Capítulo IV

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Noviembre, 732 D.C.

--El hilo conductor de esta novela es la fecha de cada capítulo. Debes mantener claro que año estás leyendo para no perderte.--

       Las noticias viajaban a toda prisa cuando se trataba de la guerra, y el norte tenía una inmensa cantidad de mensajeros que podían llevar la información desde el campo de batalla hasta la corte del rey en cuestión de días. De esta manera, cuando los generales del norte consiguieron doblegar a los moros, la victoria significó un gran adelanto en los planes de control del Duque Dustepe. Había conseguido el apoyo de muchos aliados quienes, al igual que él, anhelaban riquezas mayores a las que ya tenían si lograban aplacar todo el movimiento de los moros hacia el norte.

     El duque Dustepe había llegado hasta donde estaba por consideraciones y recomendaciones del mismísimo rey. Sus contribuciones a la guerra, cuando esta apenas comenzaba, fueron inmensas. No solo luchó en la misma y logró salir airoso, sino que consiguió reclamar importantes lugares y puntos estratégicos para el reino. Por eso cuando regresó del campo de batalla, el rey le cedió la mano de una de sus sobrinas lejanas, y le otorgó tierras de las cuales el mismo había conseguido. No obstante, sus territorios venían a ser los más cercanos a los de los mismos moros que había aplacado años antes, y constantemente se gestaban conflictos y contiendas de unos con los otros.

    El Duque Dustepe había conseguido presionar los moros hasta llevarlos bastante al sur, lo que suponía un importante triunfo para el norte, pero aun así el rey demandaba más de su nuevo duque. Muchos años después de su triunfo y el otorgamiento de sus tierras, el duque recibió la encomienda de presionar más aún a los moros, con la intención de reclamar la zona que estaba cercana a la costa. Para esto, el rey colocó a los mejores hombres que tenía y los puso a disposición del Duque Dustepe. Era prácticamente una batalla ganada, teniendo en cuenta que los moros aún no se recuperaban de su derrota hace algunos años atrás.

Así mismo fue. El encuentro duró apenas tres días, y los del norte consiguieron aplacar los moros con gran facilidad. Las noticias llegaron a las cuatro lunas a los oídos del duque. Uno de los mensajeros llegaba a caballo, cargando un bolso negro y se anunció a la entrada del castillo. Rápidamente el duque le hizo pasar y el mensajero comenzó diciendo:

-          Señor, lo han conseguido. En solo tres dias, el ejército a eliminado toda amenaza de parte de los moros. Todo ha salido bien y las bajas son mínimas.- dijo el mensajero.

-          Excelente. Debemos llevar estas noticias con todos los detalles hasta el rey. Dale la información a uno de los mensajeros nuestros, y que sea el quien las lleve. Debes estar agotado. – contestó el duque.

-          Si lo estoy señor. Muchas gracias. Así lo haré – dijo el mensajero.

El duque entonces miró con detenimiento la bolsa que traía el mensajero. Le hizo una señal con el dedo como para que diera una explicación. En ese momento entro corriendo una de las criadas del duque y le dijo algo al oído que provocó su inmediata reacción.  Salió corriendo al segundo piso y todo quedó en pausa.

El segundo piso del castillo estaba lleno de criados que querían saber más de la gran noticia. Todos se fueron pegando a las paredes para darle paso al duque mientras este caminaba. A su paso, sus guardias iban gritando a las personas que volvieran a sus faenas. Abrió el duque la puerta de su habitación y allí vio todos los pañuelos llenos de sangre. Las cubetas de agua y las compresas calientes. Más de seis personas estaban al borde de la cama, y en el centro su esposa. Una sola voz rompió el silencio.

-          Es una niña, su alteza. – dijo una de las criadas.

Este fue corriendo hasta la cama y llegó hasta donde su esposa que caía rendida al sueño luego de tanta labor. Mientras acariciaba su mano, la misma criada continuó diciendo:

-          Ha sido necesario sedar a la madre para que descanse. Fue mucho el dolor. La niña nació con mucha labor pero hemos conseguido que viva.

-          Definitivamente ha sido un milagro. Esta niña es un regalo. ¿Cómo lo han conseguido? – preguntó el duque.

-          Ha sido Mireh. La esclava mora, que cuida los establos. Solo ella ha conseguido calmar a la señora y lograr sacar la niña. Con varios movimientos que jamás habíamos visto, ha manejado el cordón umbilical de su cuello y la niña respiró. – terminó diciendo la criada.

Cuando la mujer terminó de hablar, el duque recorrió con la mirada toda la habitación buscando la esclava. La vio en un rincón sollozando. La mujer pensaba que sería azotada, como solía hacerse con los esclavos en ciertas ocasiones. El duque fue donde ella y le extendió la mano. Esta extendió la suya y el duque bajó su cabeza en señal de agradecimiento y saludo. Sin mediar palabras, ambos supieron lo mucho que se decían con la mirada. Le trajeron la niña hacia donde estaba él con la esclava. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Mireh. Sus ojos brillaron y el amor por la niña se  dejó ver en todo su rostro. El duque miró hacia la cama, su esposa dormía sedada y probablemente despertaría mañana. Entonces dirigió la mirada hacia la primera criada que le había hablado cuando llegó. A esta le bastó con mirar los ojos del duque para entender lo que quería decir. Asintió la criada con su cabeza y el duque dio por aprobada su pregunta. Se giró de nuevo, ahora con la niña en manos y se la entregó a la esclava.

-Tú serás la nana de esta niña. Ya no serás una esclava. Se te tratará como una criada más y mi hija crecerá al cuidado tuyo. – dijo.

Entró en ese momento un guardia personal del duque para decirle que había sucedido algo abajo, con el mensajero que había venido con las noticias de la guerra. Salieron presurosos ambos hombres del cuarto. Antes de salir la criada mayor, con la recién nombrada nana de la niña, se colocaron frente a la cama. Entonces la criada habló:

-          Señor – comenzó a decir mientras señalaba a la nana con la otra mano – tiene que poner nombre a la niña.

-          Ciertamente – contestó el duque – lo he olvidado con tantas noticias a la vez. Esta niña es un milagro. Mi esposa no podía tener hijos y por fin lo hemos conseguido. Es la primera que nace en este castillo. Mi creación. Nuestra creación. Su nombre es Eva.

Terminó de decir esto y las puertas de la habitación real se cerraron. Caminando a toda prisa el guardia personal lo puso al tanto de todo lo que había ocurrido desde que se levantó presuroso del asiento y dejó al mensajero con el bolso negro en la mano. Los guardias entonces hicieron que el joven mostrara lo que traía en la bolsa. La cabeza de un moro ya con varios días de muerto. El duque llegó hasta donde el mensajero y le pidió explicaciones de tal suceso.

-          Me la ha enviado uno de sus generales aliados desde la batalla en señal de victoria. Me dijo claramente que se la mostrara para que entendiera que sus aliados nunca lo abandonarán. – dijo el mensajero.

-          ¿Pero cuál de todos fue capaz de semejante muestra? – preguntó el duque.

-          El general que lo hizo me pidió estar seguro de mencionar su nombre para que usted lo supiera. – continuó diciendo el mensajero mientras entregaba la cabeza al guardia personal del duque que aún estaba a su lado. - Se llama Gustavo Frontiel, general del ejército de Serovia.

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Eva No DespiertaWhere stories live. Discover now