de verano.

Una a una, las casas de aquella alegre y trabajadora ciudad se fueron encendiendo como pequeños faros, uno a uno, sus habitantes fueron muriendo.

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Aquella mañana todo el mundo se preparaba para partir.

Thor daba órdenes a los einherjar que los habían escoltado y organizaba a los cortesanos. Podía verse pajes yendo y viniendo, llevando y trayendo cosas para sus señores. Todo debía estar listo para la hora estipulada; como iban a viajar la mayoría por el Bifröst, tenían que organizarse perfectamente para no terminar en un reino distinto al que pertenecían.

Aunque también había otros como los Norn, quienes se negaban a viajar por el puente o a subir a algún drakkar. Ellos hacían su recorrido a caballo, pasando de reino en reino hasta llegar a su destino, valiéndose de portales naturales ocultos en la naturaleza.

Tampoco viajaban unos cuántos, el Reino Norn se dividía en varios tribus nómadas que algunas veces convergían en un punto y otros se encontraban dispersas. Karnilla era poseedora de la más grande y donde quiera que fuera, su tribu iba con ella.

Cuándo Thor termino los pormenores de su partida, se dirigió al campamento Norn. Estaban desmantelando las tiendas y guardando todo en carretas, todos sin excepción, incluida la reina.

En cuanto Thor la vio batallando por equilibrar una pila de cosas, se apresuró a ayudarle con su carga.

—Soy perfectamente capaz de hacerlo por mí misma —gruñó la reina cuándo Thor se acomidió a relevarla.

Un poquito de ayuda (Yaoi, Thorki, mpreg, +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora